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Si un año atrás alguien le hubiera planteado a un chileno que en pocos meses iba a encontrar asambleas en su barrio para opinar y decidir sobre el futuro del país, seguramente no lo hubiera creído. Pero está pasando. En Chile el 18 de octubre de 2019 marcó un antes y un después. El levantamiento social que empezó con los estudiantes secundarios saltando los molinetes del subte fue adquiriendo nuevas formas de organización.
Uno de los fenómenos más extraordinarios son las miles de asambleas que se crearon en cada rincón del país. Como en la Argentina del 2001 los vecinos se reúnen para opinar sobre la realidad y tomar medidas concretas contra el modelo represivo de Sebastián Piñera.
“Empezamos a cuestionarnos la forma en que vivimos”
A pocas cuadras de la Plaza de la Dignidad, la denominada “zona cero” de las manifestaciones en Santiago, se reúne la asamblea Marín. Priscila Rojas de 37 años es una de las vecinas que forma parte de los encuentros. “La asamblea surgió como lo hicieron casi todas, de manera espontánea a raíz de la rebelión popular del 18 de octubre, luego de que el gobierno saliera a reprimir a los estudiantes y sacara a los militares de la calle”, explicó Priscila. Los cacerolazos fue la forma en que la gente de a pie hizo escuchar su oposición a la terrible represión que recién comenzaba. “Un caceroleo tras otro llevó a que los vecinos espontáneamente empezáramos a conversar entre nosotros. Y ahí surgieron las asambleas. Vivir en un modelo tan neoliberal como tiene Chile significa no solamente establecer relaciones económicas, sino que también es una forma de vida, una forma de encontrarnos cotidianamente, que era muy individualista. Las asambleas vienen a romper con eso”, sostuvo Rojas.
De repente Santiago pareció el escenario de una película surrealista: decenas de vecinos se empezaron a juntar en las esquinas o en las plazas, ocupando el espacio público. Carlos Villalobos, de 43 años, también forma parte de una asamblea en Santiago. En diálogo con PáginaI12 intentó expresar lo que significa para él formar parte de este momento único. “Es en una ruptura total con la cotidianeidad a la que estábamos sometidos. Por eso el ambiente que se vive es muy especial y de mucha alegría. Hay una recuperación del sentido de lo humano desde la rebelión, desde la apropiación de los espacios por parte de nuestras comunidades”, sostuvo Carlos.
Pero las asambleas lejos de ser espacios ideales están llenas de contradicciones y tensión. Aceptar la mirada del otro y construir comunitariamente es todo un desafío. “En mi asamblea hay gente de todas las edades, con formaciones muy distintas. La verdad es que hay de todo. Y lo que se ve es un vaciamiento de contenidos en el discurso normal de las personas. Pensá que llevamos apenas unos meses y un vecino común y corriente que a lo mejor se abstenía de participar políticamente, hoy se muestra interesado en el devenir del país. Y por lo tanto está ensayando su opinión”, expresó Villalobos. Pero la necesidad de decirle basta a los atropellos que el sistema económico chileno descarga sobre el pueblo es lo que potenció el encuentro. “Empezamos a cuestionarnos el sistema que nos impusieron desde hace más de 30 años. Ese es uno de los temas que no podíamos evitar en cada encuentro. También nos juntamos para resistir la enorme represión que estábamos viendo en ese momento y que todavía sigue”, dijo Rojas.
“Los Carabineros parecen un ejército de ocupación extranjero”
A los pocos días de producirse el levantamiento social en todo Chile, Piñera declaró el toque de queda y decidió sacar a los militares a las calles. La imagen de los camiones cargados de soldados recorriendo todo el país fue un duro golpe para la memoria de muchos chilenos. Durante esos días y hasta hoy, se vive una represión sanguinaria, con miles de denuncias por violación a los derechos humanos. Si en Santiago la represión fue violenta, con todos los medios de comunicaciones informando a diario, apenas si cabe imaginarse cómo habrá sido en las zonas menos visibilizadas del país. Andrea González de 30 años, forma parte de la Asamblea Marga Marga ubicada de Quilpué, una zona de valles verdes ubicada entre Santiago y Viña del Mar. González cuenta que la comisaría de su ciudad es tristemente célebre por tener el mayor de número denuncias a nivel nacional por el accionar de sus efectivos. “Aquí hubo violaciones, torturas, vejámenes, incluso secuestros, principalmente de menores y mujeres. Desde nuestra asamblea entendimos que no nos podíamos quedar en la denuncia. Entonces decidimos hacer protestas frente a las comisarías, vigilar el actuar de Carabineros. Nos instalamos afuera de la comisaría. Dormimos ahí para poder hacer presión e impedir de alguna manera que violentaran y violaran a nuestros niños”, contó González.
Enfrentar el miedo encarnado en los cuerpos que dejó la dictadura militar de Augusto Pinochet es un gran desafío para buena parte de la población chilena. “Muchos de nuestros adultos se mostraban muy asustados. Lo que nosotros llevamos viviendo hace 100 días ellos lo vivieron 17 años, y con situaciones mucho más horrorosas de las que nosotros podamos imaginar. Sin embargo, desde las asambleas decidimos hacer algo por que entendimos que ese miedo fue uno de los motivos por los que Chile se demoró tanto en levantarse”, explicó Rojas. “Estamos frente a una especie de ejército de ocupación extranjero que considera a la ciudadanía su enemiga”, graficó Villalobos para dar una dimensión de lo que generan los carabineros.
“Hicimos todo lo que el modelo nos exigió para llegar al éxito”
La crítica profunda al sistema neoliberal es el denominador común en las asambleas. La gente habla desde su cansancio. No quieren vivir más endeudados, no entienden por qué hay que pagar tanto por los servicios básicos mientras una elite se llena los bolsillos. Es la famosa dignidad la que reclama el pueblo chileno en las calles. Y las asambleas son el espacio para expresar su hastío con la política partidaria. “Lo que aparece en nuestras asambleas es la necesidad de construir una nueva institucionalidad que permita al pueblo tomar decisiones. Una democracia participativa, no una democracia representativa”, argumentó Villalobos. Fuera de Santiago la Asamblea Marga Marga también pone en agenda la necesidad de denunciar los graves conflictos socioambientales que genera el modelo chileno. “El desarrollo inmobiliario está arrasando con los bosques nativos y avanza sobre la vegetación de nuestros cerros. Tenemos que entender que son el sustento para habitar con dignidad nuestro territorio”, sostuvo González.
El pueblo de Chile dijo basta. En base a la organización y la unión, las asambleas están decidas a no repetir las recetas que sólo enriquecieron a unos pocos. Así lo expresa Priscila la asambleísta de Santiago: “Nosotros somos la generación que hizo todo lo que el modelo nos exigió para llegar al éxito, para tener la vida que tanto promete el neoliberalismo. Pero nos dimos cuenta que aún así no resulta. Si seguimos ese camino nuestros viejos se van a seguir muriendo pobres. Esto no da para más. Es resistir o resistir”.
Informe: Juan Manuel Boccacci
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