El equipo sobre las estrellas

«El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre ganan los alemanes”. La frase está patentada por Gary Lineker, goleador inglés del Mundial 86, y la ha utilizado para referirse a la selección, pero bien vale extenderla a este Bayern Munich, que siempre es la base del combinado nacional teutón y dejó la misma sensación que esos tremendos equipos instalan: cuando alcanzan ese punto de cocción, no hay con qué darles.

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Este Bayern representa el biotipo del fútbol alemán moderno, que ha agregado técnica a sus proverbiales virtudes históricas: fortaleza atlética, disciplina táctica y un espíritu inquebrantable. Aunque el PSG le hizo una dignísima oposición en la final y tuvo chances de convertir, prevaleció durante todo el partido la sensación de un gran poderío basado en el juego colectivo, que se impone a la inspiración individual de los cracks rivales.

Bayern tiene muy buenos jugadores, algunos en el podio de sus puestos a nivel mundial (Lewandowski es un 9 formidable, Neuer está en el top 3 de los arqueros desde hace diez años, y acaso Thiago Alcántara esté llegando a las alturas en su posición). Pero la mayoría, lo que son es grandísimos jugadores de equipo, para los que el talento individual, que lo tienen, está subordinado a los objetivos grupales. Y eso incluye al entrenador, que contrarió una máxima del fútbol (“equipo que gana, no se toca”) y sorprendió con el cambio de Coman por Perisic, que venía rindiendo muy bien. El ingresado resultó la llave para romper la defensa del PSG.

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Ambos finalistas son de los de mayor poderío económico en el mapa del fútbol; acaso haya una diferencia entre lo que uno invierte en su proyecto y el otro, en poblarse de superestrellas.

Así arman esa máquina que arrasa en sus competencias locales y ganó ¡todos los partidos que jugó! en esta Champions. Como para no creerle a Lineker.