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Guernica es la foto de las planillas del Indec: la nueva pobreza es la vieja pobreza

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En un informe reciente, la distribuidora eléctrica EDESUR reveló que tiene instalados 267 medidores comunitarios en las villas de emergencia de los partidos del sur del conurbano bonaerense. Son líneas de tensión que llegan hasta el ingreso de esos barrios carenciados y desde allí los propios vecinos cuelgan sus cables para llevar electricidad a sus casas.

La novedad es que el consumo eléctrico en esa clase de medidores se incrementó en un 70% en los últimos ocho años. Es posible que ese salto se explique en una pequeña parte por la proliferación de aparatos electrónicos en esos barrios, pero la magnitud del crecimiento indica que lo que explotó allí es la cantidad de personas que se vieron empujados a vivir en las villas. Según las cifras de Edesur, tres cuartas partes de ese crecimiento en el consumo se explica por la demanda en Quilmes (donde hay 89 medidores comunitarios) y Lomas de Zamora (que tiene 104).

Esa es sólo una de las formas de explicar de una manera no tan dependiente del ritmo de la inflación lo que esta semana afirmó el INDEC cuando difundió las cifras de la pobreza del primer semestre de 2020. Los más actuales son los datos referidos al segundo trimestre, que indican que casi la mitad de la Argentina (47,2%) es pobre, o, para traducirlo a personas, que 21,4 millones de argentinos tienen ingresos que no les permiten comprar la canasta básica.

Ese salto en los números de pobreza en 2020 se hizo visible con la seguidilla de tomas de tierras por parte de personas que llegan a descampados que en algunos casos son propiedad de privados y en otros del Estado con algunos palos y lonas para armar tiendas precarias que luego se transformarán en viviendas permanentes casi tan precarias como las originales.


La toma de tierras en Guernica. Foto Maxi Failla

El caso más conocido es la toma de un enorme predio en Guernica, que va en vías de convertirse en un eslabón más de lo que algunos funcionarios del gobierno actual y también del anterior llaman el cuarto cordón del conurbano bonaerense. Son lugares cada vez más alejados de la Capital Federal -en el caso de Guernica, a 50 kilómetros del Obelisco- ubicados entre las localidades del tercer cordón del conurbano y la Ruta 6, la circunvalación más larga de la Capital Federal, que une con una curva a las ciudades de Campana y La Plata.

Hoy son parajes semi rurales que se alargan siguiendo las rutas concéntricas que llevan y traen gente a la Capital, en donde se mezclan algunos barrios privados con tomas de terrenos que en algún momento fueron provisorias.

Según el censo que hizo el gobierno de Axel Kicillof, en el predio tomado en Guernica se contaron hace 15 días 2.344 “hechos físicos”, según la nomenclatura que usaron para denominar a las chozas, carpas o casillas que se levantaban sobre la tierra, algunas constituidas simplemente por tres palos atados con una bolsa en su extremo superior. Hubo 1.904 personas que respondieron a los censistas, y de ellas la mitad no quiso decir de qué lugar habían llegado, un dato clave para determinar hacia dónde deben llevar a esa persona -o grupo familiar- en caso de que se implemente un desalojo.


La toma de tierras en la localidad de Guernica. Foto: Maxi Failla

En ese censo, y en las conversaciones que mantuvieron con las personas ocupantes a lo largo de las últimas semanas, a los funcionarios bonaerenses le quedó claro que, a diferencia de las tomas de terrenos que se encadenaron en los primeros años de este siglo, en Guernica no hay referentes políticos unívocos. Sí hay agrupaciones izquierda como el Polo Obrero o presencia de desprendimientos de organizaciones kirchneristas, pero manda la atomización.

También se encontraron con otra novedad. Guernica, y lo mismo parece ocurrir en las otras tomas de ese incipiente cuarto cordón del Conurbano, está ocupado en gran medida por personas o parejas muy jóvenes, de entre 18 y 25 años, casi todas con más de un hijo, que llegaron a ese predio escapando del hacinamiento en sus propias casas en barrios también carenciados, en donde compartían un techo con algunos de sus padres, que también tienen sus parejas e hijos. Ya no son las familias del interior que llegaban a la Ciudad a buscar trabajo y quedaban en las primeras villas miseria del siglo 20, ni los nuevos pobres que caían a la villa desde sectores más pudientes a partir de la década de 1980: ahora son pobres de segunda o tercera generación de pobres, que huyen desde la pobreza familiar hacia la pobreza propia.

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