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Una imagen. En ella Alberto Nisman sonríe. Está relajado, de vacaciones, sin traje. El mensaje que acompaña la fotografía es de su hija Iara: “De los momentos felices que pasamos juntos. Así nos gusta recordarte”. Un corazón es el corolario.
Se había cumplido el primer aniversario de la muerte del ex fiscal. Nada era lo mismo ni lo volvió a ser. Cinco años transcurrieron desde aquel 18 de enero en el que el ex titular de la UIF-AMIA fue hallado sin vida en el baño de su casa. Sus hijas tenían quince y ocho años.
En la actualidad con un bajo perfil y alejadas de la causa que determinó que se trató de un homicidio, buscan retomar sus vidas, imprimirles normalidad.
Estudios, cambios de colegio, proyectos profesionales son parte de una rutina que no escapa al sello distintivo de quiénes son.
“Frente al apremio de reconstruir (…) el proyecto de vida personal, familiar y profesional resquebrajado (…) sobreponer la vida, la salud, seguridad y bienestar de la familia postergados en pos del esclarecimiento de aquella muerte», fue el argumento de la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman y madre de Iara y Kala,cuando en 2018 puso punto final a la participación de la familia como querellante en el caso.
No abandonaron la búsqueda de la verdad, pero eligieron el resguardo de la intimidad familiar y abrir camino a una etapa que les permita reconstruir sus vidas.
Cinco años. 1.825 días transitaron las hijas de Nisman desde su muerte. Esfuerzo, determinación y mucho diálogo son parte del círculo virtuoso que les permitió avanzar.
Iara tiene 20 años. Creció de golpe, como muchos la definen.
En la actualidad es estudiante de arquitectura en la UBA. Tuvo la opción de una universidad privada, pero en su búsqueda de la masividad y de no ser indicada sólo por el caso de su padre, con un gran desempeño académico, eligió la educación pública.
Iara, la hija mayor de Nisman, junto a Sandra Arroyo Salgado, su madre, en el acto por el 25° aniversario del atentado a la AMIA. Fue en julio de 2019.
No faltaron algunos comentarios: es apellido Nisman, no pasa desapercibida y ante el respeto de muchos, enfrentó otras situaciones igual. Esfuerzo y determinación, una vez más.
Su hobby es la fotografía y las historias detrás de cada persona retratada, es lo que más le atrae. No escatima en preguntas a su madre cuando investiga casos que alcanzan a grupos familiares, a niños.
Y en sus interrogantes hay un mensaje explícito: no te preocupes si te tenés que quedar hasta tarde resolviendo el caso. Quizás algo que le hubiera dicho a su padre igual.
La fotografía en la que se forma, la corre del protagonismo, del centro de la imagen, posiblemente como una metáfora del camino que su madre buscó que transite cuando desistió de la querella.
Aunque creció rodeada por el caso, la meta es no quedar determinada por el mismo. Avanzar y construir un futuro profesional al margen del expediente que lleva la carátula de homicidio. Fuera de la escena mediática. Detrás de cámara. Una más, pero con apellido Nisman.
Trece años. Pasión por el hockey y el desafío de una nueva escuela para iniciar la secundaria, Kala Nisman la hija menor del ex fiscal, quien cumplió años hace pocos días, también transitó estos años bajo la premisa que su madre plasmó en 2018: reconstruir sus vidas.
La expresión del crecimiento abrupto también la define, con ocho años se enfrentó a la muerte de su padre, un caso que trascendió las fronteras y que resuena siempre en el corazón de la política.
Decidió cambiar de colegio por uno más masivo, con una mirada más amplia. Eligió una nueva institución que la obligó por meses a prepararse doble turno para rendir. Sus notas dan cuenta -una vez más- del esfuerzo y la determinación. Se proyecta en alguna carrera vinculada al diseño y la nueva escuela le brinda herramientas en ese campo.
Que sigan viviendo tranquilas, construir su propia historia más allá de la que ya tienen escrita por ser las hijas de Nisman. Son las premisas que fundan la nueva etapa de la familia lejos de la causa.
A cinco años del día que cambió sus vidas para siempre, no participarán de la marcha.
Arroyo Salgado, abocada a su juzgado en San Isidro y subrogando el juzgado federal de Zárate-Campana, es el escudo afectivo y familiar que resguarda, principalmente, a Iara y a Kala.
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