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En estos días se difundió el Manifiesto Internacional por una Economía Solidaria, un documento que promueve un nuevo pacto a nivel mundial en apoyo a una economía al servicio de la vida y los pueblos. Lleva la firma de cien investigadores, profesores e instituciones estatales de África, América del Norte, América Latina, Asia y Europa y será difundido por la edición impresa de Le Monde Diplomatique de Francia junto con otros diarios de tirada nacional de todo el mundo.
El objetivo del texto es interpelar a las autoridades públicas y al conjunto de movimientos sociales sobre el apoyo que puede ofrecer la economía solidaria: «Es una economía que necesitamos para el mañana, en un momento en que el agotamiento del sistema dominante se vuelve más evidente», explica el documento y agrega que los actores involucrados en un enfoque de economía solidaria deberían ser más escuchados. «La economía que necesitamos para mañana ya está aquí, su impulso depende de su propia capacidad y del advenimiento de una nueva generación de acción pública».
Analiza cómo el desarrollo de la ciencia económica en el siglo XIX se ha dado a partir de una base epistemológica que descuida los recursos naturales que considera inagotables y pone como hito de desestabilización entre el contrato Estado-Mercado con el consenso de Washington en 1989. «Desde entonces, la depredación de la naturaleza y el aumento de la desigualdad se han acentuado a tal punto que fue cuestionada la definición misma de economía, heredada del siglo XIX. Las perturbaciones engendradas por este modelo muestran su carácter obsoleto y su ignorancia sobre las consecuencias ecológicas y sociales inherentes a su objetivo de crecimiento ilimitado», sentencia el documento.
En los países del sur, la dinámica de la economía popular se ha analizado con mayor precisión, especialmente en los casos de África y Meso y Sur américa, y «ha revelado cómo algunas experiencias permiten que la mayoría de la población encuentre soluciones que combinan las actividades del mercado informal con la reciprocidad, la ayuda mutua, el reparto de la producción doméstica y el trabajo reproductivo», explica. En los países del norte la experiencia histórica de la economía social ha demostrado que las empresas no capitalistas (asociaciones, cooperativas, organizaciones mutuales, etc.) existen y perduran.
De América Latina, resaltan la experiencia de recuperación de empresas por sus trabajadores, las cooperativas y asociaciones de agricultura familiar, los grupos de producción y consumo agroecológicos, las cooperativas de reciclaje, las monedas sociales, los servicios financieros solidarios de los bancos comunitarios y los fondos rotatorios de crédito: «En esta gran variedad de experiencias originales, las universidades públicas se distinguen por su creación de incubadoras de economía solidaria«.
Si bien el Manifiesto interpela a las autoridades públicas, en Argentina una de las cinco firmas es la del fallecido Presidente del Instituto de Asociativismo y Economía Social (INAES), Mario Cafiero, que desde su gestión intentó transformar al organismo en esta dirección. Por Argentina también firman: José Luis Coraggio (Universidad Nacional General Sarmiento, UNGS), Susana Hintze (Universidad Nacional de General Sarmiento – UNGS), Ruth Muñoz (Universidad Nacional General Sarmiento, (UNGS)/Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES, Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación Argentina) Maristella Svampa, Conicet, Argentina y Mirta Voutto (Centro de Estudios de Sociología del Trabajo, Facultad de Ciencias Económicas – UBA.
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