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Los historiadores, aunque vamos siguiendo un episodio a medida que transcurre, siempre trabajamos con el diario del lunes. Lo que estudiamos, ya sabemos cómo terminó. Y en este momento, en mucha mayor medida a lo que lo fue la epidemia de la Gripe A, yo estoy como la gente que estudié: sin saber cómo va a terminar, y me permite ponerme en un lugar distinto.
Las cuatro epidemias que afectaron a Rosario entre 1867 y el 1900, son epidemias que todas fueron de alcance global, en el sentido de que fueron expresiones que también transcurrían en otras partes del mundo, pero más lentamente. Son epidemias que hablan de un mundo conectado pero a otra velocidad: esa gente no tenía una experiencia de esta conexión. No sabían que lo mismo que pasamos nosotros ahora pasa en Murcia, Milán o donde fuera. Desde esa óptica, experiencia es distinta.
Y también es distinta a la primera gran pandemia contemporánea, como la de la gripe española, que comparte con el coronavirus que abarcó una parte muy grande del mundo y se extendió rápido, pero esa fue una epidemia en la que hubo muy poca información. Se la conoce como gripe española porque España fue uno de los pocos países que informó pero estaba en todos lados. Y hoy, en cambio, sabemos minuto a minuto, cantidades de muertos e infectados.
Ahora, la información que tenemos, no sé si tranquiliza o no. Entonces, los médicos sabían que la peste bubónica iba a llegar a Rosario; no sabían cómo curarla. Ahora ya rápidamente los médicos tienen reactivos para saber si las personas tienen coronavirus o no.
Otra de las características: las epidemias son tales porque no existe el modo de prevenirlas hasta después que pasan. El legado de la poliomielitis es que se inventó la vacuna. Y que haya sido erradicada como enfermedad. Y eso lo podemos decir con el diario de mañana.
En Rosario se vivieron tres epidemias de cólera (verano de 1867 al 68, otra de 1886/87 y 1894/95) y una de peste bubónica, en enero de 1900, que fue la que tuvo más impacto público aunque con la menor cantidad de muertes. Pero mientras transcurría esa epidemia, los médicos tuvieron una controversia respecto de si convenía que la gente supiera la dimensión de la epidemia en función de cómo se controla el pánico. En esas cuatro epidemias, había un solo diario en Rosario, una única prensa y mucho boca a boca.
Los médicos tuvieron el problema para aislar a los enfermos, a espacios especialmente acondicionados para poner en cuarentena. El boca a boca decía cosas tan tremendas, que la gente, con tal de no ser atendida, ocultaba la información. Y en ese sentido, es una diferencia abismal con la época actual. Ahora quieren que le garanticen que van a tener una cama y un respirador. Eso tiene que ver con la imagen positiva que tiene la gente de la ciencia.
La historiadora Agustina Prieto compartió su mirada con Olé.
* Agustina Prieto es historiadora. Vive en Rosario. Integra el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario y es docente en la Facultad de Ciencias Políticas de dicha Universidad.
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