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«Nos cagamos a piñas en el boliche. Nos sacaron a todos. Esperamos a que se vaya la Policía y ahí los recagamos a piñas. Dos convulsionaron, a uno lo mandamos al hospital sin signos vitales. Ahora estamos yendo al Mc Donald’s a ver qué pasa». Así, con esa fría e impiadosa descripción, Blas Cinalli, uno de los ocho rugbiers imputados por el asesinato de Fernando Báez Sosa, le relató vía chat de whatsapp lo que sucedió la noche del 18 de enero a un amigo suyo que se encontraba viajando en ese momento rumbo a esa localidad de la Costa. Un relato que refleja, además, la premeditación con la que actuaron. Esperaron a que se fuera la Policía de la puerta del boliche Le Brique para poder ir a golpear (y matar) a Fernando.
Los mensajes del celular de Cinalli, que la prensa difundió este miércoles, fueron enviados a un amigo a las 5.15 de la madrugada, menos de una hora después de consumado el asesinato de Fernando. Luego de pasarle el parte de la golpiza, a lo que su amigo le respondió aplaudiendo el hecho con un «Son los demoledores», Cinalli envió otro whatsapp con lo siguiente: «Amigo, flasheamos. Matamos a uno».
Como si nada, luego de contarle lo sucedido con Fernando, le envió otro mensaje que habla a las claras de la frialdad del imputado: «Sólo quiero tomar vino y fumar flores». Vale recordar que este Cinalli es el mismo que en la indagatoria de la semana pasada frente al juez David Mancinelli declaró con tono apesadumbrado: «Yo lo único que quiero decir es que no quisimos que pasara lo que pasó».
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