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Uno de los sobrevivientes de la Tragedia de los Andes y cómo luchar contra el coronavirus

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Gustavo Zerbino es fuente de consulta de presidentes uruguayos, de empresas, de gente que necesita que le centren su Norte, que andan buscando un empujoncito. Es un gran motivador. Quizá no lo era antes de la “Tragedia de los Andes” o el “Milagro de los Andes”, pero hoy basta escuchar sus palabras para sentirse alentado.

Las referencias entre comillas son por el accidente que un avión de la Fuerza Aérea uruguaya sufrió el 13 de octubre de 1972 en la Cordillera, dejando el fuselaje sobre la nieve. Viajaron 45 personas -incluidas 17 que pertenecían al plantel del Old Christian, quienes se dirigían a Chile para jugar un partido de rugby- y, luego de 72 días a 3.600 metros sobre el nivel del mar, soportando temperaturas de hasta -42°C, sólo 16 sobrevivieron y fueron rescatados. La historia se mostró en la película ¡Viven!, que refleja cómo Nando Parrado y Roberto Canessa lograron, luego de diez dias días de caminata a través de 60 kilómetros, con cruce de la Cordillera -el avión cayó en el lado argentino, la zona de Malargüe, Mendoza, pero por un error de información, los jugadores caminaron hacia el Oeste en lugar de ir al Este, donde había civilización más cerca- antes de divisar, ya en Chile, a un arriero, quien avisó a las autoridades para que éstas y Canessa volaran en helicópteros a la zona luego llamada el Glaciar de los Milagros.

Hoy tenemos una crisis que vino para quedarse, depende de nosotros. No hay nada más lindo que aceptar tu destino.

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Zerbino era parte del equipo. Ejemplo de supervivencia y superación, de actitud y solidaridad, aceptó la entrevista con Olé sobre estos tiempos difíciles de cuarentena y dudas a causa del coronavirus.


Gustavo Zerbino,con el Papa.

-¿Que necesita hoy la gente?

-Lo que trato que la gente vea es que hay una gran diferencia entre la realidad y la percepción de la realidad. Hoy, al mundo le pasó un tsunami por encima y se detuvo. Entonces, toda la gente quiere volver a lo que había antes. Hoy tenemos una crisis que vino para quedarse, y depende solo de nosotros. Hay que sintonizar cuanto antes la solidaridad, el respeto y la obediencia a lo que nos piden los líderes, que son los que gobiernan y coordinan esta gran batalla contra el coronavirus para que tenga un mínimo impacto social, económico y desde el punto de vista epidemiológico, para que cueste menos vidas.


El rescate de los sobrevivientes.

-¿Lo ve muy complicado?

-Es muy duro, porque nos piden estar adentro de nuestras casas. Antes, a la gente la mandaban a la guerra, hoy tenemos que estar en casa con nuestra familia. Y tenemos que aprovechar que hoy, gracias a toda la tecnología digital, podemos tener consultas por telemedicina, podemos hacer estudios a distancia, también así podemos trabajar. Todo esto antes era imposible. Hoy lo tenemos a nuestro favor y tenemos que aprovechar el estar presentes. No sirve de nada quejarse, ver escenarios y números negativos que producen miedo, angustia; la gente se tensa, se estresa. El estrés produce que la gente empiece a imaginarse escenarios apocalípticos . Yo estoy hablando contigo, y en realidad nadie sobrevive a la caída de un avión, a una avalancha que te sepulta tres días (NdeR: a 16 días de la caída del avión, murieron ocho personas). Las estadísticas están para romperse. ¿De quién depende? De toda la población. Asumamos la responsabilidad de hacer lo que nos piden.


Zerbino, on Godin y Suárez.

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-Para algunos se ve que no es fácil…

-Es muy lindo salir a correr por Palermo, por la playa de Pocitos, por Carrasco. Pero hay que aprender que hay que privarse de algunas cosas para tener un resultado posterior. Hay que terminar con la gratificación instantánea. Esto es como decía Usain Bolt: “Me entreno cinco años para correr diez segundos”. Ahora nos tenemos que esforzar, privarnos durante 15 días, un mes, para después poder disfrutar más años a nuestros abuelos, padres, hijos. Y cualquier persona que sea inmunodeprimida, que tenga problemas renales. bronquitis crónicas o EPOC, o que tenga más de 65 años, corre altísimo riesgo.


El avión de la Fuerza Aérea uruguaya en la Cordillera.

-Sin embargo, no todo el mundo es consciente del peligro.

-Esta enfermedad no es más peligrosa que las demás. Lo que tiene es la velocidad de contagio: es tan rápido que hace una curva que, si se contagian todos al mismo tiempo, colapsan los sistemas de salud y no se puede atender a los enfermos, no hay respiradores, no hay personal médico que alcance. Ése es el problema. Hay que ser obediente para enlentecer la curva. Es un trabajo, hay que esforzarse. El éxito está antes del trabajo solo en el diccionario.

Yo estoy hablando contigo, y en realidad nadie sobrevive a la caída de un avión. Las estadísticas están para romperse.

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-Habló del accidente. ¿Qué comparación encuentra con la pandemia?

-Las dos son crisis, pero ésta es totalmente distinta. Los gobiernos, las Naciones Unidas, todo el mundo ayuda a la población. Nosotros estábamos solos, el mundo entero nos abandonó y nos dio por muertos. Y el día que escuchamos esa noticia, fue la mejor noticia que nos dieron, porque dejamos de esperar el rescate del mundo exterior y nos conectamos con nuestro máximo potencial físico, mental, espiritual y emocional. Nos dimos cuenta que vivir o morir dependía solo de nosotros; es maravilloso saber que depende de ti, hay que asumir esa responsabilidad… Estamos muy cómodos en una zona de confort, buscamos permanentemente la gratificación instantánea. Es posible estirar el umbral del dolor, el umbral del miedo y construir una actitud de solidaridad, de amistad, de amor incondicional, que son la contracara del egoísmo. Eso es lo que hay que hacer hoy. Y funciona, es posible.


Con Bautista Segonds, presidente de Rugby sin Fronteras (Zerbino es vice de la Fundación) y Julián Weich.

-¿Los ayudó el rugby a trabajar como equipo en las peores circunstancias?

-La diferencia de un grupo y un equipo es que un equipo tiene un objetivo común. Nosotros éramos un equipo de rugby, un deporte muy sacrificado, de compromiso, en el que te enseñan a levantarte más de las veces que te caes. Pero, en verdad, se murió la mayoría de ese equipo, volvimos nada mas que cinco: Nando Parrado, Roberto Canessa, Roy Harley, Antonio Vizintín y yo. El resto eran acompañantes, ex alumnos o familiares. La diferencia es que los rugbistas fueron los que caminaron. ¿Cuál era el objetivo que teníamos? Sobrevivir. Por eso transformamos el “yo” en “nosotros”. Cuando salís del egoísmo y entrás en la solidaridad y te conectás con el “nosotros”, se destruye la soberbia, y la humildad hace que vos te integres y seas parte de la solución y no del problema. Fuimos una sociedad solidaria, y estaba prohibido quejarse. No nos quejábamos porque quejarnos era agregar el caos. La gente que está mal no se queja, aprieta los dientes y va para adelante.

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El mundo dejó de buscarnos, nos dio por muertos. Ahí nos dimos cuenta que vivir o morir dependía de nosotros.

-Somos especialistas en quejarnos…

-Es la cultura del tango, nos quejamos las 24 horas, es el deporte nacional en el Río de La Plata y casi todo Occidente. Estamos permanentemente llorando para que venga alguien del gobierno y nos solucione los problemas. Hay que asumir la responsabilidad. (John F.) Kennedy decía: “No preguntes qué puede hacer por ti el gobierno, pregúntate qué puedes hacer tú por el gobierno. Ahora es el momento de poner lo que falta. El verdadero liderazgo tiene que estar basado en el amor y la solidaridad. Si hace falta compromiso, yo me tengo que comprometer; si hace falta puntualidad, yo tengo que llegar temprano; y si hace falta alegría, yo tengo que poner alegría. Si vos ponés amor y alegría, te van a subir las defensas, vas a estar entusiasmado, vas a disfrutar si estás con tus hijos jugando. Ese tiempo lo podes aprovechar agradeciendo o lo podés malgastar quejándote. Es solo una decisión: podés agradecer o quejarte de todas las situaciones de la vida.


Reunión de sobrevivientes de la Tragedia de los Andes.

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-Hay gente que no aprende, como aquella que sale a correr…

-No se pueden enderezar bananas, la gente es como se la educa. Se tiene que construir como los músculos cuando hacés abdominales, es un proceso, no un suceso. Lo difícil es cuando vos no tenés la disciplina de ejercerlo todos los días. Y es muy difícil cuando vos tenés gobiernos paternalistas que a la gente no les cultiva la cultura del trabajo. Sí, a la gente hay que darle asistencia en este momento. No se puede morir nadie de hambre. La Argentina, Uruguay… somos el granero del mundo. Tenemos que ser solidarios, aportar a la gente. El viejo que vive enfrente, ayudarlo a hacer las cosas, pero tenemos que movernos lo menos posible porque el vector que infecta somos nosotros cuando nos movemos, cuando nos tocamos. Si nos quedamos quietos, reducimos el 50% la enfermedad. Es directamente proporcional al aislamiento que tengas, que no es aislamiento, es distancia. Pero estás cerca de tu familia. Antes nos quejábamos de que no teníamos tiempo de disfrutar la familia y hoy tenemos todo el tiempo. Nos quejamos de que no podemos hacer nada, es mentira. Podés estar presente en tu casa; cuando estás presente no te quejás, cuando estás presente no tenés miedo. El miedo está en el futuro, la angustia está mañana. Si estoy presente, estoy agregando valor y tomando acción, las acciones son lo único que produce resultados. Tenemos todo a nuestro alcance, tenemos que aprender a practicarlo, a romper el círculo vicioso de la mente de entrar en crisis y transformarlo en un círculo virtuoso.


El partido que no se pudo hacer en el 72, se jugó en el 2012, en Chile.

-¿Cómo se puede hacer eso?

-Haciendo cosas distintas para tener resultados distintos. Hoy hay que cambiar, es una oportunidad de ejercitar una manera distinta de ser conscientes de que al lado tengo una persona que, si yo me quedo, la voy a salvar, y que si él se queda, me va a salvar a mí y a mi vieja. Esto es como cuando todos tienen el botón del arma: yo lo muevo, mato a uno; el otro lo mueve, me mata uno a mí. Esto es como una guerra, la guerra es contra el virus. No nos podemos pelear, tenemos que hacerlo juntos.

En la Cordillera fuimos una sociedad solidaria, y estaba prohibido quejarse. Porque quejarse era agregar caos.

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-A casi 50 años del accidente en la Cordillera, ¿cambiaría algo?

-El ejercicio que me estás pidiendo es un ejercicio mental, abstracto, de hipótesis. No hay nada más lindo que aceptar el destino que tiene cada ser humano. Y descubrir el potencial ilimitado de cada uno. Todos somos piezas únicas, indispensables e insustituibles. Si vivimos siendo fotocopias de los demás, en vez de hablar de mí, hablaría de uno, una persona abstracta que no existe. Como la película The Wall, que iban todos caminando y se caían por un precipicio. Esa gente no vive, dura. Cuando vos aceptás lo que te tocó porque lo que te tocó era parte de tu vida, donde tenías la oportunidad de aprender a discernir lo esencial de lo secundario y aprender a vivir de otra manera; cuando vos te das cuenta que te despertaste de la siesta y vos sos mucho más íntegro y mucho más agradecido de la vida que antes, te das cuenta que para algo te lo mandaron. Venimos a la vida para aprender y darnos cuenta, no podemos vivir repitiendo lo que dicen otros, poniéndonos lo que se ponen otros, porque eso no produce placer. La gente, cuantas más cosas tiene y más cosas logra, es inversamente proporcional a lo que siente, porque el vacío espiritual es cada vez más grande. La insatisfacción y la abundancia están en la mente, y eso es el ego. Entonces, el ser interior es el niño que juega: cuando llueve sale a correr bajo la lluvia, a pisar el barro y da vueltas carnero. El hombre, condicionado por la cultura, es el que cuando llueve y caen cuatro gotas se queja. Cuatro gotas paralizan un país, ¿y quién cambió el agua? Nosotros. Cambió que, en vez de vivir la vida como un regalo, la vivimos como un concepto, vivimos extrapolando, comparando y criticando. Nos sentimos los mejores o los peores, baja autoestima o soberbia arrogancia. La humildad viene de humus, que es “sobre la tierra”, ser uno más. No había nadie más miserable en la Tierra que nosotros en la Cordillera. Pero nos dimos cuenta que no éramos miserables, y cuando tenía enfrente un amigo que se estaba congelando, yo lo calentaba, le apretaba los pies para mantenerlo caliente. Le daba piñas para que la sangre le circulara. Porque si él vivía, me lo podía hacer a mí. Entonces, es como el eco: si yo te mando a la mierda, el otro te manda a la mierda. Si vos querés que te diga que te quiero, vos tenés que poner amor. No vivimos una “tragedia” ni fue un “milagro”. Nuestra historia fue una historia de amor, solidaridad, amistad y vocación de servicio. Eso se da cuando el hombre vive, siente en el corazón, estás conectado con tu máxima potencialidad. La mente es algo abstracto, es un electroencefalograma, hay muy poca energía en la mente, solo tiene la capacidad de concentrarse en un punto. La energía más grande que existe es la emocional.

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