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por Roberto García Moritán
La seguridad colectiva del planeta sigue amenazada por un armamentismo descontrolado. La carrera de renovación de las armas nucleares ha adquirido una nueva dimensión y las innovaciones tecnológicas amenazan con dificultar la vigilancia internacional.
Estas circunstancias ponen en evidencia la necesidad de actualizar y elaborar nuevos mecanismos para detener el espiral del armamento nuclear y asegurar que nuevos Estados no aspiren a poseer dichas armas de destrucción masiva.
Ambos propósitos requieren del establecimiento de una atmósfera de confianza, que abandone el clima de guerra fría, y promocione las consultas entre potencias enfrentadas además de restablecer un sistema multilateral capaz de alcanzar consenso en materia de desarme.
Un primer paso en esa dirección es el fortalecimiento de dos tratados internacionales de control de armamentos que han mostrado probada eficacia.
El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares ha logrado establecer una red de estaciones sísmicas capaz de identificar con exactitud una eventual prueba nuclear. La explosión se detecta al instante. Ese mecanismo fue el que permitió la exacta localización del submarino ARA San Juan. También sobre la evolución del arsenal de Corea del Norte.
Acelerar la entrada en vigor de este instrumento, concluido en 1995, es clave para que la comunidad internacional tenga una advertencia temprana sobre actitudes de proliferación vertical u horizontal.
El Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), firmado en 1968, es la pieza colectiva angular de la no proliferación y el único instrumento con compromisos jurídicamente vinculantes en materia de desarme nuclear. Es también la base sobre la cual debería elaborarse la futura arquitectura de la eliminación de las armas nucleares. La próxima Conferencia de Examen del instrumento (mayo 2020), que coincide con 5 décadas de su entrada en vigor, es una nueva oportunidad para resultados pragmáticos que contribuyan a fortalecer los tres pilares del tratado, el desarme, la no proliferación y la promoción de la energía nuclear para fines pacíficos.
El TNP ha sido esencial para la paz y la seguridad global. Es de los pocos instrumentos multilaterales que goza de la postura razonablemente coincidente de Estados Unidos, China y Rusia. También entre las principales potencias nucleares y todos aquellos que han renunciado a poseerlas. Un punto de partida estimulante.
Por lo tanto, fortalecer el tratado en todos sus términos y el sistema de salvaguardias que implementa el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), es un objetivo central para aspirar a un mundo libre del armamento nuclear. La próxima Conferencia de Examen es una ocasión diplomática que no debería desaprovecharse.
La Argentina tendrá una responsabilidad sustantiva para facilitar esos propósitos. Por un lado, ejercerá la presidencia de la Conferencia de Examen del TNP y, por otro, un distinguido diplomático argentino, el embajador Rafael Grossi, ha asumido la función de conducir el OIEA. Ambas circunstancias, reafirman la tradicional voluntad política argentina de promover a la energía nuclear exclusivamente para fines pacíficos y contribuir a fortalecer un mundo en paz y mucho más seguro.
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