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El poder económico en la Argentina vive, desde diciembre del 2019, fracturado entre aquellos defraudados por el macrismo y los que creen en la política; y otro puñado pequeño pero poderoso de empresarios con un vínculo ideológico inquebrantable con Cambiemos. En ese escenario, el Gobierno de Alberto Fernández salió a tratar de interpretar las necesidades de los sectores más críticos, que hoy tienen como agenda única salir de la crisis. Y ganó terreno en ese escenario.
“Si le hubiesen puesto bono patriótico, nadie se quejaba”, sugirió un empresario de la Unión Industrial Argentina (UIA) al referirse al aporte único para las grandes fortunas. En la semana de su presentación, la iniciativa que gravará a los 12 mil argentinos con patrimonios superiores a los 200 millones de pesos generó algún ruido entre los ceos, afectos a escaparle a cualquier tributo personal. En UIA, rezongaron unos pocos, como el ítalo argentino de la FIAT, Cristiano Rattazzi; y los articuladores de Techint.
A la movida por el tributo a los ricos se sumó alguna expresión aislada y de compromiso contra el DNU que regula a las telcos, como la de la Cámara Argentina de Comercio (CAC). Pero el sector empresario observa que esa agenda no es la diaria de los que pagan salarios, sino algo más vinculado a una caja de resonancia mediática para un planteo político de la oposición más dura dentro de Cambiemos. Parte de un intento de recrear un escenario de fortaleza opositora que no se percibe en el pulso del Círculo Rojo. No solo eso, sino que los que piensan como opositores, no piensan en el ala ultra y mucho menos en Mauricio Macri, sino en una renovación que no garantice otra derrota.
EL AMIGO INDUSTRIAL
El Presidente visitó esta semana dos plantas fabriles, la de Sinteplast, en el Día de la Industria, y la de Peugeot. Circulan por Whatsapp varios videos grabados por trabajadores en los que se observa un recibimiento y despedida de Fernández que, con los cuidados del caso, cuenta una historia algo distinta. Naturalmente, el sector de la Unión Industrial (UIA) se convirtió en el principal aliado del Gobierno por diversas razones.
Su inclinación ni siquiera es ideológica. Antes de las PASO, el ex jefe de Gabinete, Marcos Peña, se juntó a comer con la mesa chica de la entidad en un restaurante de Puerto Madero. La reunión la armó el último ministro de Industria de Macri, Dante Sica. “Ganamos tranquilos, tenemos todo estudiado en redes y big data”, les dijo peña a los industriales.
“Tendrían que mirar más la calle, si no hacen alianza con alguien, la pierden”, les replicó a los hombres del PRO un empresario de la alimentación mientras Peña degustaba frutos del mar. Fue el divorcio final de los industriales con Cambiemos. Lo habían apoyado poco, al inicio, pero fueron los primeros en desamorarse, ya a mediados del 2016.
En este contexto, los nexos que este sector tiene con muchos de los funcionarios nacionales, entre ellos el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y su secretario de Industria, Ariel Schale, casi que amalgamaron solas las mismas intenciones de modelo de país.
LOS LADRILLEROS Y EL AGRO
Aún golpeado por los escándalos de corrupción, el mundo de la construcción es otro de los que articula bien con el Gobierno. Iván Zscech, titular de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) está en diálogo constante con Nación, Ciudad y Provincia para avanzar en protocolos para abrir obra privada. El sector es clave en la recuperación, además, vía los planes oficiales de obra pública. En general, cuando los ladrillos se mueven, predicen mejora económica.
La Camarco es una de las patas del Grupo de los Seis, el polo de interlocución que incluye a la Sociedad Rural, la Bolsa, la CAC, UIA y los bancos nacionales nucleados en ADEBA. Llevados a los actos de Olivos por Fernández, tienen nexos directos con una decena de funcionarios nacionales, entre ellos el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. Muchos de los contactos llegan a través del titular de la UIA, Miguel Acevedo, uno de los que mejor se lleva con Fernández.
Adelmo Gabbi, jefe de la Bolsa, nunca tuvo problemas en alinearse con el oficialismo, y los bancos nacionales han construido una relación típica del sector financiero. Poca exposición y nexos directos con los dueños de cada entidad. El gobierno tiene claro que su modelo no es el especulativo, pero el vínculo no es de guerra con esos sectores, sino de cuidado.
Con el campo hay un doble juego. Fernández sumó al titular de la Sociedad Rural, Daniel Pelegrina, a los habitués de las convocatorias empresarias, con ánimo de limar viejas diferencias. Pero por arte de la política, esas diferencias quedaron licuadas con el nacimiento del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA).
En ese grupo hay algunos articuladores fuertes con el poder político. José Martins, titular de la Bolsa de Cereales; Gustavo Idigoras, de los exportadores de CIARA-CEC y el presidente de Coninagro, Carlos Iannizzotto, ya se reunieron con Fernández, con la vicepresidenta Cristina Fernández, con el titular de Diputados, Sergio Massa y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro. Sin intención manifiesta, no sólo le limaron representatividad a la Mesa de Enlace, sino que lograron conjugar intereses con el Ejecutivo para abrir un ingreso de dólares genuinos vía exportaciones de alimentos terminados.
EL NUEVO ROCCA
¿Dónde se nuclea hoy la resistencia al Gobierno? En el think tank de Marcos Galperín, dueño de Mercado Libre. En la campaña 2019, además de fiscalizar para Cambiemos, quien hoy reside en el Uruguay armó un grupo de Whatsapp para bancar la candidatura de Macri. Invitó a todo el arco empresario, que creyó que era un ámbito de debate más que un polo de militancia. Con el tiempo, se bajaron todos los que no comulgaban con el PRO y quedaron los más radicales. Aún hoy, los más negociadores suponen que en breve habrá otra purga y un replanteo, ante el perfil belicoso del grupo.
Si bien Galperín fue el primero en recalar en el besamanos de la calle México, el bunker del Fernández post PASO, él y sus unicornios (empresas que valen más de 1000 millones de dólares) tienen una fuerte vinculación con el macrismo. Visto en perspectiva, Galperín edificó un imperio propio de enorme poder. Es el Paolo Rocca de la nueva era, pero con claras ventajas. Su empresa tiene una imagen pública muy poco cuestionada. Sus prácticas laborales poco claras y hasta su idea de moldear convenios a su antojo tienen resistencia, pero sotto voce.
Un grupo de empresarios que quiso salir a cruzarlo con nombre y apellido, por además contar con beneficios impositivos de una tecnológica cuando se trata de un gran retailer digital, encargó un estudio de opinión sobre Mercado Libre. “Infranqueables”, se sinceraron.
Galperín es la cara visible de la nueva generación de empresarios, y para el gobierno ése debe ser un dato: de sus ideas salieron los mensajes en contra de la expropiación de Vicentin; en contra de la embestida de intendentes contra Edesur; los mensajes contrarios a la reforma judicial y, nobleza obliga, un elogio al arreglo de la deuda privada por parte del ministro de Economía, Martín Guzmán.
Los que lo conocen señalan a Galperín como un negociador, pero en privado les cuenta a los propios que parte de su exilio reciente al oriente cercano tuvo que ver con el triunfo del peronismo. Mientras ese polo resiste, el resto espera con ansias las 60 medidas para la reactivación, que tienen fecha. Será una vez que se conozcan los datos del Presupuesto 2021, a presentarse en el Congreso el 15 de septiembre.
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