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Desde Lima
El Congreso lo puso en el poder, en una decisión calificada por diversos sectores como un golpe parlamentario, y seis días después la calle lo ha sacado de la presidencia. La muerte la noche del sábado de dos jóvenes en las protestas antigubernamentales gatillaron las horas finales del gobierno de Manuel Merino, denunciado masivamente como “usurpador”. Este domingo, Merino, cuya situación era insostenible, renunció a la presidencia en un breve mensaje televisado de poco más de cinco minutos. Su dimisión cambió las protestas en celebraciones. Miles de ciudadanos que estaban en las calles exigiendo su renuncia comenzaron a festejar. Los gritos de “Merino no me representa”, “Fuera los corruptos”, cambiaron por el “Sí se pudo”. Apenas terminó de hablar Merino, se escucharon cacerolazos en todas las ciudades, en todos los barrios de Lima. Cacerolazos que en los últimos días habían sido de protesta, este domingo fueron de celebración. Al momento del envío de este despacho, no se conocía el nombre de su sucesor. Este domingo lo designará el cuestionado Congreso.
Merino asumió la presidencia el martes pasado, luego que el día anterior 105 de 130 legisladores aprobaron la destitución del presidente Martín Vizcarra por “incapacidad moral permanente”, una decisión cuya legalidad ha sido ampliamente cuestionada y que desató la indignación ciudadana y masivas protestas, que comenzaron la noche del lunes, apenas se conoció la destitución de Vizcarra y la designación de Merino como presidente, y que se han repetido todos los días, hasta la caída de Merino.
En su breve mensaje de dimisión, Merino defendió su brevísimo y convulsionado gobierno, y guardó el anuncio de su renuncia para el final. Justificó la decisión de sus aliados parlamentarios de destituir a Vizcarra, decisión que gatilló la indignación ciudadana que tomó las calles. Dijo que lamentaba las muertes y que “todo el Perú está de luto”, pero intentó desacreditar las masivas protestas en su contra insistiendo que detrás de ellas había “grupos interesados en producir caos y violencia”. Llegó al gobierno con los votos de congresistas que cargan múltiples denuncias por corrupción, pero señaló que creía en “la lucha frontal contra la corrupción”. Fue un lamentable mensaje que puso fin a un lamentable brevísimo gobierno.
La situación del gobierno de Merino se volvió insostenible luego de que las masivas protestas de la noche del sábado dejaron dos muertes y más de un centenar de heridos. Las autoridades negaban información sobre la cantidad de detenidos. Cuarenta manifestantes estaban como desaparecidos. Los fallecidos son dos estudiantes universitarios, Jack Pintado de 22 años e Inti Sotelo de 24 años. Pintado falleció por múltiples impactos de perdigones en la cara, cuello y tórax, Sotelo de un balazo en el pecho. Las movilizaciones se dieron masivamente en todo el país. Sus muertes y los heridos son dramático testimonio de la brutal represión del gobierno de Merino contra las protestas ciudadanas. Sobre esa represión, Merino no asumió ninguna responsabilidad en su mensaje de renuncia. En Lima, el epicentro de las manifestaciones fue en el centro de la capital, pero se repitieron simultáneamente en diversos distritos, desde los barrios populares hasta las zonas residenciales exclusivas. Las movilizaciones se dieron en todo el país. Han sido las protestas más grandes que recuerde el país en mucho tiempo.
Organismos locales de derechos humanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional, han condenado la represión contra las protestas y han denunciado que en su agonía el régimen de Merino ponía obstáculos a la información sobre los detenidos en las protestas.
Desde el sábado en la noche, conocidas las dos muertes en las protestas, desde diversos sectores políticos, sociales, académicos, sindicales, empresariales, incluso la Iglesia, le demandaron a Merino que deje el cargo. Hasta sus aliados del Congreso, entre ellos el fujimorismo y otros grupos de derecha, que hace menos de una semana lo pusieron en el poder, le quitaron su respaldo. Sus ministros, nombrados el jueves en un gabinete de extrema derecha, comenzaron a renunciar uno por uno desde la medianoche del sábado. El gobierno que se caía a pedazos. Internacionalmente, el gobierno de Merino no había sido reconocido por otros países.
Minutos antes que Merino, que estuvo desaparecido durante las críticas horas entre el sábado y el domingo mientras todos exigían su renuncia, aparezca por televisión dando el mensaje en el que anunció su dimisión, el Congreso que lo llevó al poder ya había anunciado que si no renunciaba ellos lo sacarían del cargo.
El camino que el Congreso tenía para ello era censurar a la mesa directiva que presidida por Merino, que luego de la destitución de Vizcarra por el Parlamento había asumido la presidencia del país en su condición de presidente del Congreso. Si el Legislativo censuraba la mesa directiva del Parlamento que encabezaba Merino, éste tendría que dejar el cargo de presidente de la República porque había dejado de ser titular del Congreso. Con esa decisión del Parlamento la suerte de Merino estaba definida. Sin salida, no le quedó otra opción que renunciar.
La presidencia del país la asumiría el nuevo presidente del Congreso. Esa elección se realizaría en las próximas horas. La demanda generalizada es que ese cargo lo asuma alguno de los diecinueve legisladores que no apoyaron la destitución de Vizcarra. Eso le abre las puertas a uno de los nueve legisladores del centrista Partido Morado, la única de las nueve bancadas que votó en bloque contra la salida de Vizcarra y la llegada de Merino a Palacio de Gobierno. La ciudadanía seguía en las calles esperando la decisión del Congreso. Si el Parlamento nombrara a un congresista que formó parte de la coalición que puso a Merino en el poder, eso volvería a encender las protestas.
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