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En la campaña dijo que en la Argentina no puede haber hambre. Ya en el Gobierno, ¿en cuánto tiempo cree que puede haber avances concretos en esa dirección?
-En una semana pusimos en marcha el plan Argentina contra el Hambre, que tiene varios aspectos y uno es la tarjeta de alimentos. Es una tarjeta de banco público que no permite extraer dinero y sí comprar cualquier tipo de alimentos excepto bebidas alcohólicas. Empezamos por Concordia y lo vamos a extender a todo el país y a llegar a dos millones de chicos en total. Eso tiene tres objetivos. Uno, que todos accedan a la canasta básica de alimentos. Segundo, mejorar la calidad nutricional. La tarjeta codifica los productos. Las familias compran los alimentos que quieren, pero vamos a orientar mucho en lácteos, carnes, frutas y verduras. Y tiene que ser un gran plan de trabajo en producción de alimentos para la agricultura familiar, cooperativas, la economía popular. Vamos a desarrollar una aplicación para mover la economía local.
-Sin tomar recursos del ANSeS, que además salió de la órbita del ministerio, ¿está garantizado el presupuesto?
-Lo que usamos de la ANSeS es la base de datos, no los recursos de los jubilados. Van a ser 60 mil millones de pesos que salen de rearmar partidas del propio ministerio y de la ley de Emergencia Alimentaria, sancionada el año pasado, que permite reasignar partidas y cada trimestre ajustarlas de acuerdo al costo de los alimentos. No veo problemas presupuestarios para lo que tiene que ver con la política social. El Presidente ha sido muy enfático en que es una prioridad y el objetivo también es fomentar el desarrollo local. Esos 60 mil millones de pesos se van a volcar en el consumo.
-¿Cómo va a enfrentar el Gobierno el dilema de impulsar el consumo sin que se traslade a los precios?
-Ese es claramente un objetivo. Por un lado con Precios Cuidados, que establece criterios. Por otro con la devolución del IVA a las personas con tarjeta alimentaria, a la AUH y a los jubilados que cobran la mínima. Acá hay un recurso que no estaba, todos tenemos que luchar contra el hambre y los productos de la canasta básica tienen que ser cuidados. Mes tras mes baja el consumo de leche, eso es imperdonable. Lo que pasó en los cuatro años de Macri es que primero la gente dejó de comprar ropa, después se endeudó y terminó tomando créditos al 200% de interés anual y después dejó de comprar alimentos. Y segundo, que estamos en una generación de chicos petisos y obesos, por el consumo de fideos, harinas y arroz. Por eso esto es una cruzada de todos: en la Argentina no puede haber hambre.
Daniel Arroyo (Juano Tesone)
-Parte de la población cuestiona los programas de asistencia, con estigmas como planeros y vagos. ¿La tarjeta enfocada en alimentos tiene más aceptación?
-Vengo haciendo estudios cualitativos respecto de eso. Nosotros dividimos la Argentina en cuatro: la de los más pobres, del que no tiene piso de material ni servicios básicos, que sus padres y sus abuelos fueron pobres, la pobreza estructural; la Argentina vulnerable, la gente que hace changas, con trabajo informal; la Argentina de clase media y la de clase alta. En general con miradas distintas y contrapuestas. ¿En qué dos cosas hay coincidencia absoluta de todos? Que no puede haber hambre en la Argentina y que hay que cuidar y priorizar a los chicos.
-¿Cuántos programas sociales da actualmente el Estado nacional?
-Lo que se suele llamar planes sociales, personas que contraprestan laboralmente o se capacitan por la mitad del salario mínimo, son 550 mil. Después hay distintos programas, como apoyos comunitarios, becas, otro tipo de acciones.
-Dijo que será prioridad vincular los planes de asistencia al trabajo. ¿De qué manera?
-Hay cinco sectores productivos que van a mover la economía y generar trabajo. La construcción: vereda, vivienda, cordón cuneta, infraestructura básica; la producción de alimentos, granjas, huertas, Argentina contra el Hambre es además un gran plan de trabajo; el textil, donde está el mayor nivel de desocupación; la economía del cuidado, muchas mujeres que cuidan gente grande y chica en jardines comunitarios; y el reciclado. Vincular planes sociales con trabajo va desde armar el plan empalme, que el que toma un trabajo formal se mantenga 24 meses en el plan, hasta créditos para herramientas y una red de tutores que capaciten y acompañen.
-El sistema de crédito fue cuestionado por favorecer el esquema de punteros. ¿Cómo va a ser el mecanismo de reparto?
-La tarjeta de alimentos la entrega el banco directamente, no hay intermediarios. Con los créditos no bancarios en otro momento hubo dos problemas: uno, el tema de la moda, uno pone una panadería en el barrio y le va bien, otro también, otro también, yo pongo una panadería y las cuatro pasan a andar mal. Vamos a armar una red de tutores productivos. Y una vez que se evalúa y se aprueba el proyecto, se transfiere el dinero y la persona accede directamente a la máquina o a la herramienta. No va a haber intermediación, lo que tiene que haber es mucha claridad respecto de la necesidad productiva.
Daniel Arroyo (Juano Tesone)
-¿Cómo encontró el ministerio?
-He hablado mucho con los funcionarios que estaban. Me parece que en la política social hubo un retroceso, se achicó todo lo que tenía que ver con créditos, cadenas productivas, becas, jóvenes, capacitación laboral y se concentró todo en armar y entregar bolsones de alimentos. Para mí modo de ver la política social tiene que hacer tres cosas: dar pescado, enseñar a pescar y garantizar que haya peces en la laguna. Dar pescado es asistir. Enseñar a pescar es capacitar, becas, acompañamiento. Y garantizar que haya peces en la laguna es crédito, cadena productiva, apoyo económico.
-En el gobierno de Macri aumentó la pobreza y antes el kirchnerismo la había dejado en 25%, 30%. ¿Es posible bajar la pobreza estructural?
-Si mañana la soja está a 900 y la economía vuela, la pobreza baja a 25% y ahí se traba. La Argentina tiene un 25% de pobreza estructural, intergeneracional, que está muy lejos del mundo del trabajo. Cuando la economía se desmadra la pobreza sube como en los últimos tiempos. Las políticas que estoy contando tienden a achicar esa nueva pobreza. La pobreza estructural requiere de otra escuela secundaria, de mucha infraestructura básica, desarrollo de las economías regionales. La Argentina no puede tener los niveles de pobreza que tiene, es una vergüenza.
-En un contexto de emergencia, ¿cuánto de gestión se orienta a generar avances estructurales?
-La emergencia y lo estructural hay que atenderlo a la vez. Hay una primera prioridad y es que todos coman, pero es estructural que todos los chicos estén en la escuela secundaria, la capacitación, las economías regionales, el desarrollo local. La Argentina se reconstruye de abajo hacia arriba, con fomento de actividades productivas de cada una de las regiones del país.
-¿Las dificultades económicas y el pago de la deuda dan margen para esos objetivos?
-Es un desafío, pero claramente es la política que va a encarar Alberto Fernández. Fue muy importante el acuerdo con el sector de la producción, los trabajadores, las organizaciones sociales y el Estado. Básicamente plantea tres cosas: que hay atender la emergencia, la cuestión del hambre; el desarrollo con trabajo y producción, de abajo hacia arriba; y que la Argentina tiene que honrar sus deudas con los 45 millones de argentinos adentro. De eso sale un equilibrio y no hay que hacer algo fundacional. Argentina ya tiene una gran red de cobertura alimentaria, de salud, de educación. Es potenciar mucho de lo que está, con una política pública clara.
-¿Qué postura advierte de parte del sector empresario sobre el costo de los alimentos?
-Creo que las crisis sacan lo mejor en la Argentina. Ha habido crisis profundas y ha rebotado rápido. En ese sentido estamos ante una gran oportunidad. Tenemos que entender que todos tienen que comer y no puede bajar el consumo de leche. Sobre esa base las reuniones son positivas, son acuerdos de verdad y tienen ese objetivo. Estoy con mucho entusiasmo sobre la idea de que primero vamos a parar de caer y después vamos a reconstruir. Veo un compromiso del sector empresario, de los trabajadores, de los movimientos sociales.
-El pacto social propone buscar “consensos de largo plazo, que vayan más allá de un período presidencial”, ¿no es declamativo plantear eso en la Argentina, con la grieta vigente?
-La Argentina tiene que ir acuerdos concretos. No puede haber hambre, todos los chicos tienen que terminar la escuela secundaria. En el gobierno de Alberto Fernández, en el otro y en el otro. No se puede dar créditos usurarios en los barrios. No se puede vender droga en los barrios. Cuatro, cinco ejes que sean centrales, que marquen una base. Creo que vamos hacia eso, objetivamente.
-¿La incorporación al ministerio de integrantes de las organizaciones sociales, como Emilio Pérsico y Daniel Menéndez, ¿garantiza por un tiempo paz social al menos de parte de esas agrupaciones?
-Muchos creen que tiene que ver con eso, yo lo veo por el vínculo entre planes sociales y trabajo. Los movimientos han hecho un avance muy fuerte en comedores y merenderos y han encarado mucho lo productivo, en lo textil y en los alimentos. Y dieron visibilidad a los que nadie ve, que son los más pobres. Tengo una opinión muy favorable sobre los dirigentes sociales en general y de los que viven en los barrios doblemente favorable. Es gente que está poniendo el cuerpo y trabajando. Eso hay que transformarlo en procesos productivos. Es lo que vienen haciendo y desde el Estado van a tener más posibilidades.
-¿Y el resto? El Polo Obrero ya armó una protesta en diciembre.
-Hay movimientos que tienen opiniones distintas sobre el proceso político. Con todos apuesto a que podamos armar este vínculo entre planes sociales y trabajo.
-Las pensiones por discapacidad volvieron a la órbita del ministerio, en el último gobierno hubo reclamos por personas que quedaron afuera y denuncias por beneficios que no correspondían. ¿Cuál será la política?
-Hubo varios problemas. Uno, que se dio de baja brutalmente casi 70 mil pensiones. Está claro que en algún momento hubo errores y discrecionalidad, pero no se hace cortando a lo bestia sino evaluando las situaciones puntuales. Las personas con discapacidad y pobreza están en una situación doblemente crítica. Me gusta mucho Bolsa Familia, un plan de Brasil que es un conjunto de lo que llaman operadores de calle que entran a las casas, evalúan las múltiples dificultades y definen políticas en tiempo real. Tienen presupuesto y lo ejecutan directamente. Aspiro a que en una segunda etapa la política social vaya por ese lado.
-Se generó una controversia con la UCA por la revisión de la cifra de pobreza, usted participó de aquel anuncio. ¿Hubo intencionalidad política?
-No. A mí me parece que el INDEC está trabajando bien. Marca que hay 35% de pobreza al 30 de junio y en marzo va a dar los datos de fin de año. Después de ese 35% tuvimos una devaluación muy fuerte en agosto, con lo cual todo indica que la pobreza debería subir. La UCA tiene lo que se llama la medición multidimensional. Todo sirve para evaluar cómo estamos trabajando. Yo miro los manchones, en qué lugares, en qué regiones, cómo tenemos que avanzar.
-¿Promovería cambios en la metodología del INDEC para medir la pobreza?
-Eso lo define el INDEC, pero está claro que viene haciendo un buen trabajo.
La vida académica, la militancia y la gestión
Daniel Arroyo remite a dos momentos que marcaron su perfil profesional y su recorrido político. El primero fue a los 15 años, cuando vinculado a la Iglesia había arrancado a «misionar» en barrios de bajos recursos de Castelar y un cura lo contactó con Jorge Novak, obispo de Quilmes. Entró a la villa Itatí de ese partido del sur del conurbano y entendió que hasta ese momento no conocía la pobreza en esa profundidad. “Fue un impacto tan fuerte, me duele el pecho cada vez que lo pienso”, dice en su despacho del piso 14 del ministerio de Desarrollo Social.
Se define peronista desde chico y lo atribuye a una cuestión de clase. En Castelar creció en un hogar de clase media baja, padre programador informático -de los primeros, remarca- y madre docente de escuelas en calles de tierra. Cuenta con cierta nostalgia la infancia con horas en el potrero o la esquina, el llamado a los gritos de los padres a comer sin ninguna preocupación por la inseguridad. Cursó la primaria en un colegio parroquial, la secundaria en un industrial público y después de aquellos pasos por la Itatí inició un recorrido universitario enfocado en políticas sociales.
Hincha de San Lorenzo, su equipo calza justo con el peso que el fútbol y la Iglesia tenían sobre todo en aquella época de su vida. Llegó a jugar en el club Luz y Fuerza de Castelar, en ese momento en la D. Arrancó de delantero, pasó a la mitad de la cancha, a la defensa en el lateral derecho: el retroceso lo terminó de convencer de que tenía que dedicarse al estudio. Por el Papa Francisco -comparten la pasión por San Lorenzo- expresa admiración, aunque sólo mantuvo contactos cuando era Jorge Bergoglio.
En los 90 viajó a Santa Cruz como capacitador de políticas sociales, conoció a Néstor Kirchner y recorrió municipios con Alicia, la ministra del área y a la que secundaría en Nación a partir de 2003. Pasó en 2007 a la provincia de Buenos Aires con Daniel Scioli y a los dos años sintió que su ciclo estaba “agotado” y tomó distancia: se recostó en la actividad académica y ya en 2013 arrancó su etapa más “política” en el Frente Renovador de Sergio Massa: antes se percibía como especialista y luego como un técnico en la gestión.
Su segundo momento determinante lo ubica en diciembre de 2017, en los pocos días de asumir como diputado. Mauricio Macri había enviado la reforma de la movilidad jubilatoria, y logró aprobarla luego de las jornadas de violencia en los alrededores del Congreso. “Esto es un desastre, hay que ir a la unidad, es la unidad”, se encontró musitando mientras caminaba solo por la calle después de votar en contra. Esa misma semana lo llamó Alberto Fernández, al poco tiempo armaron el grupo Umet con Felipe Solá, Daniel Filmus, Agustín Rossi, el Chino Navarro, y en octubre conformó Red por Argentina en Diputados para “acelerar” el proceso de unidad de la mayor parte del peronismo, al que Massa terminó por sumarse al año siguiente. “Yo estaba muy convencido, Sergio también y al final llegamos al mismo esquema, pero en mi caso estaba como desesperado”, dice sobre la diferencia de tiempos y su ida del Frente Renovador. No deja de pronunciar la palabra unidad, ya pasada la necesidad electoral, ahora para gestionar en un panorama económico crítico y en su caso en un área con demandas urgentes e inagotables.
Itinerario
Licenciado en Ciencia Política (UBA) y con un posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas (FLACSO), profesor en esas dos casas de estudio, en la Universidad de Morón y en la Torcuato Di Tella, fue viceministro de Desarrollo Social en el gobierno de Néstor Kirchner y titular de esa cartera en la provincia de Buenos Aires en la gestión de Daniel Scioli. Luego fue director del Banco Provincia, diputado nacional y renunció a la banca para asumir como ministro el 10 de diciembre. Fue presidente de Poder Ciudadano y es consultor de organismos internacionales como el Banco Mundial y el BID, entre otros. Nació hace 53 años, en Castelar. Casado hace 26 con Alejandra, tiene dos hijos y actualmente vive en Vicente López.
Al toque
-Un proyecto: reconstruir la movilidad social ascendente a través del estudio y el trabajo.
-Un desafío: que las personas que tienen planes sociales puedan insertarse en el mundo del trabajo.
-Un líder: Lula, un obrero metalmecanico que llegó a presidente.
-Un prócer: Perón, que ya tiene estatura de prócer.
-Un sueño: vivir en una casa frente al mar.
-Un recuerdo: el nacimiento de mis hijos, Lucía y Martín.
-Una sociedad que admire: la uruguaya.
-Una comida: asado.
-Una bebida: agua saborizada cero de pomelo.
-Un placer: caminar por la playa.
-Un libro: Papeles en el viento, de Eduardo Sacheri.
-Una película: Cinema paradiso y El hijo de la novia.
-Una serie: Pulsaciones.
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Fuente
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