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En las primeras semanas de la cuarentena, cuando el temor a contagios y a muertes masivas por el coronavirus dominaba el espacio público, hubo un clima de tenue convivencia política con los poderes fácticos.
Con la pandemia hubo una tregua inicial sobre la disputa estructural que existe acerca del rumbo de la sociedad argentina, vulgarizada con la palabra «grieta».
En esa breve pausa, con la comunión de aplausos en los balcones a las 21 horas, las palabras solidaridad, unión y colaboración se repetían en medios de comunicación. Había una sociedad de intereses con el objetivo de cuidarse para cuidarnos entre todos.
¿Qué sucedió a los pocos días para que se alterara esa alianza social? ¿Por qué se volvió a agitar «la grieta»? ¿Por qué medios, analistas y políticos conservadores volvieron a intervenir en el espacio público con una elevada carga de violencia simbólica?
En esta instancia es necesario precisar los motivos que explican ese comportamiento y el regreso a las fuentes por parte del poder económico concentrado. Los tres acontecimientos que reanudaron la confrontación con el gobierno de Alberto Fernández fueron los siguientes:
1. El decreto de prohibición de despidos.
2. La propuesta del bloque mayoritario de la alianza de gobierno de reclamar un aporte extraordinario a las personas muy ricas.
3. La oferta de canje de deuda en default virtual.
Cada una de esas medidas afecta privilegios de grupos económicos y de las familias con más fortunas del país. El éxito relativo de Alberto Fernández en el frente sanitario, con datos comparativos que muestran la oportuna y efectiva decisión de una cuarentena prematura, les brinda a grupos conservadores, paradójicamente, margen para presionar al gobierno.
Si los números de contagios y muertes fuesen como los de Brasil, los últimos comunicados de AEA e IDEA, agrupaciones que reúnen al establishment local, habrían quedado descolocados.
Los respectivos contenidos serían ofensivos hacia una sociedad sufriente, pero como la cuarentena argentina permitió administrar en forma eficiente las consecuencias de la pandemia, esas proclamas a favor de acelerar la flexibilización del aislamiento y de la posición de los acreedores quedan como parte del paisaje tradicional.
Alberto Fernández, al inauguran la cuarta fase de la cuarentena, les contestó: «No me van a torcer el brazo».
Dos comunicados
La Asociación Empresaria Argentina reúne a los titulares de las empresas más grandes del país. Los dos comunicados emitidos, el primero el 21 de marzo pasado y el segundo el miércoles último, exponen sin intermediarios ese cambio de posición en ese lapso de la cuarentena.
El inicial fue titulado «Unión y responsabilidad ante el desafío del momento». Promovía que era «imprescindible la unidad de los argentinos y el pleno acatamiento de las disposiciones y normas sanitarias emitidas por las autoridades».
Saludaba con que «vemos con gran satisfacción que todo el arco político liderado por el Presidente de la Nación y la participación de las demás autoridades nacionales, provinciales y municipales, priorice la búsqueda de consensos, en conjunto con los sindicatos, empresarios y organizaciones de la sociedad civil, y que para todo ello, se tenga en cuenta la opinión de expertos reconocidos«.
Para terminar con un reconocimiento a «todos los ciudadanos que desde el campo de la salud están hoy al frente de la lucha contra la pandemia».
Un mes y medio después, la proclama de AEA pasó a tener otro tono. La unión contra el coronavirus dejó de ser lo cuestión principal para pasar a enfatizar el mensaje que desde hace varias semanas las corporaciones transmiten a través de la mayoría de los medios de comunicación: acelerar la flexibilización de la cuarentena. Ya no importa tener en cuenta la opinión de expertos reconocidos.
El último comunicado está encabezado con el lema «Recuperación económica: el rol clave de las empresas». Como si ya no existiera la pandemia reclama una vuelta «ordenada al trabajo y la producción» manteniendo medidas de protección.
El texto señala que es «imprescindible apoyar la red de empresas pequeñas, medianas y grandes, generadoras las de la producción, el empleo y exportaciones desde la Argentina. Para que las empresas puedan cumplir plenamente su papel decisivo en el proceso de recuperación económica». No menciona el inmenso programa de emergencia de asistencia a empresas y trabajadores desplegado por la administración Fernández.
Para agregar que «es fundamental evitar la ruptura en la cadena de pagos interna, así como la cesación de pagos externa o default». La incorporación de esta última exigencia ignora la herencia macrista del default virtual y que la oferta argentina es sustentable precisamente para conseguir la recuperación económica.
El reclamo de los popes de AEA va en dirección opuesta al inmenso apoyo externo e interno que recibió la oferta argentina. No valora la propuesta del gobierno de Alberto Fernández ni demanda a los acreedores que la acepten.
Semejante posicionamiento en contra de la oferta argentina se explica en que esos empresarios a título personal y sus compañías son también acreedores porque tienen los bonos que compraron con entusiasmo al gobierno de Macri.
Jockey Club
En la mañana de este sábado le realicé una entrevista a Alberto Fernández, en mi programa de radio Cheque en blanco, en Futurock
, y lo consulté acerca de esos comunicados de AEA e IDEA, y la resistencia de esos empresarios para apoyar la posición argentina ante los acreedores.
Su respuesta fue la siguiente:
– «Lo veo como una cuestión psicológica de nuestros empresarios. ¿Sabés qué siento yo? Siento que es como la desesperación de pagar la cuota del Jockey Club ante el temor de que nos suspendan como socios en el Jockey. La verdad es que para qué quiero estar en el Jockey si no puedo pagar la cuota. Y ellos actúan así. ‘No, no, pagá la cuota del Jockey porque ¿cómo vamos a explicar que nosotros ya no somos socios del Jockey?’. No somos socios del Jockey porque no podemos pagar la cuota. Es tan simple como eso. Me parece que su lógica es esa. Funcionan así. A mí me asombran. Hace unos días tuve una charla con Jeffrey Sachs (economista estadounidense). Y me decía ‘no te preocupes por caer en default porque el mundo está default’. Y yo le decía que yo no quería caer en default. Efectivamente nadie quiere caer en default. Tanto no queremos caer en default que hacemos una oferta para no caer en default. Es una oferta que si la miras objetivamente los acreedores no pierden. Solamente ganan menos. Ganan menos en un mundo que se ha dado vuelta, pero ganan. ¿Y cuánto menos ganan? Bueno, podés medirlo de dos modos: el capital prácticamente queda intacto, porque solamente se afecta un 5 por ciento de ese capital. Hay una quita del 5 por ciento. En los intereses, uno dice ‘ahí la quita es sustantiva’ porque la tasa promedio de esos intereses da 7 puntos y pico, y lo estamos bajando a un promedio de 2 puntos. Entonces dicen ‘pierdo 5 puntos de intereses’. Sí, es cierto. Perdés 5 puntos de intereses, pero te pago 2 en un mundo que paga cero. En verdad lo que estamos haciendo es que ganen menos, no que pierdan. Y ahí está la parte penosa del empresariado argentino. Porque lo que te dicen es ‘no, pagales a cualquier precio, pero no me dejes afuera del Jockey’. Y vos le decís ‘es que si yo le pago a cualquier precio no vamos a comer nosotros’. Y no vas a tener la pilcha para entrar al Jockey. Todo esto es un problema, también, de cultura. De una perversa cultura del empresariado argentino. De parte del empresariado argentino, porque tampoco me gusta mezclar. Porque hay empresarios argentinos que realmente se han puesto al lado nuestro y se han puesto a ayudar y están colaborando. Y no me gusta generalizar. Pero cuando yo leo esas cosas… la verdad… es esa dependencia intelectual que tienen con los centros del poder«.
Periodismo de guerra
La pandemia no suspendió la disputa política y económica. La dejó más en evidencia. Este tipo de crisis exacerba los sentimientos y las conductas humanas. Y por supuesto, también exaspera y enfurece la disputa política y económica.
Esos tres acontecimientos arriba mencionados alteraron el vínculo tenso que había pero que no era de guerra abierta como el que existe hoy entre grandes medios de comunicación (Clarín y La Nación) junto a algunos grupos económicos contra el gobierno de Alberto Fernández. Otra vez el periodismo de guerra.
Había una pelea estructural que era la presencia de CFK en la fórmula presidencial y en el aporte del kirchnerismo a la alianza de gobierno. Es una participación que las fuerzas conservadoras no pueden tolerar y, por ese motivo, se dedican con obsesión patológica a confrontar con ella y con cualquiera que apenas se acerque a la demonizada letra K.
Esta es la tensión de base de la sociedad política argentina contemporánea, muy bien alimentada por medios de comunicación y analistas muy tóxicos que saben bien como fomentar el odio y la bronca social porque tienen además a su servicio potentes canales de difusión.
Los tres actos de gobierno (empleo, impuesto y canje de deuda) que alteraron a las corporaciones se vinculan con iniciativas que rozan sus privilegios. Para defenderlos no les importa el riesgo sanitario de la mayoría de la población.
Empleo
El Grupo Techint, de la familia Rocca, la más poderosa y de mayor fortuna de Argentina, desafió al gobierno al despedir 1450 trabajadores cuando se había dispuesto la prohibición de despidos.
Alberto Fernández reaccionó, por televisión cuando anunció la segunda fase de la cuarentena, y sin mencionarlos en particular dijo que eran unos «miserables». Le recomendó que en estos meses «pueden ganar un poco menos».
Techint lidera la campaña de la flexibilización de la cuarentena, del mismo modo que lo hizo en el norte de Italia, con un desastre sanitario y humanitario impactante.
En la región de Lombardía, donde Tenaris es una de las principales empresas, la firma de los Rocca junto a otros conglomerados reunidos en la cámara empresaria Confindustria Bérgamo (agrupa 1200 firmas), repudiaba la posibilidad de la cuarentena con la campaña en redes #YesWeWork y el eslogan «Bergamo non si ferma/Bergamo is running» (Bérgamo no se detiene).
Fue la zona de Italia más devastada por la Covid-19 debido a que continuó la actividad como si nada sucediera. No se declaró zona roja por presión de los empresarios y se convirtió en el área con más muertes e infectados por coronavirus por habitante de Italia.
La lógica corporativa es que los contagios y las muertes de trabajadores y sus familiares no deben interrumpir la producción y la generación de ganancias.
A partir de ese conflicto con Techint apareció en el debate público local el falso dilema Salud o Economía cuando, en realidad, es Salud y Economía, que es la estrategia oficial
.
La reacción rápida del gobierno prohibiendo los despidos, medida que repudian las corporaciones con Techint a la cabeza, se adelantó a síntomas de debilidad del mercado laboral que empezaron a registrarse en marzo.
Despidos
La Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo que se difundieron anteayer revela que en ese mes el empleo formal se contrajo en la misma medida que en igual mes de 2009, año en el cual la crisis financiera internacional impactó fuertemente sobre las economías y los mercados laborales a nivel global.
El análisis de esos datos por parte de Capacitación y Estudio sobre Trabajo y Desarrollo (CETyD-IDAES-Universidad Nacional de San Martín) muestra que en marzo se interrumpe la incipiente reversión de la crisis laboral que tuvo lugar desde 2018.
Después de 22 meses de pérdida ininterrumpida de puestos de trabajo (entre abril de 2018 y enero de 2020), durante febrero pasado la cantidad de asalariados registrados en la actividad privada había mostrado una leve expansión: se contabilizaron más de 10 mil nuevos asalariados.
El reporte indica que la caída del empleo en marzo no estuvo ocasionada por un aumento en los despidos de personal. El principal determinante de la contracción del mercado laboral fue la reducción en las contrataciones de trabajadores para cubrir la importante cantidad de puestos vacantes que todos los meses se producen por renuncias, jubilaciones, finalización de contrato.
Para evitar que la crisis por el coronavirus acelerara esa dinámica, el gobierno, en el último día de marzo, decretó la prohibición despidos, que abarcó a los sin justa causa, por falta o disminución de trabajo o por fuerza mayor.
No era lo que esperaban las corporaciones. Y apareció el primer ruido de esa convivencia forzosa.
Fortunas
La propuesta de un ala política de la alianza Frente de Todos -el kirchnerismo-, que tuvo aval público de Alberto Fernández, de un impuesto a los ultrarricos de Argentina, abarcaría de 11 mil a 12 mil personas.
¿Quiénes están alcanzados con ese impuesto, de alícuota del 1 por ciento de la base imponible, y por única vez? Además de los Rocca, los dueños de los grandes medios de comunicación. No importa que sea un impuesto que se esté debatiendo en varios países de Europa y en América latina. Es un proyecto que toca un poquitito, pero toca al fin, los inmensos patrimonios de los ultrarricos en Argentina. Y si además fue promovido por el kirchnerismo, el combo es perfecto para reiniciar la beligerencia contra el gobierno.
La iniciativa no es una extravagancia del gobierno de Fernández. Es un debate que recorre el mundo porque el coronavirus dejó aún más en descubierto la inequidad dominante.
El diario conservador Financial Times admitió la necesidad de que los gobiernos lleven adelante reformas radicales y adopten un rol activo en la economía. Advirtió que la redistribución volverá a estar en la agenda y los impuestos sobre la renta y la riqueza tendrán que estar presentes.
Hasta el FMI, en un informe publicado el pasado 6 de abril por su Departamento de Asuntos Fiscales, recomendó la adopción de medidas fiscales que involucren el aumento de las alícuotas para los tramos más altos de los impuestos a las ganancias y a los bienes personales.
Cacerolas
Deuda, despidos e impuestos son los tres frentes que explican la hostilidad de sectores del establishment.
La oposición no fue directa a la orientación del gobierno en cada uno de esas cuestiones. Fue por vía indirecta generando falsos conflictos, tergiversando hechos y alimentando una campaña antipolítica.
Una semana avanzaron con la probable presencia de médicos cubanos en la provincia de Buenos Aires; en otra apuntaron a la cuestión de la liberación de presos para alimentar el odio, los prejuicios y la violencia simbólica; en otra semana arremetieron con los sueldos de los políticos; y en otra sectores de la banca alimentaron una corrida cambiaria.
El objetivo de la creación de esos conflictos en el espacio público es genera condiciones de malestar social para preservar privilegios de un orden neoliberal que está siendo cuestionado a nivel global.
En una sociedad muy sensible por la continuidad de la cuarentana, con un porcentaje importante que mantiene históricas posiciones conservadoras, el fomento del enfrentamiento social y político por parte de corporaciones es un sendero inquietante, impulsado por un dispositivo tóxico y perverso que distribuye un virus desestabilizador de la convivencia en la diversidad.
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