https://images.clarin.com/2020/04/03/colas-en-los-bancos-y___AE6elJ8oM_1200x630__1.jpg
Las decisiones políticas, las buenas y también las malas, afectan la salud de las personas. Eso, más o menos, se sabía. Era una verdad difícil de comprobar en la vida cotidiana, porque se asocia la enfermedad al ámbito de lo privado, al reposo en el hogar, a la cama, a la protección del entorno más íntimo, pero se podía sospechar que, en términos generales, una mala política ambiental provoca más enfermos, o, por ejemplo, una buena política de prevención primaria tiene como resultado más chicos o viejos sanos.
Pero ahora la Argentina se dio cuenta, siguiendo las llamaradas del avance del coronavirus por el mundo, de que las cuestiones de la salud también pueden influir en la política. Lo que pasó en los bancos este viernes no era una tragedia anunciada: era una pesadilla que conocían todos. Desde el Presidente de la Nación hasta el intendente del pueblo más chico del país, desde los adolescentes que alguna vez acompañaron a su abuela a cobrar la jubilación al banco en la Recoleta hasta una mujer que cobra la Asignación por Embarazo en un barrio de Resistencia, todos sabían que la reapertura de los bancos tras dos semanas de cierre, en medio de un período de angustia y carencia económico como este, iba a generar aglomeraciones. No había que ser adivino. Tampoco hacía falta ser memorioso. Esto mismo pasó hace una semana.
Todavía no es posible conocer las consecuencias de mezclar un millón de personas en medio de una pandemia. Sí se sabe que una parte de ellos, los jubilados que fueron a los bancos para cobrar sus haberes, son miembros del grupo de población más vulnerable frente al coronavirus, y que otra parte son jóvenes padres de chicos menores de edad que reciben la AUH o madres que reciben la Asignación por Embarazo que corrieron a los bancos para cobrar los diez mil pesos del Ingreso Familiar de Emergencia. Se sabe también que se mezclaron unos con otros. Se sabe, además, que lo que ocurrió es justo lo que buscaba evitar la cuarentena que tiene sufriendo a todo el país.
El Presidente conoce que lo que ocurrió es grave. A él le llegan los reportes que ven todos los argentinos, que muestran que en el país ya hay más personas que contrajeron el coronavirus fronteras adentro que personas que «importaron» desde otras naciones la enfermedad dentro de sus cuerpos.
Por eso su primera reacción fue enojarse con Miguel Pesce, titular del Banco Central y su amigo desde hace años, que ya venía castigado desde hace meses en las internas de los pasillos del Gobierno por la cuestión de los altos intereses que pagan los usuarios de las tarjetas de crédito. Ahora, Pesce no supo o no pudo lograr que Sergio Palazzo, el jefe de La Bancaria, se allanara a la necesidad de abrir los bancos con la mayor cantidad de empleados posible, inclusive el fin de semana. El propio Pesce admitió que Fernández lo llamó enojado al ver las aglomeraciones.
Al final, se ve que no era algo tan descabellado pedir que los cajeros de los bancos trabajaran igual que los cajeros de los supermercados, los empleados de las farmacias, los motoqueros de Rappi, los trabajadores de limpieza de las clínicas o los ayudantes en las carnicerías. No era una idea tan descabellada, al parecer, porque ahora los bancarios trabajarán el sábado y también el domingo, algo que nunca había ocurrido, a diferencia que lo que pasa con el resto de las profesiones mencionadas en la frase anterior.
El otro funcionario que participó en el diseño de esa potencial tragedia sanitaria fue el titular de la ANSeS, Alejandro Vanoli, de excelente relación con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y en la mira de La Cámpora. Vanoli era uno de los funcionarios preferidos cuando la presidenta era Cristina Kirchner y ahora es el encargado de pagar todos los paquetes de ayuda que instrumentó el Gobierno en la crisis. Por su mano pasarán los aportes que pedirán las empresas para abonar parte de los sueldos de sus trabajadores y también los Ingresos Familiares de Emergencia.
¿Cómo se resolverá esta cuestión en los próximos días? ¿Qué funcionario responderá si se disparan los contagios en el grupo de los adultos mayores en los próximos días? Hasta viernes a la noche, en el Gobierno nadie se animaba a responder con certeza esas preguntas.
[ad_2]
Fuente