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Entre los que conocimos a Carlos es unánime destacar su empatía, su capacidad de escucha, su comprensión de la situación del otro, su humor pícaro e inteligente, en fin, su humanidad que lo hacían una personalidad de fácil trato, diálogo constructivo y amistad profunda. Sin embargo hoy, y estando aún muy presente el dolor por su reciente pérdida, quiero destacar otro aspecto de su personalidad que me parece importante valorar; el manejo inteligente e integrador que tuvo en su vida personal de los aspectos políticos y profesionales.
Carlos se inició en la política en los años ’70, e incorporó los valores de esa época que entendían la política como el instrumento totalizador para transformar la realidad, se vivía para la política porque era lo que le daba el sentido utópico de poder acceder a un mundo menos desigual, más autónomo y emancipado.
Así se formó y nunca abandonó la militancia, primero en la Universidad y posteriormente en el peronismo rionegrino. La vida lo llevó a profundizar más su carrera profesional; fue técnico especialista en suelos del INTA, director de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Alto Valle a los 36 años, director del Centro Regional Patagonia Norte del INTA, vicepresidente del Senasa, presidente del INTA y finalmente ministro de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación en el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Siempre se dijo que asumió ese cargo político por sus conocimientos técnicos, que sin duda los tenía, sin embargo creo que esa mirada es insuficiente. Veamos
A Carlos se lo conocía como un militante de la moderación. Me gustaría resaltar que esa habilidad innata que tenía para alcanzar los equilibrios en los conflictos más duros era producto de su enorme capacidad de lectura política que le permitía advertir con envidiable rapidez la complejidad de la correlación de fuerzas existente en los conflictos y darse cuenta hasta dónde se podía avanzar en el proceso de transformación sin producir más daño que beneficios. Así también sabía advertir cuándo aprovechar las oportunidades de cambio acelerando los procesos y cuándo era necesario ralentizarlos. Características que lo transformaron en el hábil conductor y líder político reconocido en el sector.
La experiencia de vida política y profesional de Carlos nos puede servir de aprendizaje y ayudarnos a reflexionar sobre la inutilidad de ciertos debates duales que producto de un pensamiento lineal dicotómico terminan polarizando posiciones extremas dificultando el diálogo constructor de acuerdos que permitan avanzar en los procesos de transformación colectiva, siempre complejos, transicionales y en construcción.
La experiencia de Carlos da por tierra la vieja discusión de la primacía de lo político vs lo técnico y viceversa; tanto de aquellos que opinaban que lo único importante era la acción política ya que el conocimiento socio-técnico venía por añadidura mágicamente, o los que por el contrario afirmaban que sin el conocimiento tecnológico consistente los procesos políticos transformadores no tenían viabilidad. El problema es que esta manera binaria, simplificadora, de pensar la compleja realidad, todavía está muy presente en nuestra vida política construyendo la numerosa caja de falsas antinomias (campo-industria, mercado interno-exportación.). Está claro que estos extensos debates solo han conseguido dividirnos, dispersarnos, gastar energías en disputas secundarias, hacernos perder el foco estratégico central de por dónde debemos canalizar la acción política transformadora.
Hoy en pleno siglo XXI, y frente a los verdaderos dramas sociales, ambientales, sanitarios y productivos que tenemos que enfrentar producto de las políticas neoliberales agudizadas por la pandemia Covid-19, es claro que un dirigente que se precie de tal tiene que ser un profundo conocedor de las problemáticas socio-técnicas que tiene que abordar para buscarles soluciones. Al mismo tiempo tiene que ser un constructor del poder político necesario para movilizar a los sujetos capaces de encontrar las causas profundas de las problemáticas a las que se enfrentan, transformando la realidad. En este sentido creo que Carlos Casamiquela fue un arquetipo del dirigente que necesitamos, tenía la capacidad de integrar el conocimiento técnico necesario para orientar la acción con la habilidad política imprescindible para conseguir el poder capaz de lograr que esa acción colectiva socio-técnica intentara finalmente transformar la realidad.
* Trabajador jubilados del INTA.
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