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«Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros«. Según la Real Academia Española esa es la definición de «solidaridad«, la palabra que Alberto Fernández transformó en el mojón conceptual de su Gobierno y que ingeniosamente adaptado le permite justificar el nuevo formato de ajuste económico para acceder recursos de los sectores más pudientes y sobrevolar la grieta para construir un modelo de poder propio.
Fernández no improvisó cuando decidió que el llamado a la solidaridad sería la declaración fundacional de su mandato presidencial y que la causa convocante sería la lucha contra el hambre, una cruzada cuya urgencia es innegable y que no resiste cuestionamientos.
Los dirigentes más cercanos al Presidente explican que la palabra «es esencial en cualquier lenguaje político que imagine una sociedad que se preocupe por los más débiles, por los que más necesitan».
«Es el concepto que se utiliza en un momento crucial, en el que vastos sectores de la sociedad la están pasando muy mal porque han atravesado mucha penuria y por ello hoy se necesita la solidaridad de los que más tienen», explicó a Clarín un integrante del Gobierno nacional que se convirtió en una fuente de consulta para Fernández.
Pero en la Argentina actual, el alcance del término varía según quién lo mire en la suerte de caleidoscopio que configuran las circunstancias políticas, económicas y, por supuesto, las posiciones ideológicas.
Alberto Fernández, junto a Juan Manuel Olmos, Alejandro Grimson, Dora Barrancos, Cecilia Nicolini, Ricardo Forster y Julián Leunda
El escritor y ensayista Alejandro Katz elogió la «fuerte apuesta discursiva» porque consideró que se apeló a un recurso novedoso para evitar las fricciones sociales mientras se avanza con una «política redistributiva«.
«Se está hablando de solidaridad para justificar una política redistributiva, es decir, para incrementar impuestos sobre un sector de la sociedad y obtener ingresos que luego se transfieren a otro sector de la sociedad. Eso se podría decir de muchas formas, se podría justificar con un principio moral: los ricos tienen mucho y los pobres tienen poco, y por eso les sacamos. Pero hacerlo de ese modo implica o supone una ruptura de la idea de la comunidad», analizó Katz.
El sociólogo Nahuel Sosa, uno de los jóvenes intelectuales que integra la usina de pensamiento político del albertismo denominada Agenda Argentina, resaltó que «también hay una idea de posgrieta» en el uso de la palabra solidaridad.
«Hay una idea de la solidaridad pensada como una solidaridad activa. Esto quiere decir que es una solidaridad que incluye un proceso de participación ciudadana. Me parece que también hay una idea fuerte que es la idea de posgrieta. La idea de posgrieta implica pensar que hoy lo que divide a la sociedad no es la grieta sino la desigualdad. En ese sentido, uno puede pensar la desigualdad tanto económica pero también la desigualdad en materia de justicia simbólica, esta idea de que a veces hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda», consideró.
Más crítico, el historiador Luis Alberto Romero opinó que «todo esto es discursivo» y que solamente «es una forma de edulcorar algo que cuando lo hacía (el anterior presidente, Mauricio) Macri lo llamaban salvaje ajuste neoliberal«.
«Son todos recursos retóricos, pero son eficaces«, aclaró.
Alberto Fernández cuando se puso la gorra de Brian Gallo, un chico que había sido discriminado en redes por su manera de vestir (EFE)
Romero recordó que el término tradicionalmente lo utilizan los movimientos obreros, y hasta detalló que en Polonia hay un sindicato que se llama «Solidaridad», pero fundamentalmente lo vinculó con la doctrina social de la iglesia católica.
«En la encíclica Rerum novarum, de fines del siglo XIX, la palabra solidaridad se refiere al deber moral que los ricos tienen de ayudar a los pobres para que la sociedad sea más justa. Ayudar materialmente y educacionalmente, para formalos en la moral», rememoró Romero, quien aclaró que, según la Iglesia, «el premio» para quienes asuman esa conducta es garantizarse la «futura salvación» post mortem.
«Lo más obvio es que no tiene mucho que ver con cualquiera de los sentidos tradicionales de solidaridad algo que es un acto impuesto por el Estado«, advirtió el historiador.
Otro de los instrumentos para superar la grieta entre el kirchnerismo y sus detractores es la invocación permanente de la figura del expresidente Raúl Alfonsín, emblema del retorno de la democracia y reconocido líder político, más allá de las banderas partidarias.
«El éxito es salir del individualismo y volver a lo que Alfonsín llamaba la ética de la solidaridad ¿Quién puede vivir en paz sabiendo que el que está al lado está sufriendo? Los hambrientos no son una estadística, son gente como nosotros, olvidados y padecientes”, planteó Fernández una y otra vez durante su campaña para llegar a la Casa Rosada.
Según Katz, esa invocación «es parte de la misma operación para evitar la confrontación entre ricos y pobres, entre buenos y malos, entre pueblo y antiplueblo».
«Eso lo llevó a Fernández a ponerse bajo la advocación de un líder como Alfonsín, que es reconocido como el líder ciudadano de la democracia de todos. Todo eso es parte de un mismo dispositivo, que aunque pueda hacer muchas críticas, que las tengo, lo celebro porque si no tratamos de frenar la compulsión al enfrentamiento, vamos a estar mal», completó el ensayista.
“Es superador al todos de Cristina y al destino individual de Cambiemos”
Alejandro Katz
Editor y ensayista
Apenas recibió el mando presidencial, Fernández no sólo reforzó su mensaje y sino que comenzó a darle institucionalidad: en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa pronunció 8 veces la palabra solidaridad y dejó en claro que la adhesión debía incluir a todos los actores de la vida social, política y económica de la Argentina.
Se avanzó más allá de lo discursivo y las primeras medidas del Gobierno llevaron ese sello conceptual. Algunos ejemplos de eso son:
-La megaley para conseguir las facultades necesarias que le permitan moverse con mayor margen de maniobra frente a la crisis se denominó oficialmente «Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva«.
-El canon del 30% restringir aún más el acceso al dólar se llamó «Impuesto Argentina Solidaria e Inclusiva (Pais)«.
-La mejora salarial que se establecieron por decreto para trabajadores del sector privado se conoció como «aumento solidario«.
El concepto fue central además para preparar el terreno de cara al Acuerdo Social que la Casa Rosada busca comprometer a empresarios y sindicalistas en la lucha contra la inflación y adicionalmente lograr la comunión de esos sectores para facilitar el desarrollo de un programa económico que permita alcanzar el crecimiento sostenible con impronta propia.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner el día de su asunción como Presidente y vice. (Juano Tesone)
«La solidaridad aparece en un país que está en contexto de emergencia, en un contexto en el cual Cambiemos dejó una pesada herencia económica y cultural. Aparece la solidaridad como contracara a la insensibilidad, me parece que Cambiemos fue una elite muy insensible y durante esos años se trató de instalar la idea de que el cambio es individual y no colectivo«, comparó Sosa.
“Esta solidaridad es un acto impuesto por el Estado”
Luis Alberto Romero
Historiador y miembro de número de la Academia Nacional de la Historia
Para el intelectual albertista, el concepto representa una posibilidad para superar las «rupturas del lazo social que planteó el neoliberalismo» porque, argumentó, «justamente la contracara de eso es recuperar la solidaridad como una forma de volver a los lazos comunitarios y de entender que no sirve individualizar problemas que son colectivos«.
En el Gobierno nacional comparten esa premisa porque creen que “una sociedad se vuelve mejor cuando» cuando se implementa la siguiente ecuación: «A mayor riqueza, mayor es la carga impositiva, y no al revés«.
«Una sociedad es más desigual cuando los que más ganan, menos pagan. Y si destruís el concepto de solidaridad, la sociedad pierde su norte», insisten cerca de Fernández.
Más allá de los matices, el consenso mayoritario es que el término fundacional es superador al «para todos» o «la Patria es el otro» que promovió Cristina Fernández de Kirchner durante sus gobiernos y que nada tiene que ver con la promoción de la «meritocracia» durante la era de Cambiemos, con Macri a la cabeza.
«Me parece que más allá del efecto que tenga, la intención es buena dadas las alternativas. Las alternativas son, en la ideología del PRO, que el destino de cada uno depende de lo que uno hace y que el que no tiene es porque no lo hizo bien, y en el esquema cristinista, que existen los desgraciados que nos quitan. Y lo que Alberto está proponiendo es una vía intermedia, que no es ni la de condenar a alguien a su destino individual ni la de confrontar con aquellos que más tienen», desarrolló Katz.
“Contempla la idea de posgrieta”
Nahuel Sosa
Sociólogo e integrante de Agenda Argentina
Luego de repudiar la lógica de la «meritocracia» que se asoció con el Gobierno de Macri y que calificó como «una estafa», Sosa reconoció que el término solidaridad se piensa como una herramienta para la construcción social de largo plazo.
«Todo proceso político y todo gobierno tiene hitos fundacionales. Cuando finalice el mandato presidencial de Alberto se van a cumplir 40 años del regreso de la democracia. Entonces, me parece que sin duda la solidaridad como eje central es algo que llegó para quedarse, no creo que sea momentáneo sino un punto de partida porque la idea es discutir cómo fortalecemos la democracia, qué se hace por la democracia en el siglo XXI y qué entendemos por una ciudadanía activa”, convocó.
Hacia el futuro, para no desdibujarse el concepto de solidaridad que promueve Alberto Fernández deberá ser efectivo en esta primera etapa en la que se exigen colaboraciones para superar las urgencias de la crisis y, posteriormente, reconvertirse para que los sectores que aportaron por imposición pasen a hacerlo por convicción y voluntad propia.
Por lo pronto, es solamente un punto de partida que entusiasma a los que anhelan la reconstrucción social bajo un Estado que garantice la igualdad y que reaviva la desconfianza de quienes lo consideran apenas otro relato político.
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