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Todos los hombres y mujeres del Presidente están vacunados. No contra el coronavirus, por supuesto. Pero sí recibieron una dosis que inocula cuatro cepas diferentes de la gripe. Algo es algo. El Gobierno Nacional consiguió solo doce dosis para minimizar riesgos de esa otra infección más controlable y habitual en el país pero que, sumada a la nueva peste, podría causar un estrago mortal en organismos sanos. Para conocer la verdadera cúspide del poder político en la Argentina basta con saber quiénes recibieron esa inyección preventiva.
Son el presidente de la República, Alberto Fernández, y once personas que son los funcionarios y familiares con quien él interactúa buena parte del día, todos los días.
Según fuentes gubernamentales, entre los que se encuentran algunos de los nombrados, los inmunizados contra las diferentes gripes fueron, además de Fernández, la primera dama, Fabiola Yáñez; la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello; el jefe de asesores de la Casa Rosada, Juan Manuel Olmos; y el vocero gubernamental; Juan Pablo Biondi, entre otros pocos, incluido algún familiar directo del primer mandatario.
La llegada del coronavirus al poder, en modo figurado, empezó tarde. Aunque las medidas para mitigar su expansión se tomaron desde ese momento muy rápido. El 19 de marzo pasado, Fernández anunció que todo el país, salvo excepciones del mundo del trabajo y la economía, entraría en un aislamiento obligatorio. Había tomado la decisión dos días antes, en una reunión en la Quinta de Olivos en la que escuchó los consejos no solo de su ministro de Salud, Ginés González García, si no también del ministro de la misma área pero de Capital Federal, Fernán Quirós.
Los acompañaban el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicilloff. Éste último fue el único que planteó que una medida extrema cómo el aislamiento casi total afectaría a la economía, contaron fuentes que conocen la trastienda de ese encuentro.
Fernández pasó el fin de semana analizando, ahora, la extensión de la medida que tenía como último día al 31 de marzo. Las posibilidades son dos. El aislamiento tendría como nuevo límite el 13 de abril. O podría ir aun más allá. El Presidente lo anunciaría mañana o el martes, de acuerdo a la versión extraoficial de ministros del Gabinete. Más allá de la fecha estipulada en la nueva medida de confinamiento, todo indica que si el Presidente considera necesario volver a correr el límite más allá de semana santa, lo hará.
Fernández informó oficialmente el inicio del confinamiento casi total el 19 de marzo.
Ese mismo día difundió una carta al «querido pueblo argentino» vía la web de la Casa Rosada.
El texto indica la gravedad que le da el Gobierno a la pandemia. El Presidente escribió que si la sociedad era indiferente a la medida, los «científicos» le habían asegurando que se contagiarían de coronavirus «la mayoría de los argentinos». Su descripción del estado de situación fue éste: dijo que la ciudadanía enfrentaba a «nuestro mayor desafío del siglo XXI».
Días antes de que se cumplan sus primeros cien jornadas como Presidente de la Nación, creía que su mandato sería evaluado por posibles logros económicos, e incluso por una reforma de la Justicia. Sueños viejos en un mundo nuevo.
Hoy, el Gobierno se encuentra enfocado en su totalidad a mitigar el virus que trastocó al mundo.
Las cifras frías de números de contagiados y muertos por el Covid-19 que se notifican de modo oficial están retrasadas, admitieron fuentes oficiales y técnicos de la salud que asesoran a Fernández.
Ocurre que el Ministerio de Salud de González García, no logró aun entregar los 35 mil kits para testear en las provincias a los posibles enfermos de esta pandemia.
Esos análisis se siguen realizando en el único organismo público que puede hacerlos, el Instituto Malbrán.
Ayer por la tarde, el ministerio de Salud envió un cronograma de entrega de kits a los gobernadores y al jefe porteño.
Clarín accedió a ese documento, que indica que a la gran mayoría de las provincias le corresponden mil tests. La fecha de entrega era ayer. No pasó. La provincia de Chaco recibirá dos mil kits.
Igual que Córdoba. Que Santa Fe. Y que Tierra del Fuego.
A la Ciudad de Buenos Aires se destinarán tres mil de esos reactivos. A los que se sumarán mil más para el Hospital Pediátrico Garrahan.
La Provincia de Buenos Aires, con su inabarcable conurbano, tendrá cuatro mil testeos. Y mil más para el Hospital Posadas, ubicado en El Palomar.
Los casos se complejizan de acuerdo a cada distrito.
El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, espera esos testeos para evacuar dudas que podría, viralizarse, en el sentido figurado y literal del término.
Uno de los casos positivos que detecto esa provincia del norte corresponde a un soldado que llegó a bordo de un colectivo junto a veinte compañeros de la escuela de suboficiales Sargento Cabral, de Buenos Aires. Los médicos se estremecieron cuando escucharon que el soldado contó que en esa dotación dormían doscientos militares más en el mismo ambiente. Todos tosían, afirmó. Aun no pudieron testearse ni siquiera a sus compañeros que volvieron con él a su Jujuy natal.
Fernández se convenció de que el Covid-19 traería graves problemas para la Argentina cuando se detectó el primer caso. Fue el 3 de marzo.
El ministro González García estaba seguro que el Covid-19 llegaría en el otoño.
Fernández lo defiende: «Siempre con honestidad intelectual».
Hacía pocas semanas que Fernández había vuelto de una gira por Europa.
La unica mandataria, que le habló del Covid-19 fue la Canciller de Alemania, Ángela Merkel, contaron fuentes inobjetables de Presidencia.
«¿Qué piensa del coronavirus?», le preguntó ella en una cena oficial. El Presidente repitió el análisis de su ministro: «Falta». Merkel insistió: «¿En cuánto calculan las perdidas económicas por la pandemia?». Y agregó: «Nuestros estudios dicen que la economía perderá 600 mil millones de euros».
Fernández quedó admirado por su inteligencia.
Hoy, la admira todavía más.
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