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Fue un encuentro casual, casi simbólico, pero en un día especialmente agitado. Martín Guzmán recibió en su despacho del Palacio de Hacienda al titular del Banco Central, Miguel Pesce, antes del encuentro en el que iban a participar, juntos, con la misión del Fondo que visita el país. Departieron brevemente, no sólo para repasar el informe de situación que iban a exponer minutos después ante Luis Cubeddu y Julie Koszack, sino también sobre las versiones periodísticas que le provocaron malestar a ambos, y también al presidente de la Nación: que Guzmán había «pedido la cabeza» de Pesce para tener el control total sobre la política económica. No hicieron falta aclaraciones, el eje del breve intercambio fue cómo ajustar más el trabajo conjunto, que deberá desarrollarse en un ambiente cada vez más hostil, como queda demostrado.
Martín Guzmán publicó la foto en su cuenta de twitter, con un texto que señala: «El equipo económico trabaja unido bajo la conducción del Presidente @alferdez con un objetivo común: que la Argentina crezca y se estabilice». El gesto, claramente, fue intentar aquietar las aguas.
Las diferencias de criterio entre Guzmán y Pesce vienen desde antes, pero quedaron expuestas en septiembre, con los cambios que se fueron dando en la aplicación de medidas regulatorias sobre el mercado cambiario y financiero. Pero sería incorrecto trazar una línea gruesa entre ambos suponiendo que, en cada tema, uno opinaba una cosa y el otro, lo contrario.
«No sería justo adjudicarle a Miguel (Pesce) toda la responsabilidad por la salida de 12 mil millones de dólares entre enero y agosto, por adelantos de pago de importaciones y cancelación de deudas privadas con el exterior, porque él vino advirtiendo todo el tiempo cómo se iba engrosando esa cuenta. No fue decisión de él no intervenir», afirmó una alta fuente que, obviamente, tiene contacto estrecho con ambos.
Se trata de la fuga de divisas ejecutada por grandes empresas que obtenían los dólares al valor oficial, para hacer pagos al exterior que,en muchos casos, se adelantaban a la fecha para la cual estaban comprometidos. La maniobra consistía en adelantar pagos ante una eventual devaluación que creían más que probable. Përo al sacar ese dinero del país, le restaban reservas al Banco Central con lo cual amplificaban la sensación de que la devaluación estaba al caer. Se trata, en casi todos los casos, de grandes empresas que tienen recursos financieros en el exterior como para atender esos compromisos. Sin embargo, se las habilitó para «llevarse los dólares del Central». Pero la decisión no habría sido de Pesce ni de Guzmán, sino de un nivel «político» en el que se habría considerado que «más controles podían complicar la relación» con el establishment.
Las diferencias entre el titular del Palacio de Hacienda y la máxima autoridad monetaria del país se da en otros planos, instrumental a veces y de lectura sobre la actitud de jugadores privados clave en otras. Pero se consideran propias del rol que ocupa cada uno y ya habrían encontrado la forma de dirimirlas, con consultas más habituales y repaso constante sobre el impacto de las medidas que se van tomando. En ese aspecto, de ambos lados se reconoce que hubo errores de apreciación que debieron ser corregidos ante la evidencia de los resultados. La política en materia cambiaria es un buen ejemplo de este ejercicio permanente.
En este plano, en el acercamiento y búsqueda de un mayor diálogo entre ambos, jugó un rol importante Alberto Fernández, más interesado que nadie en preservar la gestión de cada uno de ellos. Uno, Pesce, por la confianza y amistad que le merece desde hace años. Otro, Guzmán, por el respeto y la buena valoración que se ganó en estos meses de gestión.
Este viernes, por la mañana, cuando el clima económico se enturbió ante un titular periodístico de gran circulación que anunciaba que «Guzmán pidió la cabeza de Pesce», hubo tres llamadas clave para bajar urgentemente la temperatura: la de Alberto con cada uno de los dos funcionarios involucrados, por separado, y una charla mano a mano entre Pesce y Guzmán. No hicieron falta aclaraciones ni desmentidas, pero sí un repaso sobre por qué y de dónde surgen estas versiones.
Una hipótesis que no debe estar lejos del análisis de cada uno de los dos funcionarios es que, lo que entre ellos está resuelto, que es la tolerancia entre dos miradas diferentes y la necesidad ineludible de trabajar juntos, no necesariamente estaría resuelto «para abajo». Es decir, en la relación entre las segundas líneas de Economía y el Banco Central. Si la hipótesis fuera correcta, sobre ese tema deberán trabajar ambos funcionarios para corregirlo. Porque el momento es delicado, las expectativas están muy sensibles y los intereses que juegan a que la conducción económica cambie de manos, son muy poderosos.
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