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La ausencia de correlación entre derecho y tecnología es uno de los desequilibrios más ominosos de nuestro tiempo. La dinámica aceleración del mundo de la tecnología, sobre todo en aquellos espacios que se vinculan a la producción digital, provoca que las regulaciones, en muchos casos, arriben con demora para contemplar legalidades pertinentes.
Sosteniendo los principios ontológicos de nuestra mirada sobre la comunicación, como son el respeto a los derechos humanos, la valoración de la diversidad cultural e informativa, entender a la comunicación como mucho más que un espacio de mercado y la distribución de espectro con sentido social entre los más importantes, y sin dejar de valorarlos en cuanto generalidad que entorna los fragmentos más técnicos de ese universo, es necesario abordar con mirada estratégica y venidera aspectos novedosos del escenario infocomunicacional, ausentes en el cercano tiempo pasado y vigentes con contundencia en el presente como son las grandes plataformas digitales, el cosmos de resolución algorítmica, la producción digital y el universo cuántico. Y por supuesto, estos tópicos también deben caer dentro de la esfera legal y regulatoria y tener su correspondiente vinculación con el derecho administrativo desde una perspectiva de gestión y una contemplación filosófica desde los flancos de la política y la justicia (justicia como valor no como aplicación técnica judicial), en el decir de John Rawls “el modo en que las grandes instituciones sociales distribuyen los derechos y deberes fundamentales”.
En ese sentido, cobran fuerza la acciones regulatorias que deben ir colocando mojones de equilibrio y armonía entre poderosas estructuras internacionales, multimillonarias en su forma y en su composición accionaria y los usuarios, gente común y carentes de la fiereza e impunidad que da la riqueza. Este contrapeso solo lo pueden garantizar los Estados nacionales. Las leyes que arbitren disparidades. No hay mercado ni buena voluntad que lo resuelva. Ni siquiera, y con toda la fuerza que posee, el senado norteamericano pudo hacer sonrojar al dueño de Facebook.
Solo una legislación enérgica y sostenida en democráticos y masivos debates previos puede (o al menos puede intentar) disminuir preeminencias en el mundo de las comunicaciones, de la información y del conocimiento.
Algunos temas para abordar son definir qué plataformas tienen posiciones dominantes, cuáles ejercen presiones ajenas a las buenas prácticas de mercado, cuáles comercializan datos que hacen a la privacidad exclusiva de sus usuarios, qué aspectos deben regularse desde las jurisdicciones nacionales y cuáles merecen convenios interregionales o universales (la búsqueda de normas adicionales en materia de atribución de espectro radioeléctrico y conciliar para mejorar la compatibilidad, acuerdos sobre tributos sobre la actividad de las plataformas), cómo tratar los temas de extraterritorialidad en virtud de la transmisión satelital, el desarrollo de las OTT y de las comunicaciones cuánticas. Estos son algunos de los aspectos más necesitados de una moderna y eficaz legislación.
Y nos queda todavía el tema de la IA (Inteligencia Artificial) cuando esta se aplica y es parte del desarrollo de las comunicaciones.
Sabemos quiénes son los dueños, responsables, gerentes y jefes de redacción de los diarios y revistas del mundo, de las señales de TV y de las emisoras de radio, y conocemos sus ubicaciones físicas. Pero lo que no conocemos es quién define el modelo algorítmico que fija prioridades de información en una plataforma. O más peligroso aún, no sabemos cuánto de esa decisión nace de la IA que se reeducó sin intervención humana.
O sea, hay que atreverse a priorizar necesidades y medir peligros y eso, tal vez, nos obligue a abandonar añejas y analógicas miradas que nos llevaban a gastar hostilidades en antagonistas que , hoy en día, no causan aquellos desasosiegos que hace diez o doce años nos movilizaban y preocupaban.
La mundología digital expone una nueva raza en los medios de comunicación. Este singular, atrayente e insólito ecosistema es el que debe intranquilizarnos. Por poderoso y por lejano en términos territoriales entendiendo esta distancia desde lo geográfico y en lo simbólico (¿qué país es “la nube”?).
Legislar, regular, legislar y regular. Es la forma democrática de armonizar tecnología y derecho.
* Diputado Nacional (mc), Rio Negro. Coordinador General del Sistema Argentino de Televisión Digital Abierta 2009/15. Presidente Comisión de Comunicaciones e Informática 2003/07.
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