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«El lunes les cuento quién va a ser el técnico. Nosotros tenemos todo. Hasta los que van a entrenar a las Inferiores». Desde ese miércoles 4 de diciembre en el que, sentado en la silla de Intrusos, Juan Román Riquelme hizo una promesa de campaña, pasaron tres lunes de este diciembre -en un lapso total de 23 días-, y Boca no tiene entrenador, ni refuerzos, ni está solucionada la continuidad de Tevez, no se sabe cuál es la política a seguir, la conformación del plantel está en veremos, la pretemporada sin definir y el cuerpo técnico de las divisiones juveniles está nombrado pero sin oficializar.
Nadie podría exigirle a JR que al día siguiente de ganar las elecciones presentara al staff completo y peinado para la foto, pero tampoco que se consumiera casi un mes sin que se resolviera ningún asunto trascendental para un año deportivo intenso, que incluye la definición de la Superliga, la Copa Argentina y la Libertadores, nada menos. Todo, a apenas una semana del regreso del plantel a los entrenamientos y el reloj corriendo.
El dato no es menor. De los 24 equipos de la Superliga, sólo Boca y Huracán (con sus problemas deportivos y extradeportivos mediante) están sin entrenador. En el caso de Boca la situación roza lo insólito, toda vez que las charlas con Miguel Ángel Russo (hoy por hoy el único candidato para el puesto) avanzaron rápido, pero extrañamente se estancaron en el umbral de la oficialización. Tamaña demora sólo despierta interrogantes e hipótesis, en un club ideal para que la psicosis se viralice. Resulta llamativo que se demore la llegada del técnico, más que nada porque la negociación pintaba para ser un trámite veloz y además porque esa definición traba y condiciona todo lo demás que el club tiene que resolver con premura. Por más que sean temas que puedan hablarse de antemano, no es lo mismo estar que no estar. Y Boca demanda con urgencia ocuparse de los asuntos.
¿Qué podría estar pasando entonces? El único asunto que por dinámica propia puede complicar el andar de la nueva dirigencia es el económico. Jorge Amor Ameal reiteró varias veces que la situación financiera no es el camino de rosas que describía el angelicismo y para eso encargó una auditoría. Pero resulta difícil de aceptar que el panorama sea tan sombrío como para que el club esté paralizado.
¿No es una falta de respeto, acaso, que ya cerca de Año Nuevo una figura histórica como Tevez no tenga certezas de su futuro inmediato? ¿Dónde quedó lo del «respeto a los ídolos», tan repetido por Ameal, Riquelme y Pergolini? ¿Fue sólo un slogan de campaña?
El club, además, está inmerso en un silencio de radio que excede el hermetismo habitual de Román con los medios. De verdad, no se entiende el misterio de no presentar al nuevo staff de Inferiores, sobre todo porque se trata de figuras enormes en la historia de Boca, “Hablamos una vez que nos oficialicen”, reiteran por lo bajo los recién llegados al club. «Nos recomendaron que no habláramos con nadie», insisten, casi disculpándose. Y Boca, un club que hizo en los últimos años de la comunicación una herramienta de poderosa ligazón con sus socios e hinchas, está virtualmente mudo, como si el efecto Riquelme tiñera al resto de las áreas. La campaña terminó, y la gestión es un poco más complicada. Y no se puede vivir del Amor…
Las cuestiones que tienen que resolver Román y Cía pasa por los DT’s, los refuerzos y las renovaciones.
Las cuestiones que tienen que resolver Román y Cía pasa por los DT’s, los refuerzos y las renovaciones.
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