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La industria textil, que padeció como pocas el derrumbe de su actividad los últimos cuatro años, aparece en esta nueva etapa como una candidata firme a liderar la recuperación fabril. La proyección para el año de referentes del sector es que habrá un reverdecer productivo, con un crecimiento de hasta 20 por ciento respecto del desastroso 2019. La expectativa de mínima es que la expansión se ubique en 10 puntos, pero empresarios y especialistas del rubro suponen que llegará al doble de esa cifra por las señales que viene entregando el Gobierno.
Hay una batería de medidas que cambiaron de orientación entre la gestión anterior y la actual de Alberto Fernández. Frenaron los tarifazos de servicios públicos al menos por seis meses; empezaron a bajar las tasas de interés; la apertura irrestricta de importaciones va dando paso a la administración del comercio exterior; la suba del dólar genera una protección adicional, y hay estímulos al consumo que levantan las perspectivas de ventas, entre las principales diferencias de un modelo y otro.
El interés por la evolución de la industria textil radica para los economistas en que suele anticipar el ciclo económico. Cuando asoma una recesión, el sector es de los primeros en caer, pero cuando llega la etapa de reactivación también es de los que pican en punta. Esto último es lo que sucede ahora.
“Volvieron a sonar los teléfonos. ‘Haceme un presupuesto con gabardina. Fijate que costos me podés bajar. Andá preparando este trabajo para dentro de seis meses’. Hay un movimiento que por ahora se expresa de esa manera. Enero y febrero son meses de baja actividad para los textiles, pero las proyecciones de la industria anticipan que este año vamos a tener un crecimiento de dos dígitos”, señala Marco Meoni, vicepresidente de la Fundación Protejer, quien aporta otro ejemplo del cambio de tendencia. “La última vez que vendí tela para la confección de camisas de las grandes marcas nacionales fue en junio de 2016. Desde ese momento no vendí un metro más, porque traían la camisa directamente desde China. Ahora llaman, preguntan por la familia, cómo andas de salud. Ya no te dicen ‘sos caro’ y te cortan”, relata.
La actividad textil rebota más rápido que otras industrias porque necesita menos volumen de capital para ponerse en marcha. Tiene mayor cantidad de pymes, estructuras más chicas y atiende consumos populares, que también reflejan rápido cuando sube o baja el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, explica el economista Mariano Kestelboim. “En 2002 la industria textil creció 64 por ciento, es cierto que sobre una base de comparación muy baja”, indica, como ejemplo de la capacidad de respuesta de esta rama sensible de la producción manufacturera. “Si hay un sector al que le tiene que ir bien este año es el textil”, agrega.
La devaluación de Mauricio Macri y la creación del impuesto PAIS del actual gobierno, que encarece 30 por ciento el dólar, cambió la ecuación entre importación y producción local para muchos eslabones textiles. En particular, para aquellos que abastecen mercados donde abunda la informalidad. En esas estructuras el valor del dólar de referencia es el blue, que pasó de 40 a casi 80 pesos en cinco meses.
Otro factor clave que cambia las perspectivas para la industria es el regreso de la regulación del comercio exterior, que el Gobierno empezó a desplegar con la ampliación de las licencias no automáticas de importación. El tema estará sobre la mesa el próximo martes, cuando el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, visite a la Unión Industrial Argentina. El funcionario estará acompañado por el secretario de Industria, Ariel Schale; la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, y el secretario Pyme, Guillermo Merediz. El encuentro será con el comité ejecutivo de la entidad fabril.
Un punto sensible sobre la regulación del comercio exterior, que los industriales aplauden pero los importadores rechazan, es el acortamiento de las licencias no automáticas de importación de 180 a 90 días. En ese lapso es difícil concretar una operación de compra desde China, ya que se necesitan prácticamente tres meses entre que se encarga la mercadería, se produce, se transporta y se completan los trámites burocráticos. Si bien es cierto que el plazo de la licencia es prorrogable por otros 90 días, la señal que envía el Gobierno es que buscará resguardar la producción nacional. Eso agrega incertidumbre a los importadores, quienes en la semana hicieron conocer su reclamo a las autoridades.
“Las licencias no automáticas van a ser administradas inteligentemente. Eso va a generar también un mayor consumo”, considera Jorge Sorabilla, director de TN Platex, empresa líder del sector, que cerró plantas fabriles durante el macrismo y ahora busca revertir el proceso. “Trabajamos para reabrir una planta en La Rioja en el primer semestre y proyectamos inversiones para las de Corrientes, Catamarca y Tucumán”, anticipa.
“El nivel de actividad de enero está bastante flojo, lo mismo que el consumo. En textiles hay una estacionalidad marcada, de bajas ventas en el verano por vacaciones. Lo que esperamos es una reacción del consumo a partir de marzo. Tenemos una mirada optimista de que las cosas van a ir mejorando. No va a ser una reacción rápida, pero sí un sendero de crecimiento sostenido”, evalúa Sorabilla. Asegura que las posibilidades de crecimiento para el año del sector textil “parten de un 10 por ciento y se puede llegar al 20 si la renegociación de la deuda resulta bien, como confiamos que ocurrirá”.
Un factor que incidirá de manera positiva, según el empresario, es la recuperación de consumos de sectores medios y medios altos que durante el macrismo coparon los shoppings de Chile y Miami. “Son más de cuatro millones de personas que viajaban al exterior y hacían sus compras de indumentaria para todo el año”, recuerda.
Entre los industriales también existe expectativa con la promesa del Gobierno de desarrollar un programa amplio de compre nacional. Los funcionarios les transmitieron que están haciendo un relevamiento ministerio por ministerio para generar una política más consistente en este sentido, que también se resintió con el macrismo.
“La industria textil terminó 2019 con un 60 por ciento del nivel de actividad que tenía en 2015. Nos achicamos en más de un tercio”, describe Sorabilla.”Hay que rescatar urgente a las empresas que están agonizando. Lo primordial es dar crédito para capital de trabajo porque muchas quedaron por fuera del circuito financiero. Y tiene que bajar la tasa”, agrega Meoni, quien destaca la vocación política que exhibe el Gobierno frente a la emergencia. “En un mes de gestión ya nos recibieron dos veces a la Mesa Nacional de Unidad Pyme en el Ministerio de Desarrollo Productivo”, valora. Son botones de muestra del cambio que se produjo en las políticas productivas. Botones verdes de una futura reactivación.
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