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Historias de vida desde la primera línea de fuego  …

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El coronavirus no da tregua en Estados Unidos
, donde ya 
hay al menos 386.800 contagiados y 12.285 muertos, y expertos en salud estiman que lo peor está por venir. Pero más allá de las conjeturas científicas, las idas y vueltas del presidente Donald Trump o las rispideces entre los estados y el gobierno federal, poco se dice de los verdaderos héroes anónimos de esta pandemia. Los que están, como les gusta decir a los estadounidenses en estos días, «in the front line» (en la primera línea de fuego). Personal de la salud, voluntarios y trabajadores de actividades esenciales que ponen el cuerpo y ni siquiera cuentan con los recursos ni la protección suficientes para enfrentar a un enemigo cada vez más poderoso. Página/12 accedió a algunas de esas historias, las que componen el relato oculto de un país sumido hace algunas semanas en emergencia nacional. Y que reflejan la realidad de un sistema de salud desbordado.

«Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?»

Estados Unidos es desde hace algunas semanas el país con más contagios
por coronavirus del mundo. Si bien no es una de las regiones más golpeadas del país, en la ciudad de Los Ángeles los casos superan los 6.377, mientras que el número total de muertes asciende a 147. Peter Sidhu es enfermero del Centro Médico Kaiser situado en el distrito angelino de Woodland Hills, estado de California. La pandemia lo movilizó como pocas veces en su vida.

«Soy enfermero de cuidados críticos y este es un momento crítico. Entré en esto para ayudar a la gente, no para tener miedo. Me ocuparé de cualquier paciente en la unidad de cuidados intensivos, sin importar quiénes son o por qué están allí», dijo en diálogo con este diario. Sidhu forma parte activa de la Unión de Profesionales de la Salud (UHCP), en un país donde la sindicalización de los trabajadores es muy escasa.

A diferencia del mensaje que emana desde el gobierno federal, para los trabajadores de la salud las personas están por delante de la economía. «Somos los primeros en responder e intentamos dar el ejemplo. Vi enfermeras retiradas con más de 20 años de carrera que se ofrecieron como voluntarias para estar en la carpa de detección. Cuando la gente viene a nosotros preguntando si tenemos miedo, yo les respondo que esto es una emergencia. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?».

El hospital donde Sidhu trabaja registró el primer caso de coronavirus tres semanas atrás, y de ahí en más se sucedieron «varias muertes». Para este joven nacido en Coventry pero descendiente de hindúes, las dificultades más claras «pasan por la incertidumbre que reina en el país. Ante la posibilidad de que llegue una tormenta gigante de pacientes, tenemos que dejar de pensar en la salud como negocio y abrir nuevos departamentos de salud que se ocupen estrictamente del coronavirus».

Un ejército de voluntarios para Nueva York

Tal como expresara Peter Sidhu, los trabajadores de la salud tienen serios problemas a la hora de trabajar no solo en Los Ángeles sino en todas partes del país. Y donde esa realidad se ve mejor reflejada es, sin duda, en Nueva York. El número de muertos en ese estado trepó a 5.489 luego de registrar la mayor cantidad de víctimas
en las últimas 24 horas, 731. En tanto, el número de casos confirmados creció a 138.457, con 76.876 solo en la ciudad de Nueva York.

En sus últimas conferencias de prensa, el gobernador neoyorquino Andrew Cuomo remarcó que el estado todavía no se encuentra preparado para afrontar el pico de la pandemia. A la falta de insumos esenciales (ante la falta de atención de Trump, el estado recibirá mil respiradores donados por el gobierno chino y el propio Cuomo ordenó confiscar
otros tantos a centros de salud privados), se sumó la carencia de trabajadores en el área.

Por ese motivo, el gobierno de la ciudad envió el viernes pasado un mensaje de texto a todos los neoyorquinos, convocando a personal sanitario voluntario para sumarse a las tareas de emergencia. El mensaje empleaba el mismo tono con el que se exhortaba a la población a unirse al ejército en tiempos de guerra: «We want you for the Care Army» («Te queremos para la ‘Armada’ del cuidado»).

Alisa Baer, ​​de 40 años, residente en Manhattan y pediatra antes de retirarse de la medicina en 2013, se sintió movilizada y decidió ser voluntaria a través de ServNY, el registro estatal de profesionales médicos con licencia. Le pidieron que se presente el jueves pasado en una de las instalaciones más afectadas de la ciudad de Nueva York, el hospital Elmhurst
en Queens, donde el departamento de emergencias se vio desbordado de pacientes afectados por la pandemia.

Pero Baer inmediatamente se planteó un dilema: «Si por desgracia llegara a enfermarme, ¿quién pagaría los gastos médicos?». Ella no duda de que saldrían de su bolsillo, y según sus cálculos sumarían un costo de casi 8 mil dolares. «Francamente, eso me da más miedo que enfermarme», dijo. «El peor de los casos para mí, sin ingresos genuinos y constantes, sería recibir facturas del hospital por miles de dólares», agregó. Al día de la fecha, el sistema de salud estadounidense no le garantiza a los voluntarios un potencial tratamiento médico: la buena voluntad queda atada con alambre.

Demandas sin cuarentena

Más de 2.551 personas dieron positivo por Covid-19 en el estado de Wisconsin, mientras que 85 personas perdieron la vida. La ciudad más grande del estado, Milwaukee, alberga 1.304 casos y 45 muertos. El coronavirus entró a esta ciudad del medio oeste del país desde suburbios blancos y prósperos con capacidad económica para viajar al exterior, pero terminó de estallar en la nutrida comunidad negra de la ciudad, que vive en condiciones insalubres, es más propensa a las enfermedades respiratorias y ocupa las llamadas actividades esenciales: transporte, salud y abastecimiento. En Milwaukee, la población negra es el 26 por ciento del total, pero representa la mitad de los casos de coronavirus y el 80 por ciento de las muertes, según un informe de ProPublica
.

Wisconsin declaró emergencia en la salud pública el 12 de marzo, sin embargo las empresas que representan los sistemas de salud en el estado continúan demandando a los pacientes por sus deudas hospitalarias. Blanche Jordan, de 39 años y afroamericana, es uno de entre al menos 46 casos. Jordan sobrevivió a un cáncer de mama y por ese motivo cumple a rajatabla con el distanciamiento social, aunque colabora con un centro de asistencia social que le reporta unos 15 dolares por hora apenas suficientes para subsistir. El domingo pasado, en su día de descanso, sonó el timbre de su casa. Sin presentarse, una mujer le entregó a Jordan un papel y apenas le dijo: «Usted ha sido debidamente notificada».

El documento entregado era una citación judicial con la que el hospital Froedtert de Wisconsin demandaba a Jordan por 7.150 dolares para cubrir su tratamiento. Justo tres semanas antes, Jordan había pagado una deuda con el hospital de más de 5 mil dolares relacionada con una histerectomía que su seguro no cubría. Pero al parecer no fue suficiente. «Estoy frente a una situación de alto riesgo», aseguró. En esa misma situación parecen encontrarse millones de estadounidenses caídos del sistema.

Informe: Guido Vassallo.



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