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Desde Roma
La imagen de Martín Guzmán, ministro de Economía argentino, sentado entre Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, dialogando con uno y otro y, por momentos, en conversaciones de las que participaban los tres, hubiera sido suficiente motivo de atención periodística en la Conferencia sobre Nuevas Formas de Solidaridad, Inclusión e Integración que tuvo lugar este miércoles en los salones del Vaticano. Pero a esa imagen se le sumó la presencia, fuera de programa, del Papa Francisco y el breve discurso que brindó reclamando a los «líderes financieros y expertos económicos del mundo» a asumir una activa participación en la identificación de «las injusticias de nuestra economía actual y ponernos a trabajar juntos para poner fin a la desigualdad global». Y las referencias de Georgieva a «un capitalismo que hoy está haciendo más mal que bien en el mundo», de Stiglitz referidas a «una agenda neoliberal que ha dominado por cuatro décadas y ha fracasado» y, finalmente, la participación de Guzmán que incluyó una advertencia «a algunos miembros del Club de París aquí presentes», recordándoles que «Argentina les está pagando una tasa de interés del 9% este año y el próximo, este también es un problema del que nos tenemos que ocupar, que no sólo es insostenible sino que marca un mal antecedente frente al resto de acreedores». La deuda con el Club de París, vale recordar, es la deuda directa entre gobiernos. A esos gobiernos miembros estuvo destinado el mensaje.
Los pro y los contra de la actual economía mundial que ha agrandado la brecha entre ricos y pobres, el futuro de los países endeudados y el qué hacer ante esos desafíos fueron algunos de los temas debatidos este miércoles en el Vaticano en la conferencia organizada por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y titulada “Nuevas formas de solidaridad, inclusión e integración”. Guzmán, que en la noche del martes mantuvo en Roma una reunión “muy productiva” con la directora del FMI para hablar de la deuda argentina, volvió sobre este tema ante la conferencia. “Hemos tenido una discusión constructiva, de entendimiento, tratando de evitar los errores del pasado. Pero tenemos poco tiempo, la deuda es insostenible”, advirtió. Y si no se resuelve, Argentina corre el riesgo de que se prolongue la recesión.
Refiriéndose a la deuda con el Club de París, Guzmán señaló «aquí hay países que son miembros, ese también es un problema del que nos tenemos que ocupar. Argentina va a pagar un 9% de tasas de interés en la deuda de 2020 y 2021 al Club de París, y eso no sólo es insostenible sino que marca un mal antecedente con resto de los acreedores; definitivamente no es un trato igualitario». «Podemos entender la complejidad del Club de París, pero vamos a hacer las cosas bien necesitamos cooperación ahí así como necesitamos la cooperación de los bonistas».
Lo hecho hasta ahora “no es suficiente, necesitamos más”- subrayó el ministro- “de forma ordenada, paso a paso, el tiempo es esencial” pero también dijo que hay que decirle No al síndrome del “demasiado tarde” y a la “austeridad”. “Una solución para la deuda argentina traería estabilidad a la región”, agregó refiriéndose a los países latinoamericanos, últimamente conmocionados por las grandes diferencias sociales.
En un cierto sentido, al ministro argentino le habían dado su marco de referencia tanto el Papa que se refirió también a la deuda citando a san Juan Pablo II, como el Premio Nobel Stiglitz, del que Guzmán fue discípulo y colaborador en la Universidad de Columbia, donde trabajó como investigador hasta ser convocado para asumir como titular de Economía.
Stiglitz, interrogado por Página 12, dijo que “para Argentina, sería un buena idea un ajuste de la tasa de interés que facilitaría la situación para acreedores y deudores. Para ambos, parte de la solución es también restablecer el crecimiento y esto va a necesitar tiempo. Cualquier restructuración de la deuda tiene que reconocer que la mejor forma es que Argentina vuelva a crecer”.
«Capitalismo en crisis»
Siglitz había hablado además de que el actual capitalismo “debe ser reformado”. “El capitalismo está en crisis”, crisis del clima, crisis de desigualdades, crisis de confianza en las instituciones, crisis de deuda como la que vive Argentina, crisis moral, de la economía y de la política. “El crecimiento de las desigualdades, la destrucción del ambiente, la polarización de nuestras sociedades y el permanente descontento no pueden ser negados”, subrayó.
“Una economía distorsionada, distorsiona la política y la sociedad”, advirtió, indicando un camino, el del “capitalismo progresista” que aspiraría a crear un mejor equilibro, reconociendo entre otras cosas que es posible hacer cosas “colectivamente” que no se pueden hacer individualmente, mediante cooperativas y organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro. “El fundamentalismo de mercado, la agenda neoliberal, ha dominado por cuatro décadas y ha fracasado”, dijo. ¿Qué tenemos que hacer entonces? ”Tenemos necesidad de un nuevo contrato social, que difunda solidaridad en nuestras sociedades y a través de las generaciones. Esto significa un rol diferente para los gobiernos, menos ayuda para las empresas y más ayuda para los ciudadanos que lo necesitan, impuestos progresivas y sobre todo, reescribir las reglas de la economía».
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, reconoció que “el capitalismo está haciendo más mal que bien” ultimamente y para mejorar la situación sugirió, entre otras cosas, ayudar a los países a crear una “cultura de la solidaridad” y “promover la globalización de la esperanza”. Pero también habló de mejorar los sistemas globales del comercio, de controlar los flujos de capitales por los daños que pueden ocasionar y de la sostenibilidad de la deuda. “El mundo tiene una tremenda deuda global. Esto nos lleva a estar expuestos a la inestabilidad”, dijo.
Refiriéndose a América Latina en particular indicó que las revueltas recientes en distintos países “son debidas a la desigualdad, no a la pobreza”. “No es casual que las revueltas hayan nacido donde la brecha social es más pronunciada”, dijo. “América Latina tendría que alentar una cultura de la solidaridad concentrándose en un aspecto importante: las desigualdad de oportunidades. Investigaciones hechas hasta ahora demuestran que cuando las desigualdades disminuyen, aumenta el crecimiento y la estabilidad económica y en eso ayuda la solidaridad”. Por eso, concluyó, América Latina tiene que concentrarse en la creación de empleos, en luchar contra al corrupción que daña la solidaridad, y en destinar fondos a las inversiones. “Las políticas tienen que ser inclusivas para que todos tengan los mismos derechos”, concluyó.
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