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Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Jair Bolsonar atenta contra la salud pública. El jefe de Estado instigó a los brasileños a violar la cuarentena decretada por los gobernadores de San Pablo, Rio de Janeiro y otros estados para contener el contagio del coronavirus que avanza a paso firme. Entre el miércoles y el viernes, el número de muertos pasó de 57 a 93, con la primera víctima fatal registrada en Brasilia completando un mapa que se expande por todo el país. Los infectados ya suman son 3417, en los 27 estados de la Unión, un aumento de casi mil personas en dos días.
Bolsonaro lanzó una campaña publicitaria recomendando abandonar el aislamiento y no acatar otras medidas como el cierre de comercios, las restricciones al transporte y la prohibición de asistir a los cultos evangélicos. El mensaje atifica el enfrentamiento abierto con los gobernadores e intendentes que ante la falta una política nacional comenzaron a tomar medidas contra el Covid-19 dando lugar a una fractura de hecho del pacto federativo.
«En Brasil el gobierno sigue jugando con la vida de millones de personas», denunció el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores que promueve una acción ante la justicia para impedir la divulgación de los spots oficialistas.
La campaña escogió como eslogan «Brasil no puede parar», similar al presentado a mediados de febrero por el alcalde de Milán, Giuseppe Sala. El intendente también subestimó la dolencia que ya causó unas 4.800 muertes en Lombardía, la región más rica de una Italia donde aún sobrevive algo del Estado de Bienestar. Sala acaba de disculparse por el desafortunado aviso. En cambio Bolsonaro lo retomó sabiendo los riesgos que entraña ser frívolo ante el virus en un país de 210 millones de habitantes con con más de diez millones viviendo en favelas y un servicio de salud pública deteriorado debido a su política económica austericida. Para peor, expulsó a unos 11.000 profesionales cubanos en los que se apoyaba el plan Más Médicos.
El spot del escándalo dice, mediante un locutor de voz penetrante, «por los casi 40 millones de autónomos Brasil no puede parar, por los ambulantes, ingenieros, profesores, Brasil no puede parar, por las empleadas domésticas, Brasil no puede parar».
«Para que las empresas no tengan que despedir empleados (..) para que todos vivan con calidad de vida, Brasil definitivamente no puede parar», sigue la propaganda mientras aparecen imágenes de amas de casa, operarios y vendedores ambulantes.
La pieza es «contraria a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud», reportó este viernes el diario conservador O Globo, otrora alineado al gobierno.
«Bolsonaro está preparando una campaña para que el pueblo vaya a las calles, eso es un genocidio, Bolsonaro es el único gobernante en el MUNDO (con mayúsculas) que hace esto», acusó Ciro Gomes, ex candidato presidencial en 2018 por el Partido Democrático Trabalhista, de centroizquierda.
Paralelamente el mandatario posteó en la mañana del viernes el video de una marcha en la ciudad de Camboriú, estado de Santa Catarina, en el sur del país, donde los participantes muestran su indignación con la cuarentena. La incitación a la rebeldía antisocial pareció rendir sus frutos, ya que en la tarde tuvo lugar una marcha similar en San Pablo, capital del estado homónimo que es el más golpeado por el Covid-19 causante, allí, de 68 muertos y 1223 pacientes infectados.
La posición del gobierno no es compartida por la mayoría de los gobernadores ni por el titular de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, del partido Demócratas (centroderecha). Si el público no hace cuarentena Brasil va a sufrir una «tormenta perfecta» con un crecimiento alto de los pacientes y el «colapso» del sistema de salud, declaró Maia, cuyo derrotero político es comparable al grupo mediático Globo: pasó del apoyo al bolsonarismo a una oposición tardía. No comparte los desvaríos del ex capitán pero defiende su política económica neoliberal al extremo.
INCENDIARIO
La conducta del mandatario ultraderechista asombra al mundo, El director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró al sitio UOL que no comparte la opinión de Bolsonaro, para quien el virus es una «gripecita», y le recomendó que trate al tema como lo que es, «una dolencia muy seria» a la cual se debe enfrentar con todas las armas disponibles.
Si los arrebatos del jefe del Planalto el año pasado sobre la Amazonia, justificando los incendios más lesivos en una década, sorprendieron a la opinión pública y motivaron reacciones de la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron, su posición ante el virus parece haber causado un espanto aún mayor.
El semanario británico conservardor The Economist, leído por banqueros y empresarios de todo el mundo, que antes de las elecciones lo había pintado como un Trump de los trópicos, en su edición de esta semana le dedicó un sobre fultimnante, «BolsoNerón». El diario Il Manifesto, el más importante de la izquierda italiana, se refirió a las iniciativas «irresponsables del Bolsovirus.
El diario Folha de Sao Paulo publicó un estudio del respetado Imperial College de Londres que estima que si Bolsonaro logra cancelar las cuarentenas, Brasil puede tener 188 millones de contagiados, de los cuales más de seis millones pueden necesitar un hospital. El total de muertos puede llegar a 1.152.283. En cambio, con una cuarentena estricta, puede haber 44.000 muertes. El gobierno británico cambió su política luego de un informe similar del Imperial College.
La respetada periodista María Cristina Fernándes, del diario de negocios Valor, reveló que en los corrillos de Brasilia comenzaron las especulaciones sobre el futuro del excapitán. Algunos dirigentes parlamentarios que antes respondían al Planalto y grupos de poder fáctico no descartan su salida antes de la conclusión del mandato en 2022. El artículo se titula «La carta de renuncia». No plantea ninguna certeza, sólo registra el estado del arte en los despachos por donde pasa el poder.
Sin dudas Bolsonaro está al corriente de esos cabildeos. El jueves anticipó que se avecina el «caos» además de insinuar que la «normalidad democrática» puede acabar. Un día después un periodista oficialista le preguntó si está apostando al golpe, ante lo cual evitó dar una respuesta categórica, habilitando todo tipo de lecturas. Lo cierto es que en el caos, inclusive desestabilizando su propio gobierno, es que el exmilitar se siente más a gusto.
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