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Con pocas ganas, Perú elige a su nuevo Parlamento  …

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Desde Lima. Por primera vez en más de veinticinco años los peruanos irán el domingo a unas elecciones parlamentarias desenganchadas de una elección presidencial. Se elegirá un nuevo Parlamento unicameral de 130 miembros para reemplazar al que en septiembre pasado fue disuelto por el presidente Martín Vizcarra en uso de sus atribuciones constitucionales luego que se le negara dos veces un voto de confianza. El nuevo Congreso tendrá solamente un año y medio en funciones, hasta completar el mandato del que fue disuelto. Apatía, desinterés y desinformación en la ciudadanía, y un profundo descrédito de una clase política envuelta en sucesivos escándalos de corrupción, marcan el ambiente de estas elecciones.

La población aplaudió mayoritariamente -más de un 80 por ciento- el cierre constitucional de un Congreso muy desprestigiado, que estaba dominado por un fujimorismo que impuso un estilo de mediocridad, autoritarismo, ultra conservadurismo y protección a la corrupción política, pero no se ha entusiasmado con las elecciones para elegir un nuevo Parlamento. Pocas propuestas de cambio, que se diluyen en la multiplicidad de candidatos de los veintiún partidos que postulan, una gran mayoría de agrupaciones que representan la continuidad de esa clase política desacreditada, ausencia de liderazgos claros, candidatos en su mayoría desconocidos y que no destacan ni movilizan, y otros con cuentas pendientes con la Justicia, han caracterizado una campaña deslucida.

El descrédito de los políticos y la falta de expectativas ciudadanas se reflejan en el alto nivel de indecisos, que a una semana de las elecciones bordea el 50 por ciento. Solamente un 28 por ciento dijo estar seguro de su voto y que no lo cambiará. Esto hace impredecible el resultado de hoy. En un simulacro de votación realizado por la encuestadora Ipsos que fue publicada el domingo pasado, quedó en primer lugar la centro derechista Acción Popular (AP), pero con solamente 8,4 por ciento. El partido fujimorista Fuerza Popular, de extrema derecha, se ubicó segundo, con un escaso 6,3 por ciento. Tercero fue el Partido Morado (6,2 por ciento), agrupación nueva de centro derecha liberal, cercana al gobierno de Vizcarra, pero sin ser oficialista. A la izquierda, que se presenta dividida, no le va bien en las encuestas. En este sector les va mejor al Frente Amplio y Juntos por el Perú, con 2,7 y 2,4 por ciento, respectivamente. Los votos en blanco y viciados sumaron 43,1 por ciento. El presidente Vizcarra tiene 58 por ciento de respaldo, pero no cuenta con un partido propio y el oficialismo no presenta candidatos.

Ningún partido logra un apoyo medianamente significativo. Pero al momento de distribuir las bancas parlamentarias los que lleguen tendrían una representación mayor a su respaldo real. En algunos casos esa subida puede ser grande. Por ejemplo, en el caso del fujimorismo, en ese simulacro de votación su 6,3 por ciento se eleva a 11 por ciento de los votos válidos, luego de descontar los blancos y nulos. Y ese porcentaje subiría más después de eliminarse del conteo los votos de los partidos que no lleguen al 5 por ciento de los votos válidos, que es la valla para ingresar al Congreso – solamente entre cinco y diez de los veintiún partidos pasarían esa valla-, y que se aplique la cifra repartidora en unos comicios con 25 circunscripciones electorales.

Para muchos, más allá de quién gane las elecciones, la mayor expectativa está en tener un Congreso en el cual el fujimorismo ya no siga teniendo la mayoría con la que dominaba un Parlamento identificado con el obstruccionismo y la protección a la corrupción política. En medio de la incertidumbre sobre el resultado de hoy y de cómo quedará conformado el nuevo Congreso, una cosa está clara: el fujimorismo no repetirá la mayoría absoluta -73 bancas de 130- que tenía en el Parlamento que fue disuelto. La incógnita es cuál será la magnitud de su anunciada derrota política.

Sin duda el fujimorismo sufrirá una importante pérdida del caudal electoral que tuvo en 2016, pero, a pesar de eso, podría alcanzar una representación que le permita un margen de maniobra para buscar alianzas con agrupaciones que ya se entendieron antes con el partido del ex dictador Alberto Fujimori, como es el caso del partido que encabeza las encuestas, AP, y de otras agrupaciones de derecha, para buscar apoyo a su agenda: bloquear las reformas políticas y judiciales propuestas por el presidente Vizcarra, paralizar iniciativas pro derechos e insistir en tratar de tumbarse la lucha contra la corrupción política -que compromete a buena parte de los partidos- en momentos que su jefa, Keiko Fujimori, es procesada por lavado en relación al financiamiento ilegal de sus campañas electorales.

“Espero que con el nuevo Congreso podamos trabajar juntos para hacer las reformas que se necesitan”, declaró ayer el presidente Vizcarra. El cierre constitucional del Congreso fujimorista que jugó al obstruccionismo y la desestabilización, y su reemplazo por el que se elegirá hoy, ha sido una importante victoria política de Vizcarra, pero nada le asegura al gobierno poder sacar adelante en ese nuevo Congreso -en el que todo indica no habrá mayorías claras, ni a favor ni en contra del Ejecutivo- sus propuestas centrales, como las reformas política y judicial, y otras leyes. Vizcarra, que carece de operadores políticos de peso y no contará con una bancada propia, tendrá que negociar y tejer alianzas para cada una de sus propuestas.  

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