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El mismo día en que Alberto Fernández visitó al Papa, al primer ministro y al presidente de Italia, Giuseppe Conte y Sergio Mattarella; en el puntapié inicial de su gira europea Europa, el continente crujía. Después de una larga espera, se consumó el Brexit y Gran Bretaña dio su anunciado portazo. En la puerta de Brandenburgo, a pocas cuadras de la cancillería alemana, donde tres días después el Presidente cenaría con Angela Merkel, una multitud se congregó para entonar el himno de la alegría, agitar las banderas de la Unión Europea y llorar el final de una etapa.
Apenas seis días después, el Presidente regresó a la Argentina con el apoyo de Francisco, los italianos, Merkel, el español Pedro Sánchez y el francés Emmanuel Macron a la negociación por la deuda con el FMI. En el medio, la titular del organismo de crédito, Kristalina Georgieva, se reunió con el ministro de Economía Martín Guzmán y escuchó con atención la previsible mirada del Papa sobre la deuda.
Sin embargo, a pesar del indudable éxito de la gira en términos políticos; el Presidente sabe que solo con Europa no alcanza para inclinar la balanza a su favor en el directorio del FMI. Ni siquiera es suficiente con la simpatía de la directora ejecutiva del Fondo.
Donald Trump, antes que nadie, tiene la llave. También la tuvo hace 18 meses cuando decidió que el FMI le entregara a la administración de Mauricio Macri el préstamo más grande en los 76 años de historia del organismo. No solo cuenta con el 16,5 porcentaje de los votos (más de un punto que la UE). También tiene poder de veto y, como suele repetir el propio Presidente, es “el país más poderoso del mundo”, con todo lo que eso significa. Los votos de Gran Bretaña (el 4 por ciento del total), también cuentan y, por ahora, son una incógnita.
Algunos integrantes de la delegación oficial que acompañó al Presidente en Europa sugieren que la renovada presión del Gobierno por Malvinas puede alejar más a Londres de la Argentina en el Fondo (y en cualquier ámbito).
Sin embargo, Fernández recogió una impresión durante la gira que lo entusiasma, según confían muy cerca del mandatario. El Brexit, que dañó a Europa, puede convertirse en una oportunidad para América latina y -sobre todo- para la Argentina.
El Presidente cree, como le dijeron algunos de los líderes europeos, que el primer ministro británico Boris Johnson y Trump estrecharán su vínculo. En cambio, advierte que Europa buscará equilibrar la balanza acercándose a Canadá y a América latina y que China y Rusia atenderán -como siempre- su propio juego.
En el Gobierno se entusiasman con esa ecuación y con la visión que Macron compartió con el Presidente: hacer de la Argentina una potencia regional como lo es Francia en Europa.
A pesar de la crisis, Fernández está convencido de que la Argentina sigue siendo uno de los más países más estables y confiables de la región y que puede convertirse en la puerta de entrada de las inversiones y de la política europea en Latinoamérica. Ya sea para resolver la crisis humanitaria en Venezuela o para acercar voluntades entre dirigentes de ambos continentes. A Merkel, por ejemplo, le propuso ser el puente con el mexicano Andrés Manuel López Obrador. La desconfianza que Jair Bolsonaro despierta del otro lado del Atlántico potencia la visión del Presidente. Fernández le expresó la misma idea sin rodeos a Macron, frente a todo el mundo, en su declaración conjunta a la prensa en el Elíseo. «La Argentina puede ser la puerta de entrada de Francia en la región», sostuvo.
Su amigo, el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, le transmitió el enojo que los líderes europeos sienten con Johnson, cuentan los íntimos del mandatario argentino. El líder del PSOE es uno de los más entusiastas defensores de la idea de que la Unión Europea debe premiar a quienes se quedan y castigar a los que se van del bloque.
La Argentina podría beneficiarse comercialmente más allá de las idas y vueltas por el acuerdo UE-Mercosur; pero también en otros temas sensibles y de interés para el país. Como adelantó Clarín, el canciller Felipe Solá le pidió a su par francés, que reconozca como territorio en litigio y colabore con la presión a Gran Bretaña en áreas más relevantes de Naciones Unidas que el comité de descolonización, donde -afirman- el debate quedó muy reducido.
En cada una de las ciudades que visitó, el Presidente se definió como «europeísta». Sus colaboradores cuentan que no entiende por qué la Argentina sigue esperando por los Estados Unidos, “una chica que siempre invitamos a salir y nunca nos dice que sí”, a diferencia de la Unión Europea que concentra a los principales inversores externos de la Argentina.
En cualquier caso, el Presidente no quiere quiere confrontar con la Casa Blanca. Su favoritismo por Europa no es en detrimento de Washington; sabe que no le conviene. Y, aunque promueve una solución distinta para Venezuela, accedió al pedido del Departamento de Estado y habló con Nicolás Maduro para que liberara a un ciudadano estadounidense detenido. El sucesor de Hugo Chávez accedió y, además, soltó a otros cuatro detenidos.
Trump ya le hizo un guiño al Presidente cuando recibió al flamante embajador Jorge Argüello. “Dígale al presidente Fernández que puede contar con este presidente”, dijo el magnate republicano. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ya había abogado ante él a instancias de Fernández, según confirmaron fuentes oficiales en París.
El Presidente sabe que la deuda argentina es apenas un capítulo de la enorme y tensa agenda entre Estados Unidos y Europa. Sin embargo, confía en que esas discusiones mayores (la OTAN y los aranceles comerciales, por citar solo dos) no necesariamente interferirán en la negociación argentina. “Ellos (por los Estados Unidos) saben que tienen una enorme responsabilidad en lo que pasó y no quieren que nadie -menos Europa- se los recuerde”, cuentan los colaboradores más estrechos del Presidente.
La perspectiva del retiro de Merkel de la política en 2021 y la baja popularidad de Macron (una constante desde el inicio de su gobierno) abren interrogantes sobre la continuidad del respaldo de los dos principales países de la Unión Europea a la Argentina y de la posible sociedad entre los bloques. Acaso sea otra razón para avanzar en un acuerdo rápido con el Fondo. A Fernández no le preocupa. “¿Qué podría hacer? ¿Esperar?”, lo escucharon decir en Jerusalén antes de embarcarse a su primera gira internacional.
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