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Pienso en tres cosas, antes que en el análisis del juego. 1) Cuando a River le ponen enfrente esos cucos que las estadísticas suelen engendrar, mejor responde. Banfield llegaba con no sé cuántos partidos sin perder y sin recibir goles de visitante. El dispositivo cerrojo con candados con mil llaves de Falcioni fue uno de los temas de la semana. Sabíamos que se iban a colgar, y se colgaron. A eso se sumaba le vuelta al césped de Osvaldo. Otro cuco que despertaba secretas ilusiones de los que esperaban agazapados… En fin, River pudo con todo. Con el sistema defensivo y con el Stone, que terminó siendo el fantasma (al fin y al cabo, algo de cuco tuvo) que tanto disfrutamos. 2) Contra lo que no podemos es con la leche horrible de los penales. Saladísimos es poco. De haber metido uno de los tres que fueron pif (San Lorenzo por dos o Vélez) hoy tendríamos un punto más que sería oro. Pero ya está, que el próximo entre, hay que pensar en positivo.
3) El amor eterno entre la gente y la lluvia. En el único momento del partido en que Banfield preocupó, en el final, el agua llevó explosión a las tribunas. Quedó en claro una vez más que desde allí los partidos también se ganan. Nos soñamos empujando al Búfalo Funes en la final del ‘86 o mirando ese arco iris que atravesó el Monumental el 9/12/2018. Hay una cosa simbiótica entre este equipo, las tormentas y nosotros empapados.
Yendo al fútbol, jugamos bien y desperdiciamos muchas, más allá del penal. Nunca nos llegaron con claridad ni sufrimos, a pesar de lo dramático de esos minutos finales en pleno diluvio. Rojitas es una pantera y Suárez está todo lo bravo que a veces no está Santos Borré, pero a Rafita hay que bancarlo siempre. Y más en esta recta que queda hasta el objetivo. Ellos están ahí, haciendo de a cuatro o cinco goles. Parecen una máquina comiéndose a los chicos crudos. Pero nosotros estamos acá, firmes y preparados para lo que más nos gusta: dar pelea, el palo y palo. Próxima estación, Estudiantes, en La Plata, con la chapa de Mascherano, Andújar, Rojo y ese estadio impenetrable, aún invencible.
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