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«Hace años que vengo condenando por igual los abusos del comunismo y los abusos del capitalismo. A medida que ellos avanzan en sus luchas con sus mismos errores, el hombre y el mundo se van dando cuenta de que ninguno de los dos traerá la solución ni la paz anhelada. Por eso, los hombres honrados de todos los pueblos se suman a nuestra tercera posición». Las palabras son del general Juan Domingo Perón definiendo su política exterior en los inicios de su primer gobierno, en 1946, y que coincidió con la conformación de un mundo dominado por la Guerra Fría.
Setenta y cuatro años después de aquella toma de posición «antiimperialista», la que prometía poner en primer lugar a la Argentina, en segundo al continente americano y después al «resto de los pueblos de la tierra», Alberto Fernández busca aggiornar la llamada Tercera Posición de Perón a estos tiempos. Es un contexto sin dudas muy diferente al de la Guerra Fría, pero en un tiempo no carente de conflictos y presiones para que la Argentina tome posición a favor de unos o a favor de otros.
Se oficialice o no, la Tercera Posición de Fernández hoy está cruzada por la crisis de la deuda de Argentina y como tal, mientras su ministro de Economía, Martín Guzmán, se ocupa en los Estados Unidos de las negociaciones con los acreedores, Fernández sale de gira a Europa a una tourné recargada.
Con el papa Francisco en el Vaticano, con el presidente y con el primer ministro de Italia, Sergio Mattarella y Giusseppe Conte; con el uno de la FAO; con la jefa del gobierno de Alemania, Angela Merkel; con el premier de España, Pedro Sánchez, y con el rey Felipe VI.
Terminará con Emmanuel Macron, el jueves 5 . Y como le ocurrió a Néstor Kirchner en 2003, su política exterior está condicionada por ahora por las urgencias de la economía.
¿Se puede entender entonces de esa manera las relaciones de Alberto F. con Nicolás Maduro y con Donald Trump? Y más importante: cómo jugará Fernández en las verdadera batallas que cuentan. Las que siguen disputando Estados Unidos y China, en el comercio, en el espacio de la tecnología y del 5G, en la defensa, y en la logística. Una guerra en la que el segundo avanza y el primero exige contener.
Alberto Fernández comenzó su gestión abrazando al Grupo Puebla -linea que continúa las ideas de la izquierda agrupada en el Foro de San Pablo- y siguió anunciando que se quedaba en el Grupo de Lima, pero con una posición crítica hacia la política de sanciones y aislamiento al régimen chavista.
En el día de su asunción, el nuevo presidente sufrió un desplante de un importante asesor de Trump, Mauricio Claver Carone, que le reprochó la presencia de un funcionario de Maduro que tiene restricciones de entrada en varios países, y un abultado prontuario en derechos humanos. Claver Carone y otros funcionarios de Washington criticaron a la Argentina por haber dado asilo a Evo Morales. Al mismo tiempo días antes un llamado telefónico de Trump lo aupó a Alberto, días antes, el kirchnerismo gestionaba con éxito la liberación en Caracas de un grupo de venezolanos americanos considerados presos políticos. Estados Unidos agradeció al kirchnerismo por su mediación.
EVO MORALES MAS CALLADO.
Y cómo explicar también que Fernández pasó de silenciar los sectores que pedían derogar un decreto de Mauricio Macri que considera a Hezbollah como grupo terrorista, a sentarse a dialogar como amigos y aliados con el primer ministro Benjamín Netanyahu en Jerusalén. En ese viaje a Israel, Alberto Fernández demostró una astucia y pragmatismo. Y silenció la polémica porque por impericia hasta que él mismo no se puso al frente del viaje ningún funcionario argentino iba a estar presente en las conmemoraciones por la memoria de las víctimas del Holocausto. Y el viaje del presidente contó con el aval y el empuje de la mismísima Kirchner.
Esa posición es también la que también lo llevó a tuitear antes de su reunión con Netanyahu en favor la paz en oriente medio y de la existencia de dos estados: uno para Israel y otro para Palestina. Una posición difícil de decodificar en lo que hace a saber qué opina del plan de paz para la región de Trump. Este establece también la existencia de dos estados pero con Capital en Jerusalén y permitiendo la ocupación de los territorios, sólo terminó siendo rechazado por la parte palestina.
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