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Tener que pagar por acceder al agua no es novedad. Tampoco sorprende que sea un hecho universal: sucede en todos los países del mundo, aunque con diferentes gestiones (el suministro puede ser controlado por empresas públicas, privadas o una mezcla entre ambos sistemas). Ahora bien, que haya empezado a cotizar en el mercado de futuros de materias primas de Wall Street incorpora una variable poco feliz: además de integrar el mercado que se mueve dentro de la economía productiva, este producto básico y necesario para subsistir pasa a formar parte del mercado financiero.
Hasta el lunes anterior, eran las empresas (y no el producto) las que cotizaban en los mercados internacionales. El índice Nasdaq Veles California Water que se conforma de acuerdo a los precios futuros del agua de las principales cuencas fluviales de California, abrió una nueva puerta en el proceso de la mercantilización de un bien absolutamente necesario para la vida: el agua.
Futuro negro
La lógica inicial de los mercados de futuros según la narrativa de los grandes capitales es ordenar el precio de un bien o servicio, para que el mismo se adecúe a las necesidades de quien produce y quien consume, más allá de volatilidades externas. En el caso del agua, a medida que se acrecienta su escasez, su llegada al mercado de materias primas permitirá «una mejor gestión del riesgo futuro vinculado al recurso».
Pero en la vida real los mercados futuros tienen otra lógica.
Un ejemplo con bienes legendarios en este mercado puede dar mayor claridad: al preparar la siembra, un productor de trigo podría querer asegurarse vender su cosecha a un precio determinado, como seguro ante inundaciones, sequías o volatilidad misma de los mercados internacionales; lo mismo el demandante de trigo que podría querer asegurarse un valor ante un posible salto de precio. «En la realidad sólo el 2 por ciento de quienes compran futuros adquieren el bien; el 98 por ciento lo revenden cuando el precio sube o baja, porque la verdadera intención de quienes participan en estos mercados de futuros no es quedarse con el producto, sino que lo ven como un activo, como si fuera una acción de YPF o la compra de dólares estadounidenses. Les da igual», explica el ecologista español con formación en economía relacionada con los impactos ambientales Luis González Reyes, miembro de Ecologistas en Acción.
La lógica financiera dista mucho del relato que intenta instaurar: no tiene que ver con que haya mucha o poca agua, sino en si es un bien que se vuelve rentable o no. «La lógica es yo tengo un bien con el que especulo y saco la mayor rentabilidad. El resultado es que en vez de estabilizar el precio, lo vuelve aún más fluctuante», asegura González Reyes.
Ganadores y perdedores
Como el hecho es tan reciente, no hay certezas acerca de cuánto va a impactar este nuevo paso en la mercantilización del agua, pero el análisis de la evolución de los precios de otros alimentos podemos tener algunas pistas:
En 2008 se produjo un aumento importante del precio de los alimentos, que puede explicarse por distintos factores como el aumento del precio del petróleo, el boom de demanda de hidrocarburos, etc. Uno de ellos es que hubo un proceso especulativo: había mucho dinero disponible por el desplome del mercado inmobiliario que no sabía donde colocarse y el mercado comienza a invertir de forma muy importante en futuros de distintos alimentos básicos a nivel mundial como el trigo o el maíz. Este fenómeno llevó al alza los futuros y, como consecuencia, del precio presente de los mismos. La situación tuvo un impacto negativo en muchos países que no llegaban a alcanzar una canasta básica.
«Podemos imaginar una situación similar con el tema del agua: tras muchos años de sequía, que hoy en día es un escenario posible, se impulsa un proceso especulativo que exacerba el aumento de los los precios más vertiginosamente que lo que hubieran subido por oferta y demanda actual; y la presencia del mercado de futuro del agua favorezca entonces el aumento de su precio, en vez de estabilizarlo», explica González Reyes.
«A nivel internacional seguramente se pensarán inversiones importantes y con una lógica de mercado: si hoy el agua se está cobrando barato; lo primero que va a empezar a pasar es prender una alerta al poder económico y poner en tema sobre cuál es el valor del agua», agrega Ignacio Salerno, sociólogo especialista en Desarrollo Económico con perspectiva ambiental miembro de Ocepp.
A los perdedores resulta más fácil identificarlos. Pero los beneficiarios de este hecho son, en pleno siglo XXI, nombres en inglés sin caras ni mucha información al respecto: las empresas que mueven los mercados financieros, que son las que hoy en día tienen el poder real como Apolo Capital, Blackrock (conocida en el país en tiempos de negociación de la deuda en moneda extranjera), algunas de las lideres del funcionamiento del mercado financiero. Cuentan con una cartera diversificada, con inversiones en empresas y muchos productos y servicios. «Si ven una buena inversión en el agua lo harán. En los mercados financieros no existen empresas especializadas en un tipo de activos, sino que se van moviendo de acuerdo a sus beneficios, Esas empresas son las que van a ser los que mayores beneficios sacarán«, explica González Reyes.
«A los grandes productores, a la agroindustria, a la minería y también a las grandes centrales hidroeléctricas y por supuesto a los fondos de inversión. Estos son los principales beneficiarios además de las elites locales en cada uno de los países que participan en estos negociados. Los perjudicados somos el 90 por ciento de la población que no está en esa concentración de riqueza», determina la profesora de la Universidad de Barcelona Judith Muñoz Saavedra.
Una gota en el desierto
Los especialistas coinciden en que existen algunos límites que pueden ralentizar el proceso de especulación del agua. Es que a diferencia de otros productos como el trigo, su comercialización a largas distancias requiere de una logística costosa y compleja. Ese factor le da cierta localización al proceso, lo cual también lo limita. Además, el agua es un producto sensible y los movimientos ambientalistas y la ciudadanía está contestando y poniendo límites.
Por último, lo que hay ahora mismo aprobado está circunscrito a cuencas de California, de manera que no tiene implicancia en otro países. Si se observan las tendencias mayoritarias de los últimos años este hecho abre una puerta a que se produzcan procesos similares en otras regiones del planeta y potencialmente puede llegar al resto de las cuencas del mundo, pero hoy en día se encuentra limitado. González Reyes afirma que «esta puerta que se abre con el mercado de futuros del agua se convierte en un portón en un contexto de emergencia climática. Los bienes básicos no deben ser mercancías y, si lo son, por lo menos deben tener restringida al máximo la capacidad de que se especule con ellas».
En este sentido, Salerno opina que la mercantilización del agua en Argentina a corto y mediano plazo no pareciera ser negocio. Hay mucha disponibilidad de agua en el país y, en las pocas zonas con escasez no hay un proyecto que pudiera significar un avance en este sentido. Aunque advierte que hay que rebatir el argumento de «si se mercantiliza, se cuida»; es decir si le ponemos un precio al agua, la gente la va a empezar a cuidar mas, «No tenemos que dejar que se asiente el debate en esos términos. Mercantilizar el agua no es la manera en que la gente vaya a aprender a cuidarla. Hay que avanzar en la concientización, el replanteo de técnicas de producción que no consuman tanto agua. Mercantilizar el agua es mandar a la muerte a un montón de gente. Los alimentos están mercantilizados y la industria desperdicia cantidades industriales: ¿Qué nos hace pensar que va a ser diferente?», sentencia.
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