https://images.clarin.com/2019/11/29/alberto-fernandez-junto-a-ricardo___0R4fs6yx_1200x630__1.jpg
La milenaria cultura china considera a las crisis un riesgo, pero también una oportunidad. La última acepción es la que adoptó Alberto Fernández para comerle terreno a la oposición como un moderno pac-man.
La primera jugada consistió en repartir cargos entre adláteres de Roberto Lavagna, el candidato presidencial de la frustrada “tercera vía”, y en sumar la adhesión de tres diputados de origen macrista a través de un bloque aliado. Así blindó las mayorías que necesita en el Congreso.
Pero la joya más preciada se le negaba. Contra la tradición, no fue la tercera, sino la cuarta intentona presidencial la que terminó convenciendo a Ricardo Alfonsín, portador de un apellido ilustre y destacado contradictor interno de Cambiemos, de dar luz verde para aterrizar en Madrid.
Los votos de los primeros fueron decisivos para la aprobación de la Ley de Emergencia Económica, un heterodoxo método para redistribuir y ajustar simultáneamente. Al hijo del último prócer radical le encomendó la tarea de ayudarlo en las gestiones para sumar los votos clave de Europa en la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario.
La última llamada desde Berlín, el lunes, fue cargada de argumentos difíciles de rebatir. Alberto le habló a “Ricardito” -como suele llamarlo- de la necesidad de asumir el reto como una causa de Estado y no como el mero representante de un gobierno. Así se lo expresaron a Clarín algunos de los dirigentes que consultó el ex diputado radical antes de la aceptación.
Algunos de los que alentaron a Alfonsín a dar el sí forman parte del grupo con el que intenta armar un polo de centroizquierda, y que según aseguran no abandonarán la idea.
Otro de los que se sentó con el futuro embajador en el bar del hotel NH de Plaza de Mayo que suele usar como informal oficina fue Federico Polack. El último vocero de Raúl Alfonsín -y autor de una de las más completas historias de Boca Juniors- habría aceptado sumarse como colaborador en Madrid.
Aunque Polack viene del desarrollismo, la palabra que terminó por derribar la negativa de Ricardo fue “socialdemocracia”. Cuentan que el Presidente le aseguró a Alfonsín que lo socialistas españoles se habían mostrado encantadísimo con su nombre cuando se los mencionó como su propuesta más firme para una de las embajadas estratégicas que mantenía vacante.
El padre del nuevo embajador fue precisamente quien llevó a la UCR a la Internacional Socialista, y para más datos, hizo buenas migas con la monarquía española.
Todos estos condimen tos están presentes en el texto que subió anoche Alfonsín a la Web. “La responsabilidad que me tocará ejercer es una responsabilidad de Estado. Estoy convencido de estar haciendo lo que debo, mientras parece que nos acercamos peligrosamente a la fractura de la sociedad”, afirma. Y remata: “Soy consciente, en medio de la ‘grieta’ que nos impide desarrollarnos como Nación, esta decisión también genera posturas encontradas”.
De hecho, Alfonsín recibió del gobernador jujeño, Gerardo Morales, una felicitación por su aceptación cuando le avisó, mientras que el jefe de la UCR, Alfredo Cornejo, sacó un comunicado para despegar al partido.
Parábolas de la política, el futuro embajador de Alberto había enviado a sus delegados a votar por la lista del mendocino, que el 16 de diciembre debió ceder lugares en el Comité Nacional a la de Morales. Lo hizo por la mayor cercanía del jujeño con el gobierno de Mauricio Macri, así como ahora consiguió su guiño por concoide ambos en respaldar al de los Fernández.
Nadie se sienta sorprendido por la estrategia de Alberto. En 2005 fue el armador de la Concertación Plural que llevó a la práctica la ida de transversalidad que promovió Néstor Kirchner desde el vamos. Y su origen político tiene más nexos con la UCR que con el PJ. Empezó al lado de un radical ultranacionalista, Alberto Asseff, y el gobierno de Raúl Alfonsín le dio su primer cargo público, pese a que en 1983 llamó a votar en blanco.
[ad_2]
Fuente