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Durante la estadía del presidente Alberto Fernández en Israel, el Riesgo País no mejoró. Cerró la semana con un alza de 152 puntos y superó otra vez el piso de los 2 mil puntos, casi 10 veces más que lo que ostenta Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, y 8 veces más en promedio que el resto de la región, con la obvia excepción de Venezuela. Los bonos en dólares tampoco registraron buenas noticias.
El viernes, al mismo tiempo que el Presidente se entrevistaba con el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu, cayeron 2 por ciento. Sin embargo, esas variables al jefe de Estado no le quitan el sueño. Cree que los movimientos de eso indicadores responden a los movimientos de unos pocos operadores con intereses particulares. “No hay que preocuparse, es un juego de tensiones”, le dijo a uno de sus colaboradores en una pausa en Jerusalén.
El Presidente mira el calendario y marca en rojo el mes de abril. Espera, para entonces, haber estabilizado los puntos más delicados de la economía. Lo principal será encaminar la negociación con los acreedores.
En ese marco, la gira europea que comenzará el próximo viernes cobra especial volumen. «Obviamente a los países que tienen un lugar en el directorio y votan les transmitimos nuestra preocupación y nuestro deseo de que acompañen el pedido de la Argentina. Lo hice en Israel y lo hago donde voy porque lo necesitamos. La semana que viene hablaré lo mismo en Italia, España y Francia. Son votos y acompañamientos que necesitamos», contestó Fernández ante una consulta de Clarín.
Los votos en el board del FMI son fundamentales. El Presidente intentará poner de su lado a los gobiernos de los países miembro. El ministro de Economía, Martín Guzmán -el único dirigente nacional habilitado para hablar sobre la deuda-, viajará antes a los Estados Unidos para dialogar cara a cara con técnicos del organismo y con acreedores privado.
El Presidente quiere llevar a Europa la foto del proyecto de ley para restaurar la sostenibilidad de la deuda ya encaminado. Dependerá de las mayorías y los consensos en el Congreso.
Fernández escuchó consejos contrapuestos sobre cómo debería encarar la negociación con los acreedores. Algunos le propusieron que cerrara primero con los privados para enviar una señal al FMI. Otros le sugirieron, en cambio, que se olvidara de Wall Street y se concentrara en el organismo que conduce Kristalina Georgieva, porque -si hay acuerdo con el Fondo- los privados no podrán obviarlo. El Presidente atiende los dos frentes.
En la Casa Rosada, la semana pasada, un funcionario de estrecha confianza del Presidente ironizaba sobre el reclamo de analistas y empresarios para que el Gobierno revele un gran “programa económico”. “No existe tal cosa, el círculo rojo solo quiere eso para bocharlo”, sentenció.
No obstante, Fernández busca generar confianza con reglas claras. Si bien la principal preocupación del Ejecutivo es salir de la zona de default, avanza en heramientas paralelas que lleven tranquilidad a los inversores y ayuden a mover la economía. La ley de hidrocarburos es una de los más importantes.
Aunque se habló demasiado sobre un blindaje a Vaca Muerta, el Presidente no quiere descuidar las producción de gas convencional. La flamante ley busca garantizarlo. La francesa Total, por ejemplo, está lista para aumentar sus inversiones en Tierra del Fuego.
El Presidente no tiene planeado buscar fuentes alternativas de financiación. “¿Para qué? No me quiero endeudar más”, le escucharon decir. A mano, tiene US$ 6 mil millones pendientes que el BID comprometió a la administración de Mauricio Macri. No servirán de respaldo ni para pagar intereses, sino para financiar obras y programas. En varios casos se reasignarán las partidas a los programas que comprometió el Gobierno. Como informó este diario, el ministro de Desarrollo Social buscará solventar buena parte del Plan contra el Hambre.
El dólar blue y el contado con liqui también se movieron ligeramente en estos días. El Presidente no cree por ahora, como ya advierten analistas y exportadores, que el oficial empiece a atrasarse. «Mejor que se quede donde está», opina cerca del mandatario.
Las tarifas completan parte del combo. Cuando el Presidente reflexiona en la intimida sobre el sistema tarifario de la era Macri, le gana la indignación. «¿Por qué ganaron lo que ganaron si están atrasadas?», se queja.
Solo una vez que la reestructuración de la deuda se encamine, el Gobierno terminará de plasmar un Presupuesto creíble. El peso de los intereses de deuda es demasiado alto.
Axel Kicillof, compañero del primer viaje del Presidente, opina igual. En su caso, necesita que la fecha bisagra sea en mayo. Primero, claro, necesita que Fernández llegue a abril en las condiciones que necesita y que el 75 por ciento de los bonistas acepten su propuesta de diferimiento.
El gobernador insistió en Israel en que las estrategias de la Nación y de la Provincia están coordinadas. El gobernador y el Presidente saben que las consecuencias de un default bonaerense podrían disparar cláusulas de aceleración de otros bonos, impactar en las demás provincias y hasta en los mercados emergentes. En Jerusalén se mostraron alineados. Fernández sabe que la oferta bonaerense a los bonistas no puede mejorar demasiado hasta que el Gobierno plasme su propio acuerdo.
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