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IDENTIDAD EN COMUNICACION

El dólar paralelo va para abajo y la producción, pa…

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No ha habido grandes titulares en fondo negro ni análisis de economistas del establishment señalando el evidente cambio de tendencia económica y financiera de estas últimas semanas. Es una alteración del escenario que incomoda a quienes apuestan a una devaluación brusca y a un mayor deterioro económico. Las cotizaciones de los dólares paralelos (ccl, mep y blue) han seguido bajando y la producción industrial de septiembre registró un saldo positivo en términos interanuales, ubicándose en niveles prepandemia.

No entender o ignorar ese cambio de tendencia, pese a que persiste un contexto sociolaboral con indicadores muy negativos y un cuadro geopolítico internacional muy complejo, tiene elevadas chances de llegar a un lugar que economistas mediáticos conocen bastante: colisionar deseos con la realidad. O sea, insistir con lo que mejor saben hacer: hablar vulgaridades y equivocarse en los pronósticos.

¿Por qué esos mismos economistas dicen que hay que aprender de la experiencia, ya sea si hablan de las crisis económicas o de la situación sanitaria en la pandemia, si ellos son los primeros en no aprender de los fiascos de sus predicciones o de la promoción de programas económicos con resultados desastrosos?

Ciclos

La mejora relativa del cuadro financiero y productivo no significa que no existan enormes desafíos económicos y que equivocar la política económica, o sea transitar el sendero de la ortodoxia que reclama el bloque de poder agrupado en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), puede provocar la alteración de este empuje inicial.

En la economía existen ciclos económicos y desconocerlos implica no entender el funcionamiento de la economía. El ciclo, que es la tendencia de la producción y el empleo, tiene cuatro fases: crisis, depresión, recuperación y auge.

Analistas conservadores señalan el punto de partida en 2011 del actual ciclo de una larga crisis. Pero en realidad fue el macrismo que indujo en diciembre de 2015, con la fuerte devaluación y los tarifazos, una caída importante de la economía, comenzado este ciclo económico negativo.

El 2017 fue un breve respiro en esa tendencia porque el gobierno de Macri hizo lo contrario del manual del ajuste recesivo con el objetivo electoral de ese año, para luego del triunfo retomar el sendero de la crisis, que implicó un bienio de caída del Producto.

El objetivo del gobierno de Alberto Fernández era alterar la dirección del ciclo revirtiendo la lógica del ajuste con el impulso de la demanda, pero irrumpió la pandemia para restaurar la fase descendente hasta hundirlo en la depresión.

Kircherismo

Entender el concepto de ciclo y de políticas anticíclicas colabora en no repetir la letanía ortodoxa del ajuste permanente. La recuperación sostenida de la economía luego de la debacle por el estallido de la convertibilidad 2001/2002 no estuvo motorizada por los superávits gemelos (fiscal y comercial).

Es un aspecto especialmente importante de precisar para no tropezar en diagnósticos extraviados pensando en el sendero económico 2021. La economía local se encuentra en una situación tan o más dramática que aquella, con el frente de la deuda despejado pero con un endeudamiento desproporcionado con el Fondo Monetario Internacional.

La economía comenzó a rebotar en 2002 y a partir de 2003 emprendió una recuperación sostenida creciendo a tasas chinas. Si en lugar de Néstor Kirchner hubiera estado un presidente conservador, incluso con Roberto Lavagna como ministro de Economía, que salió del gobierno porque quería limitar las políticas de fomento de demanda (aumentando tarifas y recortando el gasto público), la fase ascendente del ciclo económico se habría interrumpido.

El periodista y economista Claudio Scaletta explicó en forma muy clara ese momento político en el libro La recaída liberal. En forma sintética postula que la clave de la fuerte recuperación de la economía con Kirchner no fue Lavagna, quien ni consiguió ni determinó las condiciones iniciales de la expansión del ciclo. O sea, no fueron los superávits gemelos los impulsores, sino que fueron efectos de esa etapa.

Scaletta señala que el aspecto que definió la tendencia del ciclo fue la decisión política de expandir la demanda en un contexto externo e interno favorable que posibilitó varios años de fuerte crecimiento hasta que apareció la restricción externa, que es el determinante central del ciclo económico local.

Condiciones

En depresión existen factores productivos ociosos en cantidad por la baja utilización de la capacidad instalada y el elevado desempleo con salarios deprimidos. Además con default, como en el 2002, o con acuerdo con los acreedores que implica no pagar intereses y capital por los próximos cuatro años, las condiciones financieras están relajadas.

Si, a la vez, el precio de los commodities de exportación aumenta, lo que sucedió en casi toda la primera década del nuevo siglo y ahora con la soja superando los 400 dólares la tonelada, el frente comercial externo también hace un aporte a favor.

Con esas condiciones locales y externas, el ciclo económico al alza se consolida expandiendo la demanda, no limitándola. Esto significa poner dinero en el bolsillo de trabajadores y jubilados, expandir el gasto público en actividades multiplicadoras (obra pública) y ampliando el financiamiento público para inversiones productivas.

Además la estabilización del tipo de cambio, neutralizando la presión de los devaluadores, y de la tasa de inflación, con una efectiva administración de precios claves, son de por sí factores reactivantes.

El desafío entonces será avanzar en el mientras tanto en la transformación de la estructura productiva para que no irrumpa la restricción externa e interrumpa la fase ascendente del ciclo. 

Gasto

El Presupuesto 2021 deja al descubierto la mayor disponibilidad de recursos públicos para impulsar el ciclo económico. La renegociación de la deuda brindó ese marco. El dinero que hubiera sido destinado a pagar deuda ahora impulsará la demanda doméstica.

Los fondos que no se girarán a los acreedores suman el equivalente a 2,8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En el Presupuesto 2021 ese dinero se distribuye del siguiente modo: 2,1 por ciento para obras públicas, 0,2 por ciento a Educación, 0,3 por ciento a Desarrollo Económico y Ciencia y Tecnología y 0,2 por ciento a Salud.

La economía empezó a crecer con el kirchnerismo en 2002/2003 y podría hacerlo en el 2021, más allá de un rebote estadístico, fortaleciendo el ciclo económico ascendente si el impulso a la demanda no es limitado por las presiones ortodoxas del bloque de poder conducido por la AEA, que se encuentra acompañado por un inmenso dispositivo de difusión de derecha.

No hay que ser adivino puesto que son muy previsibles, pero si se consolidara la fase ascendente del ciclo económico vía fortalecimiento de la demanda doméstica, la legión de economistas ortodoxos volvería a ignorar ese factor impulsor y hablaría nuevamente del «viento de cola» para minimizarlo.

Restricciones

Después de eludir esa confusión deliberada, lo cierto es que la economía enfrenta importantes restricciones, no sólo estructurales vinculadas a la disponibilidad de divisas, sino políticas por las relaciones de fuerza desiguales que impiden avanzar en transformaciones que permitan construir una base económica estable para el desarrollo.

La resistencia de la cúpula de la elite a pagar el impuesto a las grandes fortunas es la exhibición más transparente de esa limitación. Más allá de la ausencia de un debate profundo acerca de que hubiera sido mejor una reforma tributaria que mejore la progresividad y equidad antes que un impuesto extraordinario por única vez, la oposición militante del grupo de los más ricos del país a pagarlo refleja esos obstáculos.

En discursos públicos, en conversaciones informales y en manifestaciones de voceros del establishment se postula la necesidad de un acuerdo económico, político y social. Incluso la disruptiva carta de CFK, que alteró a más de uno, propone un amplio pacto para superar las complicaciones de una economía bimonetaria.

El problema de los pactos sociales no está en la enunciación de la voluntad de hacerlo, sino en que cada uno de los protagonistas de esa mesa está convencido de que la economía tiene una deuda con él.

«Qué vas a poner para llegar a un acuerdo; no lo que querés llevarte», describió un estrecho colaborador del presidente Alberto Fernández sobre lo que debería comunicarse a cada uno de los actores participantes. Esa definición refiere a la dificultad de alcanzar un acuerdo económico y social, pero igual en el gobierno están convencidos de que es necesario intentarlo.

Empleo

El último informe de coyuntura de Instituto de Trabajo y Economía (ITE) apunta que el mercado laboral fue uno de los sectores más perjudicados por la pandemia, que ya venía muy golpeado en los últimos años. Los datos del Indec para el segundo trimestre lo reflejan con contundencia: la tasa de desempleo ascendió a 13,1 por ciento con caídas de las tasas de actividad y de empleo a 38,4 y 33,4 por ciento, respectivamente.

Estos datos significan que muchas de las personas que no pudieron ir a trabajar durante ese trimestre perdieron sus puestos de trabajo, al menos transitoriamente, y que pasaron a la inactividad porque las mismas restricciones a la movilidad impedían o dificultaban la búsqueda de otro trabajo. «De la comparación con el segundo trimestre de 2019, surge que 2,5 millones de personas habrían perdido su trabajo«, calcularon los economistas del ITE.

Realizaron una estimación para dimensionar el impacto de la pandemia, al apuntar que si la tasa de actividad para el segundo trimestre de 2020 hubiese sido la misma que en igual período de 2019, es decir si todas las personas que perdieron su puesto de trabajo hubieran buscado un nuevo empleo en caso de que la pandemia lo hubiese permitido, la tasa de desocupación se habría ubicado en 30 por ciento.

Expansión

Los últimos datos del Indec muestran que en septiembre la economía comenzó a revertir la situación de estancamiento de los dos meses previos.

El informe del ITE señala que a pesar de que la economía se contrajo 4,5 por ciento anual, el indicador desestacionalizado exhibió un repunte de 2,8 por ciento respecto a agosto, siendo el quinto mes de incremento consecutivo. El tercer trimestre finalizó con un crecimiento sin estacionalidad de 8,5 por ciento.

En materia fiscal, destaca que volvieron a mejorar los ingresos por la recuperación de los recursos tributarios que crecieron 45 por ciento en relación al mismo período del año anterior.

El camino para fortalecer el ciclo económico entonces es por el lado de la demanda agregada. Como se mencionó, uno de esos impulsores es el aumento del gasto en obra pública que tiene un gran efecto multiplicador.

Otro aspecto relevante es recomponer la masa salarial, que ha sido pulverizada durante cuatro años de macrismo y en este año de pandemia. En esa tarea resulta clave la recuperación del tejido sociolaboral porque existen índices de pobreza e indigencia intolerables para la estabilidad política y social.

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