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“No hay doble comando en la Argentina. Yo tengo la lapicera y los cartuchos de tinta. Hay mucha gente que quisiera que yo ignore a Cristina, pero no lo voy a hacer”, afirmó ayer Alberto Fernández, durante una entrevista con radio Rivadavia.
La vicepresidenta Cristina Kirchner en Cuba. Donde crítico a la cúpula del FMI y habló de la comunidad italiana en términos despectivos. Foto: Ismael Francisco/Pool via REUTERS
La frase, no sólo intenta revalidar el poder presidencial por sobre el de su vice, Cristina Kirchner, que fue quien aportó el grueso de los votos para el triunfo del Frente de Todos. También pretende llevar cierta tranquilidad en dos enfrentamientos generados por la ex mandataria. A destiempo, porque el momento es el menos indicado.
En el lenguaje de las relaciones económicas e internacionales, el gobierno argentino tiene hoy, dos graves conflictos.
El primero, con el Fondo Monetario Internacional, justo en momentos en que arribó una misión del organismo para iniciar las negociaciones formales por la deuda, de las cuales el Presidente está más que pendiente porque de su resultado depende el plan económico.
Ocurre que la vicepresidenta, haciendo uso de la verborragia que utilizaba cuando era presidenta, acusó días atrás al Fondo de violar el estatuto para otorgarle un préstamo ilegal a la Argentina, cuando la gobernaba Mauricio Macri. Y de pasó, le exigió una quita. Pero hay detalles que endurecen el mensaje en código político. Lo hizo en Cuba y acompañada por el presidente de ese país, Miguel Díaz Canel.
¿Cómo le habrá caído a Donald Trump, que hace poco manifestó su respaldo a Alberto F. ante el FMI, en plena campaña y mientras busca el voto latino con un discurso antichavista y anticubano?
La consecuencia inmediata fue una declaración del FMI negando violación normativa alguna. Haciendo malabares, el Presidente consideró “pertinente” lo dicho por su vice, al recordar que esas mismas críticas las había vertido él cuando era candidato y le tocó reunirse con las autoridades del Fondo. Claro, era candidato y las cosas que puede decir un candidato no son las mismas que puede manifestar un Presidente.
De hecho, unos quince días antes de que se hiciera público que Martín Guzmán sería el ministro de Economía, ya lo sabía de boca del propio Alberto la directora del FMI, Kristalina Georgieva, a quien pidió que lo recibiera.
Por eso de inmediato, y sin desacreditar a Cristina Kirchner sino reinterpretar sus dichos, Alberto aclaró que él quisiera un “diálogo sensato” con el FMI y “llegar a un acuerdo” para que el país funcione. No es el mismo contenido ni el tono de lo que había dicho la vicepresidenta.
El segundo conflicto es con Italia. La secuencia es increíble. El 31 de enero Alberto Fernández mantuvo una reunión bilateral, en Roma, con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, quien le manifestó su apoyo a la Argentina en la negociación por la deuda. Ocho días después, Cristina Kirchner desde Cuba deslizó que la supuesta persecución judicial en su contra estaba vinculada con el “componente mafioso” de los antepasados italianos de Mauricio Macri. Es decir, sugirió que los italianos del Sur, son todos mafiosos. Un escándalo. Y dos días después, el Presidente recibió al embajador de Italia en Buenos Aires, Giuseppe Manzo, ante quien destacó “el aporte de la comunidad italiana y sus valores para el desarrollo de la Argentina”. Ayer se supo que el embajador italiano manifestó su queja durante esa reunión en Casa Rosada. Otra vez, Alberto Fernández corrigiendo la irrupción de Cristina Kirchner.
¿Pueden ser funcionales para el Presidente los arranques de Cristina? Difícil. Mas bien se trata de una situación incontrolable. Ella podría haber ordenado a los suyos -Kicillof, Berni, Eduardo de Pedro- que no hablarán más de “presos políticos”. Pero eso no ocurrió.
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