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Días pasados nos dejó Héctor “Cacho” Otheguy, uno de las personalidades destacadas del desarrollo y la soberanía tecnológica argentina de los últimos 50 años, de quien mucho aprendimos a partir de su mirada de la política tecnológica. Otheguy ha sido un ejemplo de vocación por el hacer. Un físico “aplicado” que dedicó su vida a demostrar que los argentinos somos capaces.
Y que llevó la tecnología argentina al mundo. Lo hizo siendo gerente general y CEO de INVAP, la prestigiosa empresa nacional líder en tecnologías estratégicas, nacida en el Centro Atómico Bariloche donde fue incubada hace más de 45 años a partir de las ideas de independencia tecnológica del “padrino espiritual” Jorge Sábato y el fundador Conrado Varotto.
Largo ha sido el camino recorrido por aquel pequeño grupo inicial, del que Otheguy fue parte. Su primer proyecto fue la producción de esponja de Circonio, clave para la fabricación de los elementos combustibles para reactores nucleares, y que por entonces solo producían dos o tres empresas en el mundo.
Vinieron después las soldaduras para la Central de Embalse, los combustibles nucleares junto a FAE y CONUAR, y dos reactores con la Comisión Nacional de Energía Atómica, el que exportaron al IPEN de Perú y el RA-6 en Bariloche.
Luego llegó el éxito consagratorio del proyecto de enriquecimiento de uranio en Pilcaniyeu a principio de los años 80, con el cual ganaron credibilidad. Una verdadera epopeya llevada adelante en la más profunda reserva, en el “galpón de esquila” de un remoto establecimiento rural.
Cuatro décadas después INVAP es todo un símbolo. Conquista mercados internacionales y compite de igual a igual con los mayores fabricantes de alta tecnología. Es partner de la NASA de Estados Unidos, el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA), y la Autoridad Nuclear de Egipto (AEA), entre otros. Es referencia indiscutible en el uso pacífico de la tecnología nuclear. Participa en el selecto mercado global de reactores, equipamiento médico, radares, satélites y tecnología aeroespacial.
¿Cómo fue posible todo esto, siendo INVAP una empresa estatal? Como lo explicó el propio Otheguy, es resultado de una construcción colectiva, que se apoya en cuatro pilares: equipos de técnicos y profesionales con una visión común; la fluida interconexión con el sistema de ciencia y tecnología, en especial una fecunda relación con la CNEA; el permanente respaldo del Estado, y el uso inteligente de su poder de compra, al igual que los países desarrollados.
Han sido muchos sus hitos en el diseño, ingeniería y construcción de sistemas. Sin dudas se destaca la exportación “llave en mano” del reactor OPAL construido para la Organización de Ciencia y Tecnología Nuclear Australiana (ANSTO), efectuada en el contexto de la crisis del 2001, y que significó la mayor venta de tecnología de avanzada jamás hecha por Argentina.
En estos días, colegas, compañeros “invapenses” y amigos comparten mensajes de afecto y admiración, que resaltan sus convicciones, su don de gente y su liderazgo. El propio Varotto lo definió como un “domador de tormentas”.
Mucho se extrañará su audacia para enfrentar problemas, sobretodo en este tiempo de pandemia global de coronavirus, cuando las esperanzas del mundo entero están puestas en la ciencia y la tecnología y vuelve a valorarse el rol estratégico del Estado para organizar el desarrollo desde la lógica “problema – solución”.
Pero es importante seguir su ejemplo de perseverancia para siempre “buscarle la vuelta”, empujar proyectos, confiar en la materia gris argentina para enfrentar los riesgos e incertidumbres en la búsqueda de la innovación.
El entrañable Cacho Otheguy nos dejó, pero nos queda el legado de la cultura tecnológica que forjó. Homenajeamos a uno de los grandes hacedores, pionero en abrir un camino que el país no puede abandonar: el del desarrollo industrial a través de la aplicación de la ciencia y la tecnología nacional.
Integrantes de la Comisión de Innovación, Ciencia y Tecnología del Instituto Cafiero @cytcafiero
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