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Media humanidad está en cuarentena obligatoria. La agencia AFP calculó que este fin de semana hay más de 3.000 millones de personas de países de todos los continentes aisladas en sus casas, con prohibiciones más o menos rígidas que van desde la clausura total hasta los permisos para comprar comida o medicamentos y los paseos de las mascotas, como ocurre en Buenos Aires. La cuarentena está. La pregunta ahora es cuándo levantarla y, sobre todo, cómo hacerlo.
El presidente Alberto Fernández define en estas horas en Olivos la extensión del período de aislamiento obligatorio. Desde hace ya una semana se sabe que la nueva fecha de cuarentena se extendería hasta después de la semana santa, es decir, el 13 de abril. La pregunta es: ¿por qué esa fecha?
Ginés González García, ministro de Salud, viene corriendo hacia el invierno sus propias estimaciones sobre cuándo ocurrirá el pico de casos de coronavirus. Primero había calculado que la explosión ocurriría a mediados del mes próximo, y luego ya empezó a hablar de fines de abril o directamente de mayo. Sus cuentas varían porque sigue los picos históricos de años anteriores de influenza A y B en el país, que suelen ocurrir con las primeras olas de frío. Ese es el gran temor de González García: que se superpongan los picos de las dos enfermedades. Si eso ocurre, no hay modo de que la estructura sanitaria aguante.
Cálculos del sector privado de la salud indican que en la Argentina hay 160.000 camas en centros de salud. Alrededor de 70.000 están en clínicas y sanatorios privados. Hoy mismo, según los números de las cámaras empresariales que reúnen a las clínicas, más del 80% están ocupadas por pacientes. Diferentes gobiernos provinciales anunciaron la adecuación de predios y la preparación de hoteles para multiplicar esa cifra. El problema es que, de esas camas, sólo 8.500 son de terapia intensiva y unas 5.000 -siempre según datos actualizados de la industria- tienen acceso a un respirador. En este caso, el factor de ocupación de hoy se acerca al 100%. No todas las camas de terapia intensiva tienen respiradores, y, en el caso de los sanatorios más pobres o de algunos hospitales públicos, no todos los respiradores funcionan. El plan del Gobierno es agregar 1.500 respiradores nuevos a esa cuenta en 30 días.
Además, según admiten en el Ministerio de Salud, en la Argentina la cuestión crítica no es la infraestructura, y, por ahora, ni siquiera los escasos respiradores. Lo que más falta son médicos, enfermeras y técnicos. El personal de la salud necesario para atender a todas las camas será la clave de esta crisis, según el propio González García le repite al Presidente.
En ese caso, como siempre ocurre en la Argentina, la frazada es corta. Como sucede en el sistema educativo e incluso entre los policías, en el área de salud reina el doble o triple empleo. Los salarios del personal médico, de enfermeras y técnicos no alcanzan para pagar los gastos de una familia, y por eso esos trabajadores recorren diferentes clínicas, hospitales y consultorios privados en un mismo día. Ahora que el sistema público necesita que esos trabajadores estén disponibles las 24 horas ¿quiénes van a trabajar en las clínicas y sanatorios privados? ¿Quiénes van a atender las nuevas camas que se montarán en gimnasios, centros de convenciones y hoteles? Otra pregunta más inquietante: ¿quién reemplazará al 15% o 20% de trabajadores de la salud que se contagiarán de coronavirus según marcan las estadísticas de los países con la epidemia más avanzada?
Todo ese cuadro de situación es el que analizó el Presidente en Olivos. González García dice: «Si no explotan en los casos, tenemos que seguir con la cuarentena. Y si explota la cantidad de casos, también tenemos que seguir con la cuarentena». Además, si el ministro espera que el pico de la enfermedad ocurra en mayo, ¿qué lógica tiene salir de la cuarentena en abril?. Para decirlo de otro modo, si el día del comienzo de la cuarentena total se informaron 30 contagios y la cuenta total llegaba a 158, con tres de ellos muerto, ¿quién tendrá el valor de abrir las puertas a la calle cuando esas cifras se multipliquen?
Con ello queda claro que la Argentina entró en cuarentena por razones sanitarias pero dejará el aislamiento por las urgencias de la economía. Las curvas de la caída de la actividad económica no serán tan pronunciadas como en otros países simplemente porque aquí se acumula casi una década de estancamientos y derrumbes, pero también hay que decir que la capacidad del Estado para amortiguar la caída es poco más que simbólica.
En la Argentina parece reproducirse la grieta económica de la pandemia que se ve en todos los países de Occidente con restricciones a la circulación más o menos rígidas: las personas que dependen de sus ingresos diarios para comer están en las calles y quienes tienen ahorros o un salario en blanco pueden quedarse protegidos en sus casas.
Las condiciones de hacinamiento en las que viven los pobres en el Conurbano bonaerense, tal como publicó Ismael Bermúdez en Clarín tomando datos de la UCA, hacen imposible cualquier precaución sanitaria. Un 22 por ciento de los 12,3 millones de personas que viven en ese conglomerado no tienen siquiera agua corriente para lavarse las manos cuando llegan a sus casas. Ese dato solo sirve para poner en perspectiva la gravedad de lo que ocurrió el viernes, cuando varios cientos de miles de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y Jubilados se agolparon durante horas frente a los pocos cajeros automáticos de las zonas más postergadas de la provincia de Buenos Aires para retirar en efectivo el bono extraordinario que pagó la ANSeS en lo que podría considerarse el mayor opuesto posible al aislamiento social que impuso el Gobierno.
Cualquier sanitarista diría que el aislamiento social obligatorio hecho de esa manera -con los jubilados haciendo colas amontonados junto a personas jóvenes, por ejemplo- no tendrá mucha utilidad. Pero la Argentina no puede ocuparse de otra cosa que no sea la pura urgencia.
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