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– ¡Sorpresas? Todos saben lo que pienso y lo que hago.
El domingo al atardecer, solo en Olivos, Alberto Fernández se dedicó a ordenar en detalle los ejes del discurso que dará en el Congreso el próximo domingo. En la quinta presidencial hubo, el fin de semana largo, pilas de carpetas y papeles repartidas.
Fernández escribe solo y lo hace en base a material que le acercaron sus funcionarios. A los que lo rodean, curiosos por saber cómo será su mensaje, les dice que no esperen sorpresas. Nada fuera del menú. «Me conocen» se los saca de encima.
Administra, sin embargo, algunas tensiones. La más relevante refiere a una figura que está presente en todos los «paper» que le enviaron sus ministros: hablan de la «herencia» recibida, de lo que encontraron en sus áreas tras cuatro años de Mauricio Macri.
Fernández rehusó, hasta acá, poner el foco en ese tema. No quiere, se justifica, repetir lo que hizo Mauricio Macri que atribuyó, incluso en la campaña de reelección cuatro años después, todo al gobierno anterior. «Hay que mirar para adelante» dice.
Pero habrá, deslizan a su lado, algo sobre el Gobierno que recibió: sobre el endeudamiento «insostenible», según la calificación del FMI, los indicadores «en rojo» en materia social y productiva.
Todo para justificar medidas antipáticas como la suspensión, en teoría temporal, del índice de actualización de las jubilaciones. Ahí estarán dos conceptos repetidos: emergencia y solidaridad.
Lo primero para hablar del gobierno que encontró; lo segundo para defender medidas coyunturales que considera temporales y extremas. El tope a jubilaciones y, en otro segmento, las retenciones al campo.
En ese renglón habrá también un relato: que el aumento en las retenciones a la soja, para llevarla al tope de 33%, no tiene fines recaudación «sino distributivos porque será para compensar las bajas que se aplicarán con otros cultivos y, en particular, para incentivar economías regionales y a los pequeños productores».
«De 90 líneas del sector agropecuario que tienen retenciones, solo se subirá una sola: soja», ensaya, en voz alta, un argumento un colaborador del presidente. Es un insumo para explicar el aumento: «es una suba puntual para ayudar a otros sectores del agro».
En Casa Rosada invocan, al pasar pero sin ingenuidad, otro dato: en el proyecto original de la Ley de Emergencia, el tope para las retenciones a la soja era de 35% pero por pedido de Fernández se bajó a 33.
Otro de los interrogantes sobre el discurso es qué lugar le dará a la cuestión de los servicios de inteligencia. Fernández intervino la Agencia Federal de Inteligencia, puso a Cristina Camaño al frente y ordenó un recambio. El miércoles, la titular de la AFI estuvo en Casa Rosada para verse con el presidente. Charlaron a solas.
Alberto F. martilla sobre un hilo que vincula a sectores de la Justicia Federal con los servicios de inteligencia. Lo engloba en lo que llama, como Cristina Kirchner,»lawfare». La intervención de la AFI detectó, cuentan a Clarín en Gobierno, «desmanejos» que pueden alimentar esa hipótesis.
¿Lo mencionará Fernández, en su discurso ante el Congreso, a modo de denuncia? En Casa Rosada dicen que está en revisión y remiten a su referencia, el 10 de diciembre, sobre «los sótanos de la democracia».
Puede, de ahí, nutrir la razón política de la reforma Judicial que se enfoca en Comodoro Py pero que «no introduce», según supo Clarín, cambios en la Corte Suprema por una razón sencilla: ampliar el número de cortesanos sin poder subdividirla en «salas» en vez de aportar celeridad, ralentizará el desempeño del tribunal.
Como se anticipó, anunciará el envió del proyecto de legalización del Aborto aunque no tendrá el mismo texto que promueve el colectivo #NiUnaMenos. Irá, como contó Clarín, ligado a otro anuncio: el lanzamiento del programa «Mis primeros 1000 días», orientado a acompañar a las madres embarazadas y de los niños hasta los 2 años.
En gobierno lo sintetizan en una frase: «El Estado establece la ley para la interrupción del embarazo acompañará a quienes quieran tener hijos». El tema Alberto se lo anticipó al Papa Francisco en su visita al Vaticano.
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