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Desde Madrid
Entre las elecciones generales del 28 de abril y las que se realizaron nuevamente el pasado 10 de noviembre, el partido de ultraderecha Vox creció en 40 diputados. En menos de seis meses, pasó de la irrupción marginal a convertirse en la tercera fuerza política del país, hundiendo a Ciudadanos, robándole votos a la izquierda, y compitiendo con la fuerza tradicional de derecha, el Partido Popular. Un camino que se asemeja al de otras fuerzas radicales europeas como el Frente de Reagrupación Nacional en Francia o La Liga en Italia.
En el caso de España, el discurso ultranacionalista de Vox agudizó las tensiones soberanistas que expresan regiones como el País Vasco, pero, sobre todo, Cataluña dificultando aún más una solución para el conflicto territorial que sufre el país ibérico desde comienzos del siglo XXI. Para muchos españoles, el principal desafío que enfrenta España en la actualidad.
Guillermo Fernández Vázquez, investigador en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, autor del libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa, y uno de los mayores especialistas en el estudio de las derechas radicales populistas dialogó con PáginaI12 sobre las causas del ascenso de Vox, los elementos que lo asemejan con otras fuerzas radicales de Europa, y el impacto que tendrá su discurso en la política española.
¿Cómo se explica el crecimiento de Vox de abril con 12 diputados a noviembre con 52?
El motivo fundamental es la reaparición mediática de la crisis territorial catalana a raíz de la sentencia al juicio del procés, que toca uno de los surcos por los que Vox camina de manera más sencilla, que es el surco de la crisis territorial, pero que se lee también como una crisis de identidad española. Y en eso creo que Vox no es nuevo respecto de otros partidos de su familia política de la derecha radical europea, porque todos ellos están caminando el surco de la vulnerabilidad identitaria.
El votante de Vox, ¿se queda sólo con su discurso frente a Cataluña, o también vota sabiendo que el partido aspira a recentralizar España y terminar con las autonomías?
La idea de la recentralización es conocida porque Vox la pone de manifiesto públicamente de forma constante. Creo que una parte de los votantes, desde luego de la derecha pero también una parte de los votantes de la izquierda española, puede aceptar ese discurso porque, en realidad, no es un discurso nuevo, sino que ya lo pone en circulación José María Aznar en la segunda legislatura (2000 a 2004). A partir de ese momento, muchos partidos empiezan a plantear la revisión de la organización territorial de España en un sentido de más centralización.
Entonces Vox retoma, aunque con más fuerza, la idea de un Estado español central, en oposición a darle competencias a las autonomías.
Sí, y eso abre una cuestión de fondo que es la que está convirtiendo a España en un país de difícil gobernabilidad y de incierto futuro. Una dinámica, que ya lleva por lo menos desde comienzos del siglo 21, en la que una parte importante de España, que podemos identificar con la zona centro, ve de forma positiva que se realice cierta revisión en un sentido centralista del Estado, mientras que toda la zona costera de España, que incluye a Galicia, Valencia, Mallorca, las Islas Canarias y desde luego Euskadi y, sobre todo, Cataluña, que ni siquiera busca mantener el estatus quo, sino ir mucho más allá, que está a favor de las autonomías. Esas dos tendencias están ahí, y están cada vez más alejadas. La pregunta es cómo se van a poner de acuerdo los próximos años.
¿Cómo va afectar a la derecha tradicional, el Partido Popular, este crecimiento de Vox?
Vox va a presionarlo para que no se mueva de la línea dura en la que lo instaló en un principio Pablo Casado. Si finalmente hay un Gobierno del PSOE con Unidas Podemos y con apoyos de otros partidos, podría haber una tentación del Partido Popular de llegar a acuerdos de Estado con el Partido Socialista. En ese caso, el papel de Vox será presionar al Partido Popular para que eso no ocurra, o cada vez que eso ocurra señalar al Partido Popular como traidor. Pero esto no es nuevo, cuando Vox nace en el 2013, lo hace como una especie de lobby de presión al Partido Popular acusando al gobierno de Mariano Rajoy de ser tibio con la herencia de José Luis Rodríguez Zapatero.
Vox también ha sido votado en sitios donde era predominante el voto progresista, ¿por qué?
Comparado con otras formaciones de su familia política como La Liga de Italia o el Reagrupamiento Nacional en Francia, el porcentaje de voto de clase popular es más bajo. Ahora bien, la izquierda suele llevarse las manos a la cabeza cuando esto sucede. Pero ese llevarse las manos a la cabeza parte de un error que es pensar como si la gente sólo votara teniendo en cuenta una dimensión de su identidad, como si solo tuviera en cuenta la dimensión de su identidad “clase social” o “ingresos”, pero la gente vota teniendo en cuenta otras capas de su vida, y entre esas capas pudo haber estado también la identidad nacional. Además, Vox ha sido muy hábil a la hora de aglutinar algo que podríamos llamar identidades en apuros: la identidad varón, la identidad varón divorciado, la identidad taurinos o cazadores, la identidad policía o militar. Identidades que se autoperciben como en peligro por el discurso dominante.
Justamente vemos una caída muy pronunciada de la socialdemocracia europea en Alemania, Italia y Francia, a la vez que vemos crecimiento de los partidos radicales. ¿Están relacionadas estas dos variables?
Estos partidos están buscando un nuevo hueco político que se dice que no es de izquierda ni de derecha, o que aspira a que la gente crea que no son tradicionalmente como la izquierda o la derecha. Ese proyecto parte de una hipótesis de que la izquierda sea percibida como inexistente. En el caso de Francia se vio muy claro desde el año 2011 al 2017 cuando el Frente Nacional crece enormemente con un proyecto que se muestra como ni de izquierdas ni de derecha, pero que se anima a usar simbología de la izquierda y a defender el Estado de bienestar, porque, dice, la izquierda, el socialismo en el Gobierno, ha traicionado sus promesas. Entonces, ante una izquierda “traidora” y una izquierda grupuscular, pueden postularse como ese híbrido entre derecha e izquierda que bajo el paraguas de la soberanía, puede decir que quiere conservar una versión muy estrecha de la cultura francesa, y a la vez defender la jubilación a los 60 años o el sistema sanitario público.
¿Existe un factor común entre las fuerzas radicales de Europa?
Uno de los factores comunes es la cuestión de la vulnerabilidad identitaria y el surco de las identidades europeas. A partir de allí, comparten el elemento anti inmigración. La inmigración, sobre todo la musulmana, como un elemento que pone en peligro la identidad europea; ellos dirán la católica europea y también el modo de vida. A su vez, comparten el elemento de un nacionalismo muy fuerte, de carácter esencialista.
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