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Hasta nuestros bisnietos van a hablar del día en que Racing le ganó a Independiente en el Cilindro con dos menos. Alguno, tal vez, se acordará de que llegaba mejor Independiente, que venía de meter cinco y parecía asimilar rápido el discurso de fútbol y garra del nuevo técnico. Y en la Acadé todavía andaban tratando de descifrar cómo funcionar con tantos cambios, de nombres, de puestos, de esquema, de un partido a otro y hasta en un mismo partido.
Pero en el fútbol (que es un juego esto, ¿se acuerdan?) se dan situaciones y los hombres reaccionan y responden con lo que tienen. Los de Racing actuaron más como hombres hechos, maduros, curtidos, hasta más bichos para ver los lados débiles del otro. Los de Independiente, además de no mostrar ninguna virtud deportiva para aprovechar la ventaja de ¡dos jugadores más en la cancha!, actuaron con ingenuidad, como recién caídos del nido, y fueron haciendo todo lo que le convenía al rival disminuido, hasta licuar las diferencias.
Cecilio Domínguez cae en la provocación de Javi García, encima cobra, y se va expulsado (Foto Aejandra Sandez).
Si tenés dos más, los desparramás abriendo la cancha y jugás “a los pases” (tenés que acertarles a los tuyos, nada más), el otro la pelota ni la va a ver. Si intentás meterte entre tres contrarios, o tirás pelotazos largos, o das los pases a dividir, ¡bingo para el rival! Con esa diferencia en la cancha, es imposible que el rival te maneje la pelota o te llegue. ¡Y te aprieta en el fondo y te hace un gol! Pero además, los jugadores del Rojo cayeron, ingenuos, infantiles, en todas las provocaciones y, en vez de meter a la Acadé dentro de su arco, iban a los tumultos, entraban en el jueguito.
Dirá la historia si este triunfo fue fundacional de un Racing capaz de seguir escribiendo páginas doradas. Pero tenga o no ese efecto, este día queda para siempre, cuando por creer y asumir como adulto las adversidades achicó y ridiculizó al rival de toda la vida.
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