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Desde Madrid.
El primer debate para la investidura como presidente del Gobierno del socialista Pedro Sánchez, dejó en evidencia la brutal fractura política y cultural que sufre España, y las dificultades que tendrá el Ejecutivo de coalición del PSOE y Unidas Podemos una vez que sea constituido este martes, en una segunda votación en la que la abstención de la fuerza soberanista Esquerra Republicana de Catalunya será clave.
Horas después de que la Junta Electoral suspendiera en su cargo al presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, el líder socialista se presentó en el Congreso de los Diputados españoles para explicar su programa de Gobierno en coalición con Unidas Podemos, en el que uno de los capítulos más sensibles era su propuesta de diálogo con Esquerra Republicana para abordar el conflicto de Cataluña.
“No se va a romper España y no se va a quebrar la Constitución. Aquí lo que se va a romper es el bloqueo al Gobierno progresista votado democráticamente por los españoles”, afirmó Sánchez en el inicio de su discurso, apelando, por un lado, a las dificultades para formar un Ejecutivo desde las elecciones generales de abril del 2018; y, por otro, a la expresión (romper España) con que las fuerzas de la derecha y ultraderecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox, machacan al PSOE desde que, en febrero del 2018, Sánchez intentó establecer un diálogo con Torra para resolver la crisis catalana.
El líder socialista volvió a desgranar el amplio abanico de políticas económicas y sociales que presentó días atrás (https://www.pagina12.com.ar/239253-psoe-y-unidas-podemos-impulsan-un-programa-progresista
), pero, sobre todo, intentó transmitir tranquilidad sobre el acuerdo que pactó con Esquerra Republicana para recibir su abstención y abordar el conflicto territorial en Cataluña.
“Todos sabemos que es necesario el diálogo. Que el diálogo debe partir del reconocimiento del otro. De la atención a sus razones. Que no hay otra forma de resolver este contencioso”, dijo Sánchez antes de confirmar que se establecerá una mesa entre los Gobiernos español y catalán para abordar el conflicto. Pero el candidato a la presidencia no permaneció solo en el método (para resolver la crisis), sino que desplegó una narrativa para justificarlo. Primero, señaló que en Cataluña convivían dos sectores amplios de la población que expresaban ideas distintas. Uno que se siente agraviado por las instituciones centrales (del Gobierno español), que no se siente reconocido y respetado en su personalidad (el soberanista); y otro que se siente ignorado y tratado de forma injusta por las instituciones catalanas (los contrarios a la independencia).
En segundo lugar, pero más esencial, Sánchez afirmó que en España conviven diferentes naciones, y que “no existe un único modo de vivir o de sentir la identidad nacional”. Y esa es precisamente la clave del debate político español en este tiempo, y que centró esta jornada de investidura: la defensa a ultranza que los partidos de la ultraderecha y la derecha española realizan de lo que ellos entiende por la identidad española.
Para el líder del Partido Popular, Pablo Casado, que intervino después de Sánchez, el líder socialista es un traidor a España, no solo por sus acuerdos con las fuerzas soberanistas de Cataluña como Esquerra Republicana, sino por pactar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, a los que Casado llama “comunistas”. “Nos enfrentamos a una operación de derribo constitucional”, dijo en referencia a los pactos que realizó el PSOE con otras fuerzas, y aseguró que se formaría el Gobierno más radical de la historia democrática del país, “con comunistas, asesores de dictadores bananeros y blanqueadores de batasunos y separatistas”.
Esa tónica beligerante fue la que utilizó Casado para rivalizar con Sánchez, y asegurar que el programa de Gobierno del PSOE-Unidas Podemos no solo atentaba contra la democracia y la soberanía de España, sino que, además, llevaría al desempleo masivo, la quiebra de la seguridad social y el congelamiento de las jubilaciones. Para el final de su discurso, y de cara al cuál será el espíritu de la oposición, el líder Popular afirmó que el nuevo Ejecutivo de coalición “no podrá gobernar”, y abogó porque la “pesadilla” termine cuanto antes.
La respuesta de Sánchez a Casado puede resumirse en una frase que expresó en una de sus réplicas: “La versión de su Constitución española consta de un sólo artículo, es constitucional aquello que hace el PP y no es constitucional aquello que no hace el PP”.
En esa misma línea crítica con las derechas se inscribió el discurso de Pablo Iglesias que, desde el martes, será el vicepresidente del primer Gobierno de coalición de la historia reciente de España. El dirigente de Unidas Podemos desmontó el discurso patriotista de Casado y del líder de Vox, Santiago Abascal, quien también llamó traidor a Sánchez, además de “villano y mentiroso”.
“Ustedes hablan de traidores a España, pero traicionar a España significa atacar los derechos de los trabajadores, vender vivienda pública a fondos buitres, privatizar servicios públicos, robar a manos llenas y financiar ilegalmente sus campañas electorales”, dijo Iglesias, para después asegurar que la Coalición de Gobierno que su fuerza integra buscará reparar las “traiciones” perpetradas por la derecha.
En cuanto al conflicto en Cataluña, el dirigente de Unidas Podemos defendió el diálogo entre Gobiernos, y espetó a las fuerzas de derecha que no entendían la conformación identitaria del país. “España es muy diversa y los diputados de cualquier formación política (incluidas las soberanistas) representan a los ciudadanos del país con la misma dignidad que lo hacen los diputados” del PP, Ciudadanos y Vox, dijo antes de acusar a Vox de retomar el discurso de la dictadura que señalaba a sus rivales políticos como antiespañoles.
Entre las intervenciones de los diversos portavoces de las fuerzas regionalistas, uno de los más esperados por su relevancia en la investidura fue el de Gabriel Rufián, de Esquerra Republicana. El dirigente soberanista comenzó su discurso calificando de “golpe de Estado de libro” la inhabilitación de Torra, y le apuntó al Partido Popular por esa decisión de la Junta Electoral.
En relación al acuerdo sobre Cataluña con el PSOE, Rufián le enrostró a Sánchez sus posturas cambiantes frente al independentismo catalán, y que hubiera llamado a la crisis “problema de convivencia”, y no un “conflicto político”, como el líder socialista lo ha hecho en las últimas semanas. Entre un murmullo creciente del hemiciclo, Rufián señaló que el cambio de Sánchez se debía al miedo frente a las derechas, y el “acomplejamiento” de las fuerzas progresistas.
Después de ese pase de factura, el líder republicano defendió el diálogo porque la realidad catalana (con sus tensiones soberanistas) no iba a desaparecer, pero advirtió que si el PSOE no cumplía con la mesa entre Gobiernos (de España y Cataluña), no habría legislatura, y se estaría estafando al pueblo de Cataluña. “Lo que no ha unido el afecto, lo ha unido el espanto” (frente a las derechas), dijo Rufián para defender el acuerdo entre los republicanos y socialistas.
Esa fue la antesala del final del primer debate de investidura para el que las cartas parecen echadas. Los votos positivos de los diputados del PSOE y de Unidas Podemos más la abstención de Esquerra Republicana le otorgarán a Sánchez más síes que noes, con lo que logrará ser el próximo presidente de España. Para eso, la política española deberá esperar al día martes, cuando se celebra la segunda votación. Este domingo se llevará a cabo la primera, en la que Sánchez no reunirá los 176 apoyos que exige la ley.
El primer debate de investidura, que se realizó mientras unas quince mil personas rechazaban los pactos del PSOE en Madrid, ha sido un anticipo de las dificultades y el espinoso camino que deberán recorrer las fuerzas progresistas si pretenden plasmar su programa progresista, y encauzar el conflicto catalán.
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