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Desde Londres.Con el primer ministro Boris Johnson hospitalizado, en medio de una fuerte campaña pública para respetar el aislamiento en Pascuas y de visibles desacuerdos oficiales en aspectos centrales de la política sobre el coronavirus, el gobierno tiene que decidir esta semana cómo sigue la cuarentena.
Los últimos datos a nivel sanitario y económico son alarmantes. El Reino Unido ronda los 70 mil casos confirmados, con más de ocho mil muertes. En los últimos días ha aumentado el número de decesos a casi mil por día, acercándolo a las cifras de Italia y España en el pico de sus crisis.
A nivel económico, las proyecciones varían entre las más optimistas que pronostican una caída del cinco o seis por ciento del PIB y las más apocalípticas que hablan de un impacto histórico sin precedentes de alrededor del 15 por ciento. En todo caso, el impacto está a la vista. Según un estudio del Citizen Advice, seis millones de trabajadores (un 18 por ciento de la población económicamente activa) han sufrido despidos, suspensiones o reducción de la jornada laboral. Casi la mitad de los hogares está directamente impactado por la crisis: un 8% perdió un 80% de sus ingresos.
El gobierno ha anticipado que mantendrá la cuarentena que vence en principio este lunes. El debate es por cuánto tiempo y si habrá un relajamiento gradual que permita mitigar el impacto económico sin causar pánico epidemiológico. Según los científicos que asesoran al gobierno todavía falta cerca de dos semanas para llegar al pico de la pandemia.Según el estudio, el Reino Unido será el país más golpeado en Europa con 66 mil muertes para este agosto: el pico se alcanzará cuando haya unos tres mil decesos diarios, el triple respecto a lo registrado esta semana. El equipo del Imperial College de Londres, asesor de facto del gobierno, estimó el 16 de marzo que habría unas 260 mil muertes si no había restricciones al movimiento y menos de 20 mil si se aplicaba la cuarentena.
Este miércoles un análisis del prestigioso Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de Seattle pintó un panorama desolador. En su informe el IHME es muy crítico sobre las dudas y contramarchas que plagaron la política sanitaria. Johnson decretó una cuarentena el 23 de marzo cuando ya había 54 muertos: en Portugal se tomaron las medidas de distanciamiento social después del primer deceso.
Unas semanas antes, el 3 de marzo, como si siguiera en la campaña que le dio una aplastante victoria electoral en diciembre, el primer ministro se jactó de que estrechaba las manos de gente en sus visitas a hospitales con enfermos de coronavirus. A mediados de mes, el gobierno abandonó los tests para casos de Coronavirus. Dos mensajes más que claros que apuntaban a minimizar la gravedad de la pandemia. El 17 Johnson empezó a cambiar de tono y llamó a una cuarentena voluntaria. El 21 ordenó el cierre de restaurantes, pubs y cafés. Esa misma mañana la Asociación de Fútbol había cancelado por su cuenta todos los partidos en todas las divisiones.
Con estos vaivenes, recién con la cuarentena obligatoria del 23 de marzo del mensaje oficial comenzó a calar en la población en su conjunto. Según el IHME el precio de este comienzo tardío está claro. Y las diferencias políticas que demoraron una reacción más clara y contundente saltan a la vista cada vez que se requieren definiciones sobre distintos aspectos de la estrategia sanitaria. Esta semana el principal asesor médico gubernamental, Chris Whitty, indicó que había lecciones a seguir de la política alemana, solo para ser desmentido categóricamente por varios ministros. El de Salud, Matthew Hancock prometió la semana pasada 100 mil pruebas de coronavirus diarias, desmintiendo de hecho al mismo Johnson que había descartado este tipo de pruebas. En este contexto la enfermedad de Johnson profundiza un vacío ya existente. El canciller Dominic Raab, que lo reemplaza desde el lunes “en la medida que sea necesario” ha tenido un mediocre desempeño, sobrepasado por la responsabilidad, titubeante, insípido. Según John Grace del diario The Guardian, “la corona le queda grande”. A mediados de semana, algunos medios indicaron que había otro aspirante a la misma corona, el Ministro de Finanzas Rishi Sunak, versión desmentida enérgicamente por el gobierno: «that´s nonsense». Dicho y hecho. El miércoles Sunak y no Raab fue el encargado de dar la conferencia de prensa diaria gubernamental, un paso adelante en la sucesión. “Cualquier decisión de peso será tomada por el gabinete en su conjunto”, terció Michael Grove, el ministro del gabinete de gobierno.
Imposible predecir cuánto durará esta situación. Con la internación, la evaluación médica es más importante hoy que la política, pero esta información sale a cuentagotas y con dudosa credibilidad. El domingo pasado el gobierno informó que Johnson era hospitalizado por unos exámenes de rutina y el lunes se insistía en que seguía a cargo del gobierno y estaba de muy buen ánimo, según indicó Raab en una conferencia de prensa, respaldado una media hora más tarde por un twit del mismo primer ministro. Unas dos horas más tarde la BBC anunciaba el ingreso de Johnson a Terapia Intensiva.
Hoy el gobierno se limita a decir que Johnson está mejorando, que está de muy buen ánimo, que tuvo asistencia respiratoria, pero no respirador. No hay información precisa sobre los estudios que se le hicieron, ni desde ya prognosis. En términos generales el tiempo promedio de internación en Terapia Intensiva por coronavirus es de tres semanas. Este promedio incluye tres grupos dispares: un 15 porciento es dado de alta en una o dos semanas, un 15 por ciento muere y el resto necesita una atención mucho más prolongada.
Las últimas noticias colocan a Johnson en el primer grupo, pero como aclaran los especialistas, la recuperación será lenta y falta mucho para que pueda retomar el ritmo de 12 a 15 horas diarias de alta intensidad que requiere su puesto. Así tendrá que navegar por el momento el Reino Unido en las turbulentas aguas del coronavirus.
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