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La derecha dura norteamericana está agitada, en parte movilizada en tratar de demostrar que los demócratas hicieron fraude, y en parte preparando una transición si la andanada de litigios no alcanzan para dar vuelta las votaciones. Tienen fe, porque saben que su líder Donald Trump no tiene escrúpulos, y están planeando una agenda para «tirar bombas» en el camino. La revista digital The Federalist, que se coloca a milímetros de la derecha lunática y miliciana, jugando desde adentro de lo más conservador del partido republicano, acaba de resumir la agenda en Doce Pasos. Son temas que circulan en esos ambientes y que la subdirectora de la revista Joy Pullman resumió en su edición de este martes.
Pullman, que se presenta como «feliz madre de seis hijos» y autora de libros como «32 Juegos clásicos», afirma que las «pruebas de fraude» no paran de crecer, pero que un «líder astuto» sabe «hacer la guerra en varios frentes». El enemigo son los demócratas y «el complejo mediático que lleva cuatro años mintiendo» y quiere imponer a Joe Biden como presidente. Lo que recomienda Pullman es que Trump forme «un grupo de acción directa» que plante explosivos políticos. La lista mezcla alegremente fantasías paranoides y golpes bajos.
Lo primero debería ser publicar los documentos del supuesto Spygate, la interminable acusación de Trump de que el gobierno de Barack Obama espiaba sus mails y comunicaciones durante la campaña. Cuatro años de gobierno no aportaron ni una prueba de que esa fantasía fuera realidad, aunque es una de las fantasías favoritas del presidente. Pullman afirma, sin dar nombres ni evidencia, que «importantes funcionarios de inteligencia ocultan esta información» y que es hora de que el presidente los obligue a revelarla y la publique.
Al mismo tiempo que se revela esta conspiración demócrata, la autora recomienda perdonar a las víctimas de otra, el Rusiagate, que sí terminó con prisiones a diversos mentirosos y operadores políticos. Todos víctimas, afirma Pullman, del «estado profundo» que fue, es y siempre será demócrata. Como ambas «conspiraciones» pasan por el FBI, también hay que echar a su titular, el «desleal» Chris Wray, «que no investiga la corrupción al más alto nivel de esa institución».
En plan revancha y venganza, Pullman recoge una idea fija de su publicación y de la derecha trumpista, que los demócratas están haciendo listas de todos los que apoyaron a Trump para «arruinarlos». En este artículo la subdirectora no repite lo que se afirma en otros artículos, que los setenta millones de votantes republicanos pueden ser perseguidos, pero sí habla de las figuras públicas «que van a perder contratos en los medios» por su apoyo a trump. Su consejo es que los republicanos actualmente en el gobierno comiencen a compilar sus propias listas y a filtrarle información a los «medios afines» sobre «ñoquis, corruptos» y progres que hacen cosas como ir a un seminario contra el racismo.
Más macartista todavía es el llamado a que las listas incluyan a toda persona que sea nombrada como futuro funcionario de Joe Biden. Ahí se recomienda publicar todo, e-mails, papeles privados, cualquier cosa que pueda comprometerlos o sonar mal. «¡Transparencia!», se entusiasma la sudirectora.
Siguiendo con la venganza, hay que echar al eminente inmunólogo Anthony Fauci, «un politiquero cualquiera que destruyó este país al insistir en que lo moral es sacrificar a una nación entera para frenar un virus que tiene una tasa de survabilidad del 99,5 por ciento». Fauci es tanto «un saboteador» como un proveedor de temas para «la histeria de los medios». Para terminar de enterrar a Fauci y otros científicos, afirma Pullman, basta publicar las comunicaciones privadas entre agencias y científicos, lo que mostraría «como se hizo callar a los disidentes».
También hay que castigar a Pfizer, la compañía que acaba de anunciar que está llegando a una vacuna posible. Según Pullman, la empresa le avisó la buena noticia a Biden al mismo tiempo o antes que a Trump, que le había comprado de antemano dos mil millones de dólares en vacunas. La venganza sería publicar hasta la fórmula.
Dos medidas que Pullman recomienda tomar de inmediato son promesas de campaña de su líder. Una es simplemente ordenar que todas las tropas americanas en zonas de combate «estén en casa para Navidad», sin importar las consecuencias. La autora explica que Trump puede dar la orden y listo, y más ahora que tiene a un leal en el Pentágono. La otra medida es terminar el muro en la frontera con México y «buscar todas las maneras posibles de frenar la invasión que viene». Pullman está convencida de que en algún lugar de Centroamérica ya están saliendo caravanas de inmigrantes ilegales aprovechando que un demócrata puede ser presidente en enero.
Y siguiendo con sus fantasías, la subdirectora del medio aconseja publicar toda la información sobre supuestos fraudes electorales directamente desde la Casa Blanca. Para ilustrar el problema pone varias pantallas de Facebook y Twitter con los mensajes en rojo de que la información «es discutible», «un acto de censura». Y ya que estamos fantaseando, se da el gusto de pedir que el gobierno de su líder publique la información sobre otra fantasía de la derecha norteamericana, que Planned Parenthood, la ONG que ayuda a mujeres de bajos recursos a obtener salud básica y abortos, «trafica con órganos y células de los niños abortados».
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