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Despedida de Europa con citas de Jorge Luis Borges y otra definición sobre el peronismo: «Inmortales»

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Cuando el presidente francés Emmanuel Macron acompañó a Alberto Fernández hasta el auto, lo sorprendió, una vez más. “Siento que te conozco hace muchos años”, sostuvo el anfitrión. Fue el último gesto de una jornada repleta de guiños mutuos, que hasta incluyeron caminatas en las que el mandatario francés tomaba del brazo y de la mano a su invitado.

Durante el almuerzo que compartieron con 80 personalidades de la ciencia y el deporte de ambos países, el mandatario argentino había alzado su copa para explicar su asombro inicial por tanta sintonía.

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“A veces los medios distorsionan. Pensé que iba a ser muy difícil nuestra primera charla por teléfono, pero después de hablar una hora y media con él me di cuenta de que piensa en un montón de cosas igual que yo”, dijo un asombrado Fernández. En privado, según consignaron en la comitiva, el Presidente no escatimó elogios. “Es un fenómeno”, dijo sobre su nuevo amigo.

Luego ponderar el liderazgo de la vicepresidenta Cristina Kirchner en su breve declaración a la prensa y tras la reunión de trabajo, Fernández y Macron se entregaron a un banquete sin desperdicio. Comieron carpaccio de champignones con foies gras, vieiras, arroz con almendras y un postre Opera de chocolate y café. Se sirvió del mejor vino y champagne.

Cada mesa llevaba el nombre de una provincia o ciudad argentina. “Sentíamos que estábamos comiendo en la Rosada”, se entusiasmó un funcionario.

Los colaboradores del Presidente, Julio Vitobello, Felipe Solá, Eduardo Valdés, Juan Pablo Biondi y Guillermo Chaves; no fueron los únicos argentinos que se deleitaron. También estuvieron los artistas Julio Le Parc y Mario Gulfein; el economista Carlos Quenan y el futbolista del PSG Angel Di María, que faltó al entrenamiento de su equipo para asistir al almuerzo. El Presidente le pidió que se retire en Argentinos Juniors, aunque “Fideo” prometió volver a Central.

Los dos presidentes intercambiaron regalos. Macron le regaló una guitarra de roble, que el el argentino probó en el momento y sonaba algo desafinada. Fernández le regaló las obras completas de Borges.

El mandatario argentino le prometió firmarlo, porque los libros que no se dedican rompen amistades. También le contó la frase del escritor argentino sobre los peronistas. “El decía que los peronistas no son ni bueno malos, sino incorregibles. Yo agrego: e inmortales”, sorprendió en una nueva clase de peronismo a un líder europeo.

El Presidente lo invitó a la Argentina y quedaron en buscar fecha. Fernández quiere mostrarle La Patagonia. «Como dice el final de la película Casa Blanca, aquí nace una gran amistad», cerró el argentino su alocución en la puerta del Elíseo. 

Fernández no se conformó con Merkel y Macron, y volvió a hablar de Perón con Alain Rouquié, el ensayista y ex referente socialista, que dirige la Casa de América latina. Roquié le contó sobre su entrevista con Perón en Puerta de Hierro.

El Presidente se reunió con otro crítico de Macron (y de casi todo el orden establecido). Antes de visitar el Elíseo, visitó a Thomas Piketty, director Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. Con el economista, que alerta sobre la pésima distribución de la riqueza en el orden global y despierta amores y odios por igual, acordó que su instituto revise números de la AFIP y del INDEC para buscar otras nuevos problemas y soluciones.

París. Enviado Especial

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