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Mientras afuera la agenda hacía foco en audiencias, en fallos, en el piquete de chacareros, jinetes y tractores, en el twitter de Luis Miguel Etchevehere; adentro de esas casi 200 hectáreas de la Estancia Casa Nueva se gestaba un cantito de cancha que dice ole ole, ole ola, Proyecto Artigas, para sembrar, reforma agraria por la justicia social. Ese sentido de pertenencia se construyó en base a una convivencia de catorce días en que cuarenta trabajadores de la tierra, militantes de organizaciones sociales y ambientales convocados desde distintas partes del país llevaban una rutina organizada y cronometrada para construir un proyecto con la agroecología como herramienta y la soberanía alimentaria como horizonte.
El día a día tenía un esquema de trabajo estricto: a las 5.30 sonaban los despertadores y, después del pan con mate o café con leche, se iban a trabajar a la huerta, el nodo agroecológico que expresó el inicio del proyecto y que no pudo avanzar mucho más por el piquete que los varones Etchevehere comandaban desde la puerta de ingreso y no les permitía el ingreso del arado, el tractor y los elementos que necesitaban para hacerla a mayor escala. A la tarde, se reencontraban en el espacio de formación: empezaron con el taller de agroecología con aplicación a la producción hortícola, avícola y ganadera. «Esto era de lunes a lunes. Los domingos teníamos horarios más flexibles», cuenta Evelina Kloster, la encargada de armar y hacer respetar esos horarios, las grillas de limpieza y de la cocina.
Eve fue una de las cuarenta personas que entraron el 15 de octubre con Dolores Etchevehere en la estancia Casa Nueva para hacer público un proyecto que se venía gestando en reuniones desde hacía por lo menos un año. También fue parte de ese «pequeño grupo de mujeres» que acompañaron a Dolores hasta su detención. «No necesitamos amigarnos con el término de soberanía alimentaria porque ya lo venimos trabajando hace mucho, pero tuvimos un tiempo donde nos preparamos, proyectamos cómo hacer el proceso, que íbamos a hacer ahí, cuál era el objetivo», cuenta. Un poco más adelante, ya en pandemia, apareció la organización Jóvenes por el Clima para aportar al debate el trasfondo teórico y el plano más macro de cambio climático vía reuniones virtuales.
¿Cuál fue la motivación para que cuarenta personas de todo el país viajen una noche de octubre a un pueblito de Entre Ríos para desarrollar una experiencia que no sabían cómo iba a terminar? «El amor a la tierra y la fe de justicia con el pueblo entrerriano pobre que durante muchos años sufrió la explotación de tipos como los Etchevehere corruptos», responde Eve.
Mientras viajaban a La Paz, los sentimientos eran varios: Dolores Etchevehere dice que ella se sentía «normal», que era como estar volviendo a su casa, a un lugar de pertenencia. Mercedes Pombo, de Jóvenes por el Clima, lo vivió distinto: » Fuimos manejando mucha tensión por los nervios pero también por sentir que estábamos siendo parte de un desarrollo histórico que nos acerca al horizonte al que aspiramos: una Argentina con alimentos para todos y todas. Estar yendo a una experiencia concreta que permita bajar a tierra todo eso que pensamos era un sentimiento bastante generoso. Íbamos pensando, escribiendo cositas, hablando con nuestres compas de capital», cuenta. En el auto, también leían: Merce estaba con La tía Julia y el Escribidor, de Mario Vargas Llosa.
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Cuando entraron al campo, el casco estaba sin habitar y se podía ver producción ganadera. Pudieron ver que también sembraban soja y maíz, aunque predominaba la ganadería. También se encontraron con una montaña de envases de agroquímicos vacíos que habían usado para fumigar. «Si bien no están prohibidos, es ilegal tener desechos tóxicos en esas condiciones, hay una reglamentación para su tratamiento y acá estaban muy cerca de donde se duerme y se come. Es la prueba empírica de cómo se maneja este modelo», se indigna Mercedes Pombo.
Más allá de los momentos conocidos por la prensa: el piquete, la aparición de «los cuatro jinetes del apocalipsis» ofreciendo salvoconductos, el fallo a favor, la movilización a favor, y ni hablar del fallo que ordenó la salida de los integrantes del proyecto; los militantes recuerdan las emociones más pequeñas ahí adentro: por ejemplo, cuando lograron entrar comida y medicamentos después de muchas horas de discusión. «Los varones Etchevehere manejaban la cadena a su antojo. Cuando no nos dejaban ingresar comida se puso más serio el asunto», recuerda Evelina.
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Durante las horas en que se conoció el fallo y vino la policía a echarlas del lugar, las mujeres se organizaron y se prepararon para la salida. Dolores estuvo detenida durante tres horas y después se fue a Paraná, desde donde se va a instalar para seguir la lucha, Eve también volvió a Paraná y Mercedes ya estaba en capital. Si bien el Proyecto Artigas aún está vigente, no hay dudas de que la noticia del miércoles fue el fin de un primer capítulo.
– Mercedes, ¿qué (te) dejó el Proyecto Artigas?
– Es una experiencia que oficia de faro para muchas otras. Necesitamos experiencias empíricas que demuestren que otro modelo productivo es posible y eso se tiene que hacer con el Estado acompañando a los trabajadores de la tierra. Hay que fortalecer lazos entre la lucha por un ambiente sano desde la ruralidad y la militancia urbana, que se presenta como algo separado pero debe ser un camino conjunto.
– Evelina, ¿qué (te) dejó el Proyecto Artigas?
– A pesar de perder esta batalla la lucha en muchos aspectos la ganamos, y va a ser mas larga que esto. Nos fuimos con la cabeza bien alta y con la certeza de que marcamos un antes y un después en la historia de la provincia y del país: en un contexto donde no se estaba discutiendo la dificultad del acceso a la tierra, nosotras volvemos a poner en escena que necesitamos profundizar estas discusiones.
– Dolores, ¿qué (te) dejó el Proyecto Artigas?
– No hables en pasado, eso hay que dejarlo muy en claro. El Proyecto Artigas no es que continúa, sino que es. Está permanentemente en marcha, y seguimos sumando adhesiones permanentemente. Ya nos ofrecieron tierras en Entre Ríos para que siga adelante, más allá de la parte judicial que se sostiene.
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