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«No se trata solo de una agenda de género, sino también de justicia social», afirma la directora nacional de Políticas de Cuidado, Lucía Cirmi Orbón, al referirse al reciente convenio celebrado entre el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGyD) y el Indec para que las estadísticas oficiales incorporen la perspectiva de género, igualdad y diversidad.
Uno de los insumos más esperados como resultado de esta alianza es la implementación
de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, que va
a permitir comprender mejor cómo es la organización social del cuidado en
el país. Se trata de una encuesta específica que cubrirá cruces en materia de cuidado no presentes en el módulo agregado a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que se venía utilizando hasta el momento.
Más allá de algunas iniciativas provinciales y municipales, el último dato relevado a nivel nacional sobre uso del tiempo surge de un módulo agregado en la EPH en 2013. Los resultados visibilizaron la desigualdad: el tiempo social promedio dedicado a tareas de cuidados, resultaba en seis horas para las mujeres y solo dos para los hombres. En el caso de las mujeres de menores ingresos, el tiempo dedicado a tareas de cuidado aumentaba a ocho horas.
«Contar con estadísticas actualizadas y de calidad de distribución del tiempo para las tareas de cuidado es importantísimo, porque tiene un impacto económico muy fuerte«, explica Cirmi Orbón, en cuya cuenta de Twitter se define como economista, feminista y peronista.
Agrega que «los datos de distribución de uso del tiempo son el correlato de la distribución de trabajo remunerado también, porque el día sólo tiene 24 horas. Las seis horas que las mujeres dedican al trabajo no remunerado tienen un impacto económico en ellas. Además, están conectadas con otros temas que nos interesa cambiar como sociedad: la brecha de cuidados es la contracara de la brecha salarial y la feminización de la pobreza, porque las que más cuidan son los más pobres».
Justicia social
La pandemia visibilizó y puso en agenda la Economía del cuidado. «Nuestro desafío es profundizar la mirada: se cuida distinto según los ingresos, el género, el lugar del país«, reflexiona la directora nacional. «Las mujeres lo sufren de manera distinta: algunas con ausencia salarial, otras con brecha salarial o con doble jornada de cuidado, como las trabajadoras de casas particulares. Ahora que el problema está puesto sobre la mesa, el desafío no es sólo hacer una agenda de género, sino de justicia social».
Desde el Estado no apuntan a eliminar o estigmatizar el trabajo de cuidado, sino al contrario: ponerlo en el centro de la economía, reconocerlo y redistribuirlo. La política trata de mutar la infraestructura de cuidados familiar a un ámbito social: «Quiere decir que si hay más espacios de primera infancia, educación temprana, centros de día, de larga estadía; es decir más apoyos colectivos en el cuidado, ese tiempo tendría que reducirse», explica Cirmi Orbón. Por otro lado, las personas que eligen cuidar tienen que tener protección social en las distintas etapas de la vida, y la retribución por ese trabajo para no exponerlas a una situación de riesgo social.
En la última reunión de la mesa interministerial de cuidados, el eje estuvo puesto en la inversión en infraestructura material y social. María Pía Vallarino, directora de Relaciones Institucionales del Ministerio de Obras Públicas abordó las principales prioridades en relación a esa agenda: las unidades sanitarias y hospitales especialmente en cárceles de mujeres; los centros territoriales integrales de género y diversidad, y los centros para la primera infancia.
Además
de la infraestructura material, dialogaron sobre la necesidad de valorizar la
infraestructura “social” de cuidados, que implica no sólo la construcción de
esos espacios sino también la formalización, profesionalización, contratación y
gestión de quienes los llevan adelante.
Hay quienes opinan que monetizar al trabajo no remunerado implica consolidar el rol cuidador de las mujeres y desincentivar su participación en el
mercado laboral. ¿Cuál es su postura?
– Trabajamos para reconocer y redistribuir al mismo tiempo, y es un equilibrio constante que hay que hacer: no podemos esperar a que la redistribución sea perfecta para proteger y dar derechos a las personas que se dediquen a cuidar, ni tampoco a la inversa. Si nosotras reconocemos todo como tal cual está, tenemos el peligro de quedarnos con la foto de que las únicas que cuidan son las mujeres y, en particular, las mujeres pobres. Entonces ese tiempo hay que redistribuirlo, y también garantizar que haya más espacios comunitarios donde se brinden esos cuidados, para que no caigan únicamente sobre los hombros de las mujeres.
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