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Los silencios del establishment son cada vez más expresivos, como la ausencia de un repudio institucional al levantamiento ilegal e irresponsable de grupos de policías bonaerenses, que llegaron a rodear armados y con patrulleros la Quinta de Olivos.
Sectores políticos, gremiales, de pequeñas y medianas empresas, sociales y culturales difundieron públicamente el rechazo a esa rebeldía, señalando que fue un desafío al Presidente y un juego con fuego de las reglas de convivencia en democracia. Es evidente que eso no fue lo que evaluó el mundo de las grandes empresas agrupadas en diversas cámaras porque no elaboraron un comunicado al respecto
El presidente de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, tuvo en cambio una posición firme, al afirmar en un reportaje a Página/12 que «cuando se sublevan con armas es jorobado, nunca había visto algo como lo que pasó en la residencia del Presidente».
No deja de sorprender que el resto del establishment no haya manifestado preocupación por las instituciones y la seguridad jurídica, pues esas son sus consignas preferidas para cualquier medida que no le gusta.
Si continúa tan distraído de acontecimientos relevantes, como el resultado exitoso del canje de deuda con acreedores privados o con la rebelión de la Policía Bonaerense, y no muestra un poco de énfasis en repudiar movimientos de desestabilización puede correr el riesgo de que se lo asocie con ellos.
El asedio al gobierno de Alberto Fernández, que se manifiesta en diversas formas con el objetivo preciso de erosionarlo, se despliega sin importar que la sociedad está padeciendo los golpes de una doble crisis: sanitaria y económica.
Ciclo económico
La actual situación económica es mejor respecto al pozo profundo donde cayó la actividad en abril pasado, las únicas cuatro semanas en las que se puede considerar como cuarentena estricta y efectiva. Igual sigue en estado crítico.
Mantener un sendero de mejora constante es una misión compleja. Lo es porque existe un contexto económico internacional que sigue siendo negativo, un desafío sanitario todavía incierto hasta que no haya una vacuna, un cuadro socioeconómico local complicado y un comportamiento tóxico en la generación de expectativas sociales por parte de corporaciones.
Esto último agudiza la incertidumbre propia de una crisis inédita provocada por la pandemia de la covid-19. Gran parte del establishment alucina con un gobierno intervencionista porque se ocupa de irregularidades obscenas del sector privado (Vicentin, Edesur, telecomunicaciones). Así van influyendo en el espacio público para debilitar las perspectivas económicas de rebote, aunque se sabe que esa participación tiene fundamentalmente una misión política de afectar la base electoral y legitimidad política de la coalición gobernante.
El presidente Alberto Fernández busca contrarrestar esos factores negativos con iniciativa de apoyo financiero a diversos sectores, con visitas a plantas industriales que expanden la producción mostrando que la economía está encendiendo los motores, con anuncios de obras públicas en provincias con criterio federal para impulsar la construcción y con una firme vocación de diálogo con diferentes actores económicos y sociales aunque sean beligerantes.
La tendencia del ciclo económico, de todos modos, se juega en otro terreno. Necesita fundamentalmente de una política económica consistente (fiscal, monetaria, cambiaria y de ingresos) para neutralizar las fuerzas negativas que lo impulsan a la baja, al tiempo de definir medidas para fortalecer el movimiento al alza.
Raíz cuadrada
Para vislumbrar una recuperación económica tienen que operar en simultáneo cuatro componentes clave:
1. La vacuna que frene la expansión del coronavirus.
2. Una mayor movilidad de personas vinculadas a la producción de bienes y servicios.
3. El diseño de políticas fiscal y monetaria expansivas
4. La mejora del ingreso en términos reales de la población.
El fuerte impulso de la actividad luego del derrumbe histórico de abril que se extendió hasta julio empezó a mostrar una incipiente fatiga el mes pasado. Muchos analistas evaluaban que la economía podía dibujar un recorrido parecido a una V; esto se traduce en un movimiento de caída brusca de la actividad con posterior suba intensa, para alcanzar rápido el mismo nivel previo a la debacle.
Con los últimos datos de algunos sectores (cemento, demanda de energía eléctrica de la industria, insumos para la construcción, producción de manufacturas de la industria, entre otros) la evaluación es otra. El último informe de coyuntura del Instituto de Trabajo y Economía estima que el dibujo que está realizando la actividad tiene la forma de raíz cuadrada: fuerte caída, recuperación sin alcanzar el nivel anterior y estancamiento en ese umbral que es más bajo respecto al punto de partida.
Pipa Nike
En un evento organizado por la plataforma Outthinker, Paul Krugman postuló que el dibujo de la probable evolución de la economía mundial se asimilaría a la de la pipa del logo de Nike, donde la curva de crecimiento tendría una angulación más plana que la de la caída.
Raíz cuadrada o pipa Nike, la mayoría de los economistas no cree en una recuperación rápida. Krugman lo dijo del siguiente modo: una mejora rápida en V tiene de base una demanda reprimida que, superada la crisis (por ejemplo una guerra), se lanza a consumir aquellos productos que no había podido adquirir durante el período de la debacle.
Esta crisis, en cambio, no ha frenado la adquisición de bienes durables, como automóviles o electrodomésticos. Son mercados que han estado castigados pero no paralizados. No existe un colapso de ese tipo de consumo o de otros productos que el comercio por Internet permitió mantener a flote, lo que no significa bonanza.
Sí existe colapso en actividades de entretenimiento, restaurantes, comercios a la calle, indumentaria. Krugman explicó que son gastos no recuperables; es decir, el sector servicio no se recuperará de las ventas no realizadas y «esto hace que una recuperación en V sea dudosa».
Krugman
El Premio Nobel de Economía también mencionó que habrá daños colaterales «tremendos» de esta crisis y, por lo tanto, «la resaca que vamos a vivir» afectará a la economía durante mucho tiempo.
Advirtió que serán muchísimos los negocios y las empresas que deberán cerrar, y si no lo hacen se verán muy afectados en su capital: «les costará mucho tiempo y trabajo volver a operar con normalidad«.
Con deudas acumuladas en estos meses, familias y empresas en lugar de consumir se tendrán que dedicar a restaurar el equilibrio financiero. Indicó que además del sufrimiento que la enfermedad en sí misma ocasiona, habrá un sufrimiento económico «muy potente».
Krugman ofreció una luz de esperanza: «poco a poco nos recuperaremos y eventualmente alcanzaremos una recuperación completa, pero no va a ser tan rápida como la sociedad espera. Veo francamente difícil que en un año podamos mirar atrás y decir: ‘fue muy duro, pero ya ha pasado’. Creo que la resaca de la covid-19 va a durar todo el año que viene, e incluso irá más allá del 2021″.
Oferta y demanda
La actual crisis tiene la particularidad de que un virus provocó una caída vertical en forma inmediata y simultánea de la oferta (producción) y demanda (consumo). Los paquetes de emergencia de los Estados buscaron proteger a los dos actores de esa relación (empresas y trabajadores). Esos estímulos del sector público consiguieron un rebote más rápido por el lado de la oferta, mientras que la demanda tuvo una reacción positiva aunque más lenta.
Esta última respuesta se explica por el aumento del desempleo, la disminución de salarios nominales en algunos casos o el congelamiento en otros, y el freno de los hogares a ampliar el consumo más allá de los productos esenciales por el temor a lo que puede deparar la economía y a las previsiones por exigencias futuras debido al incremento del endeudamiento en estos meses.
Este menor dinamismo de la demanda terminará por arrastrar a la producción hasta el estancamiento o a la pérdida de estímulos al alza. El mayor impulso a la actividad tiene que venir ahora por el lado de la demanda, o sea de la mejora del ingreso disponible de la población para empujar la producción y las ventas.
Esto no significa restar recursos para la protección del tejido productivo o para el financiamiento de las empresas, sino que se requiere fortalecer la política de ingresos.
Mientras las jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo tienen ajustes trimestrales, el resto de las prestaciones sociales y la mayoría de los salarios no han tenido actualización en lo que va del año. Teniendo en cuenta el alza de precios en estos meses, sin recomposición de los ingresos la debilidad de la demanda es una consecuencia previsible.
La inflación interanual en julio fue de 42,4 por ciento y los salarios registrados subieron en promedio 35 por ciento, ambas cifras proporcionadas por el Indec. Sólo los salarios del Agro (producción primaria, alimentos y bebidas), con un alza de 54 por ciento, y de Información y Comunicación, con el 50 por ciento, le ganaron a la inflación. El resto quedó por debajo.
Otro indicador de la fragilidad de la demanda es la evolución del gasto público, que tuvo su pico en junio pero bajó al mes siguiente, con la lógica oficial de que si sube la actividad disminuyen las erogaciones del fisco (menos ATP e IFE). Es una medida que necesariamente debilita la recuperación por el lado de la demanda.
Además de apertura de industrias y comercios, los empresarios tienen que pedir que aumente el ingreso disponible de la población porque si no lo hacen van a tener las puertas abiertas pero muy pocos clientes.
Larga marcha
La prudencia fiscal puede ser una estrategia del equipo económico para el inicio de las negociaciones con el FMI o para cambiar las expectativas del mercado, que está jugando a una fuerte devaluación.
La búsqueda de modificar de ese modo ese clima de desconfianza de financistas y empresarios puede terminar por generar otro tipo de expectativas negativas, más amplia e inquietante para la mayoría de la población, que es la de una recuperación floja.
Si se trata de facilitar la presentación del programa económico ante los técnicos del Fondo, la directora gerente, Kristalina Georgieva, y la economista jefa, Gita Gopinath, de ese organismo internacional ofrecen argumentos para eludir presiones.
En el reciente artículo «Emergiendo más fuerte del Gran Confinamiento», que firmaron ambas en Foreign Policy, señalan que esta crisis está lejos de terminar y que la recuperación sigue siendo muy frágil y desigual.
«Para asegurar que la recuperación continúe, es fundamental que el apoyo no se retire prematuramente (a empresas y a trabajadores)», aconsejan, en referencia a los paquetes de emergencia fiscal y monetaria.
La economía argentina tiene varios antecedentes de crisis y rebotes. La última de magnitud fue la de 1998-2002. Con un contexto externo favorable (tasa internacional baja y términos de intercambio positivos por el alza de los commodities) y en default, el crecimiento a tasas chinas facilitó una recuperación en casi tres años (33 meses) a una velocidad record. La actividad regresó a los niveles de agosto de 1998 recién en mayo de 2005.
¿Cuánto tiempo llevará la recuperación de la actual crisis que reúne los dos años de recesión macrista más el impacto fulminante de la pandemia? La caída del Producto Interno Bruto es mayor que en la crisis del estallido de la convertibilidad y el escenario económico internacional es más complejo.
Para que la larga marcha del crecimiento no sea todavía más extensa aparecen dos factores a considerar:
1. No caer en la trampa de aplicar una fuerte devaluación.
2. No debilitar la demanda, lo que significa fortalecer la política de ingresos.
Como se mencionó, la forma y calidad de la economía pospandemia se juega en la consistencia de la política económica durante la pandemia, que debe eludir el acoso del establishment y el griterío de la ortodoxia alimentando la economía del miedo.
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