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Tres puñaladas certeras casi terminan con su vida. El periodista Adair Pinto había decidido salir con amigos, buscando un poco de distracción en una Bolivia literalmente dada vuelta. Sin imaginarlo, fue víctima de la Resistencia Juvenil Cochala (RJC). Este grupo de jóvenes que actúa como fuerza de choque tomó gran impulso en los conflictos posteriores a las elecciones del 20 octubre de 2019, primero haciéndose eco de las denuncias de fraude orquestadas por la OEA, y luego exigiendo directamente la renuncia del entonces presidente Evo Morales.
Encapuchados, motorizados, con remeras que los identifican y portando armas caseras, los miembros del colectivo actúan como fuerza de choque frente a cualquier movilización de la militancia del MAS en Bolivia. Ahora, y de cara a las elecciones generales del tres de mayo, se perfilan como una «institución de resistencia» que busca extenderse a nivel nacional. Reniegan de la política pero tienen vínculos innegables con líderes cívicos como Luis Fernando Camacho, y cuentan incluso con el visto bueno del gobierno de facto encabezado por Jeanine Añez.
La RJC surgió a partir de la unión de siete jóvenes sin militancia política pero con un claro rechazo a la figura del mandatario depuesto de Bolivia, Evo Morales. Durante los días de mayor conflictividad en las calles, en octubre de 2019, la Resistencia agrupó a 150 personas. Actualmente supera los 5 mil miembros. Cochala es la forma coloquial con que se nombra a los nacidos en Cochabamba.
Los miembros de la Resistencia se mueven siempre en motos y justifican su accionar bajo el paraguas de la «defensa de la democracia». Empezaron a copar las calles, incluso antes de elegir ese nombre, en barrios cochabambinos para apoyar los paros contra Morales, cuando todavía era presidente. Argumentan que siempre lo hicieron de manera pacífica, pero esa supuesta calma se ve empañada por una serie de agresiones registradas contra manifestantes, dirigentes y trabajadores de prensa. Adair Pinto, periodista de la radio FM Potencia Dinámica, fue la última víctima de la RJC.
La madrugada del sábado primero de febrero, Pinto se encontraba en un local bailable con amigos, en la zona norte de Cochabamba. Su agresor, Roger Revuelta, ingresó con un grupo de personas al boliche para amenazarlo de muerte. «Entró este grupo que argumentaba ser de la RJC y empezaron a insultarme por la labor periodística que desempeño», contó Pinto en diálogo con Página/12. Por su programa radial, Pinto dedicó varios programas a investigar y exponer el peligroso funcionamiento de la Resistencia. «En ese momento este miembro de la RJC, Roger Revuelta, me muestra de su celular una foto de mi hermana, me dice que la iba a violar, y que yo me iba a morir ese día», recordó.
El hostigamiento no terminó ahí. Al salir del local bailable, Pinto se preparaba para subir a un taxi. «Al lado del chofer viene el señor que me amenazó de muerte, y de violar a mi hermana, me asesta tres puñaladas en lugares vitales. Si no hubiera reaccionado me hubiera llegado una al corazón, la otra al estómago, la otra cerca a la vena aorta en el muslo derecho», comentó. El agresor Revuelta fue rápidamente detenido. Tras una audiencia que duró más de tres horas, Revuelta fue llevado al penal de San Sebastián para cumplir prisión preventiva por cuatro meses, bajo el cargo de homicidio en grado tentativo. El imputado contaba además con dos antecedentes penales, uno por violencia familiar y otro también por lesiones. Revuelta es uno de los principales cabecillas de la RJC. Pinto al sobrevivió al ataque de milagro. Continúa bajo tratamiento médico y teme nuevas amenazas.
La agresión sobre el joven periodista fue la primera ocasión en que un solo miembro de la Resistencia ataca directamente a otra persona: se caracterizan por amedrentar a sus víctimas en patota. Tal vez el caso más resonante dentro de esa lógica fue el de la alcaldesa de Vinto por el MAS, Patricia Arce. En la edición de Página/12 del pasado ocho de noviembre, el fallecido periodista Sebastián Moro
describió los hechos con precisión: «Arce fue secuestrada, retenida y agredida por sujetos que la liberaron tras obligarla a arrodillarse, bañarla con pintura roja y cortarle el cabello, entre otros sometimientos». La alcaldesa fue rescatada por la Policía en el puente Huayculi del municipio de Quillacollo, cuatro horas después. Los jóvenes de la Resistencia fueron los protagonistas estelares de la salvaje agresión.
Muchos bolivianos temen cada vez que alguien pronuncia el nombre de la RJC. Anibal Urquieta, vecino de El Alto, vio como sus miembros se inflitraban en las primeras manifestaciones contra el gobierno de facto. «De repente en las calles aparecieron grupos paramilitares que parecían salidos de un guión cinematográfico hollywoodense: andaban armados con garrotes y púas. Usaban también bates y portaban chalecos. Para las fuerzas de seguridad era necesario matar y herir, ellos parecían cumplir una segunda función, el amedrentamiento».
Los integrantes de la Resistencia siempre están listos para interrumpir cualquier movilización del masismo, o incluso arremeter contra los principales símbolos de la cultura indígena, como la wiphala. El 17 de enero, miembros de la RJC, encapuchados, desalojaron con insultos, gritos y empujones a un grupo de mujeres de pollera de la rotonda de Cala Cala, uno de sus bastiones. Habían cometido el «delito» de juntarse ahí.
Pero luego de alzarse con el preciado botín de la renuncia forzada de Evo Morales, ¿qué funciones cumple la Resistencia? Para el sociólogo del Centro De Estudios Superiores Universitarios de Cochabamba, Chaly Crespo, este grupo de jóvenes ya cumplió el propósito para el que fue creado. «Ahora se deberían desarticular. Imagino que ya tienen otros intereses con los cívicos que están en proceso electoral. En su momento fueron una resistencia, un movimiento espontáneo. Pero actualmente ya no se justifica su existencia. Hoy ya serían un grupo de choque», aseguró Crespo en declaraciones al diario Página Siete.
Los miembros de la Resistencia se manejan con estatutos y una mesa directiva que prohíbe a sus miembros incursionar en el escenario político. «Si alguien quiere pertenecer a algún partido político tiene que salirse”, agregó Molina, en una de sus pocas declaraciones a la prensa. Sin embargo, pese a que descartan vínculos políticos, los miembros de RJC escoltaron y protegieron al exlíder cívico Luis Fernando Camacho, durante una visita a Cochabamba el pasado 28 de noviembre. Por ese entonces, el dirigente ya tenía firmes intereses de ser candidato a la presidencia en las próximas elecciones generales.
La Resistencia cuenta además con el apoyo explicito del gobierno de facto. El ministro Arturo Murillo dijo que la RJC fue «muy útil» durante los días del conflicto. «Los cochabambinos estamos muy agradecidos por todo su labor que realizaron anteriormente. Si quieren ser un grupo de seguridad, pueden presentar sus papeles al ministerio de Gobierno, todo tiene que ser documentado. Necesitamos orden», señaló Murillo en conferencia de prensa. Es decir, una invitación directa a incorporarse al aparato represivo del Estado.
Sin un rumbo definido, la RJC intenta avanzar en Bolivia. Por lo pronto, sus miembros anunciaron que participarán como observadores en las elecciones del próximo tres de mayo. No parece poco premio para un grupo surgido espontáneamente y por amor a los vehículos de dos ruedas.
Informe: Guido Vassallo.
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