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En el libro de ensayos Las vías abiertas de América Latina”, se anunció que lo ocurrido en la primera década del siglo XXI en el continente había sido el primer ciclo de gobiernos antineoliberales. Que las condiciones para la lucha contra el neoliberalismo seguirían y, de forma similar o no, volverían en un nuevo ciclo.
Cuando regresó al gobierno, la derecha latinoamericana confirmó que no tiene otra alternativa que su modelo neoliberal original, con ajustes fiscales, privatizaciones, recortes de recursos públicos y políticas sociales, alienación de la soberanía nacional y endeudamiento externo. Fue así en Ecuador, en Argentina, en Brasil, en Bolivia. No aprendieron de su fracaso anterior, ni del éxito de los gobiernos antineoliberales.
Estos gobiernos demostraron lo que han prometido: que la lucha contra el principal problema latinoamericano, la desigualdad, solo se puede enfrentar con la prioridad de las políticas sociales, que distribuyan ingresos, generen empleo, promuevan la democratización de la educación y la salud públicas, fortalezcan al Estado en sus funciones públicas. Es así como los gobiernos que asumieron programas antiliberales han reducido la desigualdad, la exclusión social, el hambre y la miseria en nuestros países como nunca antes, frente a lo que sigue sucediendo en el resto del continente y en el mundo.
Fue así como estos países lograron retomar el desarrollo económico, desarrollar procesos de integración regional e intercambio Sur-Sur, especialmente con China. Así fue como han logrado aislar, más que nunca, la influencia norteamericana en el continente. Fue un momento muy especial para América Latina, que proyectó a los principales líderes de izquierda en el mundo: Lula, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, Hugo Chávez, Nestor y Cristina Kirchner.
Este primer ciclo cumplió su rol, se agotó y fue reemplazado por gobiernos neoliberales, conservadores, que volvieron a aumentar las desigualdades, la miseria, el hambre, el endeudamiento externo y el desprestigio de los gobiernos. Fue un período corto, porque el neoliberalismo no logra un apoyo social duradero, ni la existencia de gobiernos legítimos. En Brasil y Bolivia la derecha regresó al gobierno mediante golpes de Estado, en Ecuador mediante la perversión de la voluntad popular.
Y cuando volvieron a haber elecciones democráticas, como en Argentina y Bolivia, después de que la gente de estos países vivió lo que significa el regreso del neoliberalismo y fue capaz de compararlo con gobiernos antineoliberales, no tuvo dudas y eligió, con amplia mayoría, gobiernos que retoman la dinámica antineoliberal. ¿Qué aprender del camino recorrido por Argentina y Bolivia? ¿En qué medida pueden seguir este camino Ecuador, Brasil, Uruguay y otros países del continente?
Cada país tiene sus propios caminos, pero, al estar inserto en la dinámica del capitalismo internacional, tiene que seguir formas de lucha y gobierno que se adapten a esta dinámica. Lo que significa que la lucha contra el neoliberalismo sigue como eje central, que sigue siendo la opción predominante de la derecha en el mundo y en nuestros países. Por tanto, nuestros gobiernos tienen su orientación fundamental en la lucha contra el neoliberalismo.
Lo que significa, porlo tanto, la reanudación de la centralidad de las políticas sociales como vía para combatir las desigualdades en el continente más desigual del mundo. Significa la reanudación del papel activo del Estado, de la soberanía nacional, de los procesos de integración regional.
Los procesos electorales en Argentina y Bolivia tienen elementos comunes. Los candidatos no fueron los presidentes anteriores, sobre todo porque Cristina y Evo fueron objeto de procesos de judicialización de la política, que buscaban sacarlos de la disputa electoral. Las fuerzas de izquierda fueron capaces de encontrar formas de pelear y ganar la batalla electoral, a través de otros candidatos, con Cristina como vice en un caso, con el apoyo de Evo desde el exterior, en el otro.
Esos nuevos gobiernos encuentran un escenario regional distinto, con gobiernos conservadores en Ecuador, Brasil, Uruguay. Uno de sus objetivos es reiniciar los procesos de integración regional, para tener más fuerza a nivel regional e internacional. Sus aliados son la oposición en Ecuador, Brasil, Uruguay. Probablemente tendrán un presidente de Estados Unidos menos hostil, aislando aún mas al actual gobierno brasileño, que se verá llevado a menos agresiones y la necesidad de convivir con un entorno más negativo para él.
Los nuevos gobiernos tendrán que afrontar problemas que no se pudieron afrontar en el primer ciclo, como encontrar la vía de la democratización de los medios, la democratización del Poder Judicial, una reforma fiscal socialmente justa, la prioridad de la lucha de ideas, de elaboración de una política económica de integración regional, la búsqueda de nuevas alianzas a nivel internacional. Es una agenda densa y difícil, pero sin la cual el segundo ciclo enfrentará los mismos obstáculos que el primero.
Las elecciones de febrero en Ecuador y el desenlace de la crisis brasileña, que puede tener lugar solamente en 2022, serán los próximos pasos en este camino, que definirá el carácter de la tercera década del siglo XXI en América Latina.
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