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Diego Schwarztman igualó en el Abierto de Australia su mejor actuación al alcanzar la cuarta ronda, en la que Novak Djokovic (2º) lo eliminó en sets corridos. Desde hace dos años se mantiene como top 20 del mundo, lo que le implica muchas horas de esfuerzo y sacrificio. Pero según él mismo explicó, el apellido Schwartzman lleva esas características en la sangre. “Mi bisabuelo materno trajo a su familia en barco a Argentina. Cuando llegaron, hablaban yiddish y no español. La familia de mi padre era de Rusia, y también fueron a Argentina en barco. No fue fácil para ellos cambiar totalmente sus vidas después de la guerra, pero lo hicieron. Por eso me considero un afortunado. No soy el único que se ha enfrentado a la adversidad. Se trata de no dejar que los momentos difíciles te desanimen y usarlos como motivación para ayudarte a convertir una mala situación en algo bueno”, recalcó el Peque, quien aseguró que medir 170 centímetros, 15 menos que la mayoría de las figuras, no lo afecta.
En una entrevista con la ATP, Diego detalló cómo sus abuelos escaparon del Holocausto. “Pase lo que pase en mi carrera, nada se comparará con lo que mis padres soportaron. Tengo raíces judías, y mi bisabuelo del lado de mi madre, que vivía en Polonia, fue llevado en un tren a un campo de concentración. El acoplamiento que conectaba dos de los vagones se rompió. Parte del tren continuó y el otro se quedó atrás. Eso permitió que todos los atrapados, incluido mi bisabuelo, corrieran por sus vidas. Afortunadamente, sin ser descubiertos. Solo pensar en eso me hace dar cuenta de cómo las vidas pueden cambiar en un instante”, recalcó el porteño que está en el país para disputar los ATP de Córdoba y Buenos Aires.
La familia Schwartzman no sólo sufrió de una persecución sociopolítica, sino también padeció una fuerte crisis económica en la década del 90. Pasó de tener muchos autos y casas a vender pulseras para poder solventar los viajes de Diego, que se formaba como tenista.
“Antes de nacer yo, mi familia llevaba una vida increíble en Sudamérica. Poseían una compañía de ropa y joyería que les hizo ganar mucho dinero. Tenían una casa en Uruguay donde iban cada diciembre y enero para disfrutar del verano. Tenían una casa en Capital y otra, fuera. Tenían muchos autos. La vida era asombrosa. Pero las cosas cambiaron cuando nací. Mi familia lo perdió todo. En la década del 90, el gobierno redujo las importaciones. Mi padre seguía gastando dinero para tratar de conseguir cosas fuera del país, pero no había ninguna posibilidad y comenzó a ir de mal en peor. Fue terrible. Mi madre trató de obtener el material de China para la ropa, pero no había forma de obtenerlo en Argentina”, reveló el Peque, que lleva el nombre en honor a Diego Armando Maradona.
En esos momentos, el porteño de 27 años comenzó a ayudar a su familia a vender “pulseras de goma” que habían quedado del negocio. Hacían todo lo posible para obtener algunos pesos para pagar las estadías en los torneos y costear los viajes.
“Mirando hacia atrás, fue una situación difícil. Pero en ese momento, fue divertido. Ayudé a mi madre a vender las pulseras, y también lo hicieron algunos de los otros jugadores. Entre partidos, todos corríamos con una bolsa de pulseras para ver quién podía vender más, y mi madre les daba el 20 por ciento del dinero por cada una. Eran dos competiciones en una: tenis y venta de pulseras. En ese momento entendía por qué hacíamos todo esto, pero no lo sentía, porque mis padres intentaban trabajar duro. Sé que esos tiempos difíciles me ayudaron a ser un mejor competidor”, cerró la raqueta Nº 1 nacional.
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