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Bolsonaro en estado puro   | Página12

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El número de muertos en el estado brasileño de San Pablo no es fiable: un fulano muere de una gripe común y de inmediato dicen que fue por el coronavirus. Tampoco merece fe el número de muertos en Nueva York. Hay fuertes intereses económicos en asegurar que el epicentro de la epidemia está en Estados Unidos. No está: el número es inflado por quien quiere avanzar sobre la economía global.

Esas estupideces fueron proferidas por el ultraderechista Jair Bolsonaro en un reportaje transmitido ayer por una de las emisoras de televisión generosamente apoyadas con robustos aportes del gobierno en publicidad. Y engordan la percepción del grado de demencia que el presidente brasileño padece.

La cuenta: de las 92 muertes por coronavirus registradas en Brasil hasta las tres y media de la tarde de ayer, 68 ocurrieron en San Pablo. Con eso, en una semana los casos en la provincia crecieron 209 por ciento.

Pero para Bolsonaro son números manipulados: lo que importa es suspender de inmediato la cuarentena determinada por gobernadores y alcaldes, en coincidencia con lo orquestado por los medios de comunicación para esparcir otra epidemia, la de la histeria colectiva, en perjuicio de los intereses de los trabajadores y de la población en general.

También por eso ayer empezó a circular en las redes sociales un video de un minuto y medio defendiendo que el país no puede parar, y pidiendo a todos que salgan a la calle y vuelvan a trabajar.

El video fue encargado por un concejal de Rio de Janeiro que no ocupa ningún cargo en el gobierno nacional. Su nombre es Carlos Bolsonaro, y es uno de los tres hijos presidenciales que lo rodean y a quien él oye por encima de todos sus asesores y ministros.

Habrá otras piezas de publicidad, a un costo de alrededor de 930 millones de dólares, todas encargadas por quien legalmente no podría hacerlo. A tiempo: el papá presidente trata al hijo Carlos como “mi pitbull”.

Brasil vive días de vértigo. Ayer, por ejemplo, ocurrió algo que parecía imposible hace dos días: el aislamiento de Bolsonaro aumentó aún más.

El Frente Nacional de Alcaldes emitió un comunicado oficial advirtiendo que recurrirá a la Justicia para responsabilizar al presidente si la campaña publicitaria no es retirada de inmediato, por las consecuencias en los sistemas municipales de salud.

Paulo Guedes, el ex funcionario de Augusto Pinochet que ocupa el ministerio de Economía y trata de imponer en Brasil un régimen de neoliberalismo fundamentalista, defendió el aislamiento de la población, contrariando a su jefe. El mismo Guedes no se encuentra en Brasilia: está aislado en su departamento de Rio de Janeiro.

Por la tarde, Cesar Maia, el derechista que preside la Cámara de Diputados, comentó que la liberación de 40 mil millones de reales (unos ocho mil millones de dólares) anunciada al mediodía con pompa y circunstancia por el gobierno como ayuda para que pequeñas y medianas empresas paguen a sus empleados es una iniciativa tímida y que no soluciona nada.

A Bolsonaro le preguntaron sobre lo que dijo el vicepresidente el jueves, asegurando que el gobierno defiende el aislamiento y que su jefe se había expresado mal en dos pronunciamientos que sacudieron al país. El presidente le recordó al general retirado Hamilton Mourão que “¡yo soy el presidente, el presidente soy yo!” Más tarde, dijo en otra entrevista que “Mourão es más tosco que yo”, recordando que, además, no lo puede hacer renunciar y por eso dice lo que quiere.

O sea: si pudiese, lo echaría.

La verdad es que en todo ese aislamiento Bolsonaro no le habla al viento: le habla a sus seguidores fanáticos. Pese a la considerable pérdida de respaldo en su electorado, todavía mantiene un significativo contingente de apoyos, inclusive entre el empresariado, dispuesto a aceptar todo lo que diga.

Las estupideces que dispara con intensidad creciente encuentran fuerte eco, y se expanden a alta velocidad, por las redes sociales.

Su embate contra los gobernadores, con foco especial en João Doria, de San Pablo, y el extravagante Wilson Witzel, de Rio, ambos derechistas, se debe a que los dos anunciaron hace rato que pretenden disputar las presidenciales de 2022. Y, por lo tanto, son rivales en potencial.

Hay un detalle, sin embargo, imposible de saber, al menos hoy: ¿en 2022 Bolsonaro todavía estará en la presidencia?

La respuesta podrá ser conocida dentro de muy poco. 

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