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Eric Cantona fue una de las máximas figuras de la Premier League en la década del noventa. Los hinchas del Manchester United lo apodaban “The King”. El jugador francés se destacaba por su talento, carácter irascible e incursión en el mundo de la actuación.
Es muy recordada su inhabilitación por nueve meses, decidida por la Asociación de Fútbol inglesa en 1995, por propinar una patada voladora a un hooligan del Crystal Palace. “Vete a tu país bastardo de mierda, vuélvete a Francia”, le había dicho ese “hincha” que -luego se supo- militaba en el grupo fascista inglés Nacional Front.
Muchos años más tarde, el francés fue invitado al famoso programa de televisión Football Focus. El periodista le preguntó cuál había sido el mejor momento de su carrera. “Fue cuando le di una patada de kung fu a un hooligan…creo que es un sueño para algunos dar una patada a ese tipo de gente…saltear y patear un fascista, no es algo que se saboree todos los días”, contestó Cantona. Cuando colgó los botines, el francés se reinventó como actor y productor de numerosas películas.
Este año fue protagonista estelar de una comentada serie de Netflix. En «Recursos Inhumanos», Cantona representa a un ex ejecutivo desempleado que es reclutado por una consultora para participar en una ficticia toma de rehenes. El objetivo principal es testear la fidelidad de cuatro ejecutivos de una megaempresa constructora de aviones.
La crueldad de esa “prueba” corporativa no está muy alejada de la realidad. La “financiarización de la economía” impuso infames reglas de juego globales. El divorcio entre economía y ética es cada vez más acentuado.
En “Los crímenes contra la humanidad de Wall Street”, la socióloga Shoshana Zuboff traza un paralelismo entre el concepto de la banalidad del mal (acuñado por la filósofa alemana Hannah Arendt) y el funcionamiento del sistema económico.
En ese marco, la profesora de la Harvard Business School explica cómo los agentes financieros se desligan de las gravísimas consecuencias sociales de sus acciones. “Lo que asombra a Zuboff es la ‘normalidad’ con la que no sólo el ‘sistema’ sino los agentes financieros desarticulan las condiciones de vida de millones de personas y economías enteras sin que ninguna alarma moral ni sistémica llame la atención sobre tales consecuencias”, detalla Claudio Casparrino en «Acumulación y Banalidad del Mal», publicado en El Cohete a la Luna.
Lo cierto es que los límites éticos están cada vez más bajos como lo muestra un reciente trabajo del Banco Mundial. Esa investigación consistió en testear la reacción de los pobladores de un barrio vulnerable de Nairobi (Kenia) ante el corte por falta de pago del servicio de agua. El objetivo perseguido era verificar diferentes estrategias para reducir el nivel de morosidad.
El “experimento” utilizó los ensayos aleatorios controlados (RCT, por sus siglas en inglés) propios de las ciencias naturales. Esa metodología se basa en elegir un grupo sobre el que se actúa (en este caso, se interrumpe el suministro de agua) y otro grupo de control (se avisa que cortarán el servicio, pero no se concreta la amenaza).
La difusión del trabajo tuvo repercusión en Argentina porque uno de los autores es el ex vicemistro de Economia macrista Sebastián Galiani.
El economista investigador del Conicet, Nicolás Dvoskin, plantea que “sacarle el agua a los pobres de Kenia es una violación a un derecho básico como el acceso al agua. Hacerlo por el bien de la ciencia es una perversidad atroz. Hacerlo desde el Banco Mundial y como programa de desarrollo es directamente una atrocidad”.
Villanos que cortan el agua de pobres africanos da para una serie de Netflix.
* Director Regional AFIP Santa Fe.
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